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jueves, 11 de junio de 2009

Eusebio de Cesarea

Eusebio de Cesarea

Eusebio de Cesarea (c. 275 - 30 de mayo de 339, probablemente en Cesarea), también conocido como Eusebius Pamphili"Eusebio, amigo de Pánfilo". Fue obispo de Cesarea y se le conoce como el padre de la historia de la Iglesia porque sus escritos están entre los primeros relatos de la historia del cristianismo primitivo. Su nombre está unido a una curiosa creencia sobre una supuesta correspondencia entre el rey de Edesa, Abgaro y Jesucristo. Eusebio había encontrado las cartas, e inclusive las copió para su Historia Ecclesiae.

Tablas de concordancia de los Evangelios, por Eusebio de Cesarea

Biografía

La fecha y el lugar exacto de su nacimiento son inciertos y se sabe poco de su juventud. Conoció al presbítero Doroteo en Antioquíay, probablemente, recibió de él instrucción exegética. En 296, estando en Palestina, vio a Constantino I, que visitaba la provincia conDiocleciano. Estuvo en Cesarea cuando Agapio era obispo del lugar. Se hizo amigo de Pánfilo, con quien estudió la Biblia, con la ayuda de la Hexapla de Orígenes y de los comentarios compilados por Pánfilo, en la tentativa de escribir una versión crítica delAntiguo Testamento.

En el año 307, Pánfilo fue encarcelado, pero Eusebio continuó el proyecto que con él había comenzado. El resultado fue una apología de Orígenes, terminada por Eusebio después de la muerte de Pánfilo, que fue enviada a los mártires en las minas de Faeno, en Egipto. Parece que, después se retiró hacia Tiro y más tarde hacia Egipto, donde padeció la persecución por primera vez. La acusación de que obtuvo su libertad sacrificando a los dioses paganos parece no tener fundamento.

Se vuelve a mencionar a Eusebio como obispo de Cesarea. Sucedió a Agapio, después de 313, aunque no se sabe la fecha exacta. Se sabe poco de los primeros tiempos de su obispado. No obstante, con el inicio de la controversia del arrianismo, toma súbitamente un lugar destacado. Arrio le pidió protección. Según una carta que Eusebio escribió a Alejandro de Alejandría, es evidente que no negó refugió al presbítero exiliado. Cuando el Primer Concilio de Nicea se reunió en el 325, tuvo cierto protagonismo. No era un líder nato, ni tampoco un pensador profundo, pero como hombre bastante instruido el autor y famoso Eusebio, cayó en la gracia del emperador, y acabó por sobresalir entre los más de 300 miembros que se reunieron en el Concilio. Tomó una posición moderada en la controversia, y presentó el símbolo (credo) bautismal de Cesarea que acabó por convertirse en la base del Credo de Nicea. Al final del Concilio, Eusebio suscribió sus decretos.

La controversia arriana continuó a pesar de la realización del Concilio y Eusebio se mantuvo envuelto en la cuestión. Por ejemplo, entró en disputa con Eustaquio de Antioquía, que se oponía a la creciente aceptación de las teorías de Orígenes, y en especial porque éste había expuesto una exégesis alegórica de las escrituras, lo que interpretaba como el origen teológico del arrianismo. Eusebio, como admirador de Orígenes, fue reprendido por Eustaquio, quien le acusó de alejarse de la fe de Nicea. Eusebio respondió acusando a Eustaquio de seguir las ideas del sabelismo. Eustaquio fue acusado, condenado y depuesto en un sínodo en Antioquía. Gran parte del pueblo de Antioquía se rebeló en contra de esta decisión eclesiástica, mientras que los que estaban en contra de Eustaquio proponían que se nombrase a Eusebio como nuevo obispo. Éste por su parte, rechazó la oferta.

