Acacio, Patriarca de Constantinopla
Cuando Acacio aparece por primera vez en la historia auténtica es como el orphanotrophos o dignatario encargado del cuidado de los huérfanos, en la Iglesia de Constantinopla. De esta manera ocupa un puesto eclesiástico que confería a su dueño un alto rango así como influencia en la curia; y si podemos apropiarnos, para sugerir un rastro de su carácter real de las frases con las que Suidas trato de describir su, indudablemente notable personalidad, lo que hizo en la mayoría de sus oportunidades. Parecía estar afectado por un comportamiento atractivo y magnificiente, era generoso, suave, noble, humilde; cortés en su conversación, e indulgente con un cierto despliegue eclesiástico.
A la muerte del Patriarca Genadio, en 471, fue electo para sucederlo, y por los primeros cinco o seis años de su episcopado su vida fue bastante ordinaria. Pero vino un cambio cuando el Emperador Basilisco se concedió a sí mismo la victoria sobre la enseñanza Euticiana de acuerdo a Timotheus Elurus, el Patriarca Monofisista de Alejandría, quien se arriesgo en ese tiempo a ser un invitado en la capital imperial. Timoteo, quien había sido llamado del exilio solo poco tiempo antes, se empeño en crear una impresionante oposición al decreto de Calcedonia; y tuvo tal éxito en la corte que Basilisco fue inducido a adelantarse formulando una encíclica o proclamación imperial (egkyklios) en la cual fue rechazada la enseñanza del Concilio.
Acacio sintió indecisión al principio, sobre si añadir su nombre a la lista de obispos Asiáticos que ya habían firmado la encíclica; pero advertido por una carta del Papa Simplicio, quien conocía sus cuestionables actitudes por la parte monástica, reconsidero su posición y se lanzó violentamente al debate. Este repentino cambio de frente lo redimió en la estimación popular, y se gano el visto bueno de los ortodoxos, particularmente entre las diversas comunidades monásticas a través de Este, por este asunto de la nueva y ostentosa doctrina. La fama de su entusiasta despertar llego hasta el Occidente y el Papa Simplicio le escribió una carta de recomendación. La principal circunstancia por la cual repentinamente tiene una ola de popularidad fue la habilidad con la cual avanzo, poniéndose a la cabeza de un movimiento particular del cual Daniel el Estilita fue el líder y el verdadero inspirador.
La inquietud fue, desde luego, espontánea por parte de sus promotores monásticos y del pueblo a la larga, quienes detestaban sinceramente las teorías Euticianas de la Encarnación; pero puede dudarse si Acacio, en oposición a la ortodoxia ahora, o en esfuerzos sin ortodoxia a comprometerse después, tenía algo mas que un anhelo político para llegar a sus fines personales. De principios teológicos parecía no haber tenido nunca una comprensión conciente. Tenía el alma de un gamester y jugó solo por influencia. Basilisco estaba derrotado.
Retiro su ofensiva encíclica por una contra demanda, pero su rendición no lo salvo. Su rival Zeno, quien había sido fugitivo en los tiempos de la oposición de Acaciano, se retiro cerca de la capital. Basilisco deserto de todas partes, buscando asilo en la Iglesia de la Catedral y fue entregado a sus enemigos, según la tradición por el patriarca en turno. Por un breve tiempo hubo un acuerdo total entre Acacio, el Pontífice Romano y el partido dominante de Zeno, sobre la necesidad de tomar medidas rigurosas para hacer cumplir la autoridad de los Padres de Calcedonia, pero una vez más se produjo una problema cuando el partido Monofisista de Alejandría intento forzar al notorio Peter Mongus contra lo que veía el clima mas ortodoxo de John Talaia en el año 482.Esta vez las cosas tomaron un aspecto más critico, ellos dieron a Acacio la oportunidad que parecía haber estado esperando desde el principio, exaltando la autoridad de su sede y reclamando para ella una primacía de honor y jurisdicción sobre todo el Este el cuál debía emancipar a los Obispos de la capital no solo de toda responsabilidad de Alejandría, Antioquia y Jerusalén, sino también del Romano Pontífice. Acacio, que estaba ahora totalmente congraciado con Zeno, indujo al Emperador a tomar partido con Mongus. El Papa Simplicio hizo una vehemente pero ineficaz protesta, y Acacio replico presentándose como el apóstol de reunión para todo el Este. Fue engañoso hasta llegar a conspiración, pero esto puso al descubierto a la larga las ambiciones del Patriarca de Constantinopla y lo revelo, usando la iluminadora frese del Cardenal Hergenrother, como “el precursor de Potius”