Después que Eustaquio fue depuesto, sus seguidores se volvieron contra Atanasio de Alejandría, un oponente mucho más peligroso. En el 334, Atanasio fue intimado a comparecer frente a un sínodo en Cesarea. Él no compareció. Al año siguiente, se convocó otro sínodo en Tiro, presidido por Eusebio. Atanasio, previendo el resultado, se dirigió a Constantinopla, donde presentó su causa al emperador. Constantino convocó a los obispos para su corte, entre los cuales estaba Eusebio. Atanasio fue condenado al exilio a finales del 335. En ese mismo sínodo, otro oponente fue atacado con éxito. Marcelo de Ancira hacía mucho que luchaba contra los eusebianos, protestando contra la rehabilitación de Arrio. Acusado de sabelianismo, fue depuesto en el 336. Constantino murió al año siguiente. Eusébio no le sobrevivió mucho tiempo. Murió (probablemente en Cesarea), en 340, o más tarde, siendo probable que haya muerto el 30 de mayo de 339.

Obras

De la extensa actividad literaria de Eusebio una parte relativamente grande perduró. Aunque era considerado sospechoso de arrianismo, sus escritos resultaban indispensables, debido a que Eusebio solía emplear citas textuales de obras que no sobrevivieron a su época, como las de Hegesipo de Jerusalén

Las obras literarias de Eusebio reflejan el curso de su vida. Al principio se dedicó a la crítica de los textos bíblicos, bajo la influencia de Pánfilo y probablemente de Doroteo, de la escuela de Antioquía. Con las persecuciones de Diocleciano y de Galerio, dirigió su interés hacia los mártires (tanto los de su época, como los anteriores). Ese interés lo llevó a escribir, prácticamente, una historia de la Iglesia y, también una historia universal, que, según el punto de vista de Eusebio, sería apenas la base para la historia eclesiástica. Nótese que para Eusebio, la Iglesia aparece como el motor de la Historia de la Humanidad.

Con las controversias arrianas, el interés de Eusebio pasó a las cuestiones dogmáticas. La cristiandad era finalmente reconocida por el Estado. Eso trajo, no obstante, nuevos problemas. Apologías diferentes de las anteriores se volvían necesarias. Por fin, Eusebio, en su papel de teólogo de la corte imperial, escribe panegíricos hiperbólicos dedicados al emperador cristiano. A todas estas actividades, ha de acrecentar muchos otros textos de naturaleza diversa, en la que resalta su correspondencia, más allá de trabajos exegéticos donde se incluyen comentarios y tratados sobre arqueología bíblica que se extienden durante todo el período de su vida literaria, dando fe de aquello por lo que Eusebio vendría a ser reconocido por casi todos, independientemente de la opinión teológica que profesasen: su larga erudición.

Obras que versan la crítica bíblica

Pánfilo y Eusebio se ocuparon juntos de la lectura crítica de las Escrituras tal como eran presentadas en la versión de la Biblia llamada la Septuaginta. Se dedicaron al estudio del Antiguo Testamento y especialmente el Nuevo Testamento. Efectivamente, parece que uno de los manuscritos de la Septuaginta preparado por Orígenes, habría sido trabajado y revisado por los dos según San Jerónimo.

Para facilitar la búsqueda de los textos evangélicos, Eusebio dividió la versión de las Escrituras que tenía en su poder en párrafos que remetían en una tabla sinóptica, para así encontrar los versículos que se referían mutuamente.

La Crónica [editar]

Las dos grandes obras históricas de Eusébio son la Crónica y la Historia de la Iglesia. La primera (en griego, Pantodape historia, o sea, Historia Universal) está dividida en dos partes. La primera parte (en griego: Chronographia, o sea Anales o cronología) pretende ser un compendio de historia universal, organizada según las diversas naciones, recogiendo las fuentes históricas que Eusebio pesquisó arduamente. La segunda parte (en griego, Chronikoi kanones, o sea, Cánones cronológicos) intenta establecer sincronismos de los documentos históricos en columnas paralelas. Es uno de los ejemplos más antiguos de lo que es frecuente, hoy en día, en las obras de referencia, como enciclopedias, donde las tablas cronológicas son un instrumento de trabajo y consulta.

El trabajo original, completo, está perdido. Pudo, sin embargo, ser reconstruido a partir de los extractos copiados (epítomes), con incansable diligencia, por los cronólogos de la escuela bizantina, especialmente Jorge Sincelo, el Monje. Las tablas cronológicas de la segunda parte fueron preservadas totalmente en una traducción hecha por San Jerónimo, y las dos partes existen también en una traducción en armenio, aunque su valor es discutible debido a las alteraciones respecto al original que podrían haber sido hechas por los traductores. La Crónica, tal como la conocemos, se extiende hasta el año 325 y fue escrita antes de la Historia de la Iglesia.

La Historia de la Iglesia

En su Historia de la Iglesia o Historia Eclesiástica (en griego, Θεοφάνεια, lit. Manifestación (o visión) de Dios), Eusebio trató, de acuerdo a sus propias palabras, (I, i.1), de presentar la historia de la Iglesia desde los apóstoles (historia conocida como "Hechos de los Apóstoles") hasta sus días, teniendo en cuenta los siguientes aspectos:

  1. la sucesión de los obispos en los sínodos principales;
  2. la historia de los Doctores de la Iglesia;
  3. la historia de las herejías;
  4. la historia de los judíos;
  5. las relaciones con los paganos;
  6. el martirologio.

Agrupó su material de acuerdo con los reinados de los emperadores, presentándolo tal como lo encontró en sus fuentes. El contenido consistía en:

Tal como llegó a nosotros, la obra se concluyó antes de la muerte de Crispo, en julio del 326, y desde el Libro X que se dedicaba aPaulino de Tiro que murió antes del 325, al final del 323 o en el 324. Este trabajo es realmente impresionante para la investigación que exigía y debió haberle ocupado por varios años. Su martirologio fue uno de los estudios preparatorios para su obra.

La autenticidad de la Historia de la Iglesia de Eusebio no está cuestionada. Los descubrimientos recientes van revelando la forma responsable, cuidada e inteligente en que las bibliotecas de Cesarea y Jerusalén era administradas.

En uno de los pasajes de su obra, Eusebio declara que las calamidades sufridas por el pueblo judío se debían al papel que éstos jugaron en la muerte de Jesús. Este pasaje ha sido usado a lo largo de la historia, para atacar tanto a judíos como a cristianos.

desde ese tiempo que las rebeliones, guerras y conspiraciones dañosas los siguió, a cada uno, en rápida sucesión, incesantemente, en la ciudades, en toda Judea, hasta que el sitio de Vespasiano los aplastó. Fue así que la venganza divina se cumplió para con los judíos por los crímenes que osaron perpetrar contra Cristo.
Eusebio de Cesarea, Historia de la Iglesia: Libro II, Capítulo 6: «Las desventuras que sucedieron a los judíos después de la injuria cometida contra Cristo». (Ver enlace original de CBN.org en la bibliografía).

Obras históricas menores

Antes de compilar su historia de la Iglesia, Eusebio trabajó en el martirologio del período primitivo y una biografía de Pánfilo. El martirologio no fue conservado en su totalidad, aunque se conserva todas sus partes. Contiene:

(1) una epístola de la congregación de Esmirna concerniente el martirio de Policarpo
(2) el martirio de Pionio;
(3) los martirios de Carpo, Papilo y Agatónica;
(4) el martirologio de las congregaciones de Vienne y Lyon (actual Francia);
(5) el martirio de Apolonio.

De la vida de Pánfilo sobrevive apenas un fragmento. Una obra sobre los mártires de Palestina fue hecho después del 311. Un gran número de fragmentos se encuentran diseminados por varios catálogos de leyendas, todavía por compilar. La vida de Constantino fue compilada después de la muerte del emperador y la elección de su hijo como uno de los augustos (co-emperadores romanos) en el337. Es más un panegírico, repleto de retórica, que una biografía, aunque tiene un gran valor histórico por los documentos que incorpora.

Apologías y obras dogmáticas [editar]

Entre las obras de carácter apologético o dogmático pertencen:

(1) La "Apología de Orígenes", cuyos primeros cinco libros pudieron haber sido escritos oír Pánfilo, en la prisión, asistido por Eusebio, según las palabras de Fotio. Eusebio escribió el sexto libro después de la muerte de Pánfilo. Existe actualmente una traducción en latín del primer libro, hecha por Rufino.
(2) Un tratado contra Hiérocles de Alejandría, (gobernador romano y filósofo neoplatónico), en el cual Eusebio rebatió la glorificación de Apolonio de Tiana hecha por Hiérocles. El trabajo se llamaba "Discurso de Amor a la Verdad" (en griego,Philalethes logos);
(3) y (4) dos obras importantes, relacionadas la una con la otra, conocidas por los nombres en latín Praeparatio evangelica yDemonstratio evangelica, la primera trata de demostrar la excelencia del cristianismo sobre todas las religiones y filosofías paganas. La Praeparatio consistía originalmente de veinte libros de los cuales han sido preservados diez completamente, además de un fragmento del décimo-quinto libro. Eusebio consideraba su obra como una introducción a la cristiandad para los paganos. El trabajo fue completado probablemente antes del 311.
(5) en otro texto, con origen en el período de las persecuciones, entitulado "Extractos Proféticos" (Eklogai prophetikai), discute en cuatro libros los textos mesiánicos de las Escrituras.
(6) el tratado "De la Manifestación Divina" (Peri theophaneias), , escrito yá posteriormente a estos, trata de la encarnación delLogos Divino, siendo, en varios aspectos, idéntico a su Demonstratio evangelica. De esta obra sólo quedan fragmentos.
(7) el polémico tratado "Contra Marcelo", escrito alrededor del 337;
(8) un suplemento al trabajo anterior, intitulado "De la Teología de la Iglesia", donde defiende la doctrina nicena del Logos, contra el partido de Atanasio.

Un gran número de escritos que pertenecen a esta categoría, están completamente perdidos hasta la fecha.

Obras exegéticas y otras

De las obras exegéticas de Eusebio no nos llegó nada en su forma original. Los llamados "comentarios" se basaban en manuscritos posteriores copiados de esa serie de escritos. Una obra más completa, de naturaleza exegética, preservado apenas en fragmentos, se intitula "Sobre las Diferencias de los Evangelios" y fue escrito con el deseo de armonizar las contradicciones en los relatos de los diferentes evangelistas. Fue también con propósitos exegéticos que Eusebio escribió sus tratados de arqueología bíblica:

(1) una obra sobre los equivalentes en griego de los nombres de familia hebreos.
(2) una descripción de la antigua Judea, con una relación de la distribución de las diez tribus.
(3) un plano de Jerusalén y del Templo de Salomón.

Estos tres tratados están perdidos. Una obra intitulada "Sobre los Nombres de los Lugares en las Sagradas Escrituras" sobrevivió hasta nuestros días.

Aún así, se debe hacer mención de los discursos y sermones, algunos de los cuales han sido preservados hasta hoy día, como es el ejemplo de un sermón para la congregación de la iglesia de Tiro, y un discurso para el trigésimo aniversario del reinado deConstantino I 336. De las cartas de Eusebio, quedan apenas algunos fragmentos.

Comentarios concernientes a Eusebio

Su doctrina

Del punto de vista dogmático, Eusebio se apoya totalmente en Orígenes. Tal como este teólogo, partió de la idea fundamental de la soberanía absoluta (monarquía) de Dios. Dios es la causa de todos los seres. Pero no es, meramente, una causa; en Él, todo lo bueno está incluido; de Él, toda la Vida se origina; y es el origen de toda Virtud. Es el Dios Supremo, al cual, Cristo está sujeto como Dios segundo (secundario). Dios envió a Cristo al mundo para que éste participase de las gracias incluidas en la esencia divina. Cristo es la única criatura realmente buena, poseyendo la imagen de Dios, y siendo un rayo de luz eterna; esta comparación con el rayo de luz es, no obstante, de tal forma limitada que Eusebio necesita, enfatizar expresamente la auto-existencia de Jesús.

Eusebio trata, así, de enfatizar la diferencia de las Personas de la Trinidad, manteniendo la subordinación de Jesús a Dios (Eusebio nunca aplica a Jesús el término theos) porque, según él, todo lo que está defendido por otra parte es sospechado de politeísmo o desabelismo. Cree que Jesús es una criatura de Dios cuya generación (creación) ocurrió antes del Tiempo. Jesús es, por su actividad, el órgano de Dios, el creador de la vida, el principio de todas las revelaciones divinas, que, en su carácter absoluto está entronado sobre toda la creación. Este Logos Divino asumió un cuerpo humano sin que su ser fuese en ninguna manera alterado. La relación del Espíritu Santo con la Santísima Trinidad es explicada por Eusebio en términos similares a relación entre el Padre y el Hijo. Nada de lo que es presentado en esta doctrina es original de Eusebio, todo remetiendo para la teología de Orígenes. La falta de originalidad de Eusebio se revela en el hecho de que nunca presentó sus propias ideas de forma sistemática.

Excelencia y limitaciones

Las limitaciones de Eusebio están íntimamente relacionadas con sus mejores dotes. En su época fue justamente considerado como el más instruido de sus contemporáneos. Una lista de los documentos que usó para su Historia de la Iglesia bastaría para percibir la magnitud del trabajo hecho para organizar y analizar todo ese acervo de material. No obstante, el conocimiento de Eusebio no se puede comparar con el de Orígenes. Este último fue un espíritu productivo, mientras que Eusebio fue un compilador de escritos. Eusebio se distingue, no obstante, por el cuidado con el que elaboró su obra. Un hombre como él, sin duda alguna, se encontraba en una época cuando las naciones bárbaras comenzaron a invadir en masa a la Iglesia. En el período que siguió, nadie lo suplantó en erudición. Los historiógrafos eclesiásticos fueron capaces de copiarlo, pero no superaron su puesto.

Edward Gibbon, gran historiador de la caída del Imperio Romano, lo criticó duramente acusándolo de parcialidad en su Historia Eclesiástica, que según él era producto de un panegirista palaciego.

Bibliografía

Nota de traducción

Este artículo fue traducido del artículo portugués de Wikipedia, que a su vez se basa en un artículo de la Wikipedia inglés, el cual fue escrito basándose en el artículo de "Schaff-Herzog Encyclopedia of Religion", con alteraciones pertinentes para acaparar al lector hispanohablante de la Wikipedia en español.

Enlaces externos

Fuente: Wikipedia

sábado, 31 de mayo de 2008

San Juan Crisóstomo

San Juan Crisóstomo
 

 
 
Juan Crisóstomo o de Antioquia (Antioquía, Siria; (347) – 14 de septiembre de 404) fue un religioso ortodoxo, patriarca de Constantinopla, es considerado por la Iglesia católico-romana uno de los cuatro originales Doctores de la Iglesia del Oriente, y por su propia Iglesia, la iglesia ortodoxa Griega uno de los más grandes teólogos y uno de los tres Pilares de la Iglesia, juntamente con Basilio y Gregorio.
 
Fue un excelso predicador que por sus discursos públicos y por su denuncia de los abusos de las autoridades imperiales y de la vida licenciosa del clero recibió el sobrenombre de “Crisóstomo” que proviene del griego chrysóstomos (χρυσόστομος) y significa ‘boca de oro’ (chrysós, ‘oro’, stomos, ‘boca