La primera medida efectiva que Acacio adopto en su nuevo rol fue la redacción de un documento, o serie de artículos, que constituyeron inmediatamente un credo y un instrumento de reunión. Este credo conocido por los estudiosos de historia teológica como el Henoticon, fue originalmente dirigido a las facciones irreconciliables en Egipto. Fue el pretexto para la reunión sobre una base de reserva y compromiso. Y bajo este aspecto se sugiere una comparación significativa con otro y mejor conocido grupo de “artículos”, compuestos cerca de once siglos más tarde, cuando los lideres del cisma Anglicano estaban hilando de una forma cuidadosa los extremos de la enseñanza romana por un lado y las negaciones Luteranas y Calvinistas, por el otro. El Henoticon afirmaba el credo Niceno-Constantinopolitano (ie el Credo de Nicea completado en Constantinopla) proporcionando un símbolo común o expresión de fe en el cual todas las partes podían unirse. Cualquier otro símbolo o mathemata fue excluido; Eutiquio y Nestorio fueron aceptados. La enseñanza de Calcedonia no fue muy repudiada o pasada por alto en silencio. Jesucristo era descrito como el “Hijo único engendrado por Dios…uno y no dos” (homologoumen ton monogene tou theou ena tygchanein kai ou duo . . . k.t.l.) y no hacia referencia explicita a las dos naturalezas. Mongus acepto esto, naturalmente en una enseñanza vaga y acomodaticia. Talaia se negó a suscribirlo y salio de Roma, donde su causa fue levantada con gran vigor por el Papa Simplicio. La controversia se hizo interminable con Félix II (o III) quién envío dos obispos. Vitalis y Misenus, a Constantinopla, para citar a Acacio ante la sede Romana para un juicio.
Nunca fue la habilidad de Acacio tan notablemente ilustrada como en el predominio que adquirió sobre este desafortunado par de obispos. El los indujo a comunicarse públicamente con él y los envío de regreso a Roma anulados, en donde fueron inmediatamente condenados por un sínodo indignado que criticó su conducta. Acacio fue señalado por el Papa Félix como quien ha pecado contra el Espíritu Santo y la autoridad apostólica (Habe ergo cum his . . . portionem S. Spiritus judicio et apostolica auctoritate damnatus); y fue condenado a la excomunión perpetua nunquamque anathematis vinculis exuendus. Otro mensajero, inapropiadamente llamado Totus, fue enviado a llevar el decreto de esta excomunión a Acacio en persona; y él, también, como sus desventurados predecesores, cayó bajo el extraño encanto del cortés prelado quien se gano su lealtad. Acacio se negó a aceptar los documentos traídos por Totus y le mostró su sentido de la autoridad de la Sede Romana, y del sínodo que lo había condenado, borrando el nombre del Papa Félix de los diptychs (o diptychon).
Talaia por su parte abandono la pelea consintiendo ser obispo de Nola, y Acacio opto por una táctica brutal de violencia y persecución, dirigida principalmente contra sus antiguos oponentes los monjes, colaborando con Zeno, para la adopción general del Henoticon en el Este. De esta manera manejo una política segura que parecía el premio por el cual había trabajado desde el principio. Era prácticamente el primer prelado en todo el Oriente Cristiano hasta su muerte en 489. Su cisma sobrevivió unos treinta años después de su muerte, y fue acabado solo por el regreso del Emperador Justiano a la unidad bajo el Papa Omisdas en 519.
Nota: Los escépticos griegos se proveyeron una herramienta conceptual de mayor alcance (la noción del "mathema"), llamaron "mathemata" el contenido objetivo de un conocimiento establecido (qué puede ser enseñado y ser aprendido).
MANSI, Coll. Concil., (Florence, 1742) VII, 976 1176; Epp. Simplicii, Papae, in P.L., LVIII, 4160; Epp. Felicis, Papae, ibid., 893 967; THEODORET, Hist. Eccl.; EVAGRIUS, Hist. Eccl.; SUIDAS, s. v.; TILLEMONT, Mémoires, XVI; HERGENRÖTHER, Photius, Patr. von Constant. (Ratisbon, 1867) I; MARIN, Les moines de Constantinople (Paris, 1897).
CORNELIUS CLIFFORD
Traducido por Oralia Ortiz Rangel
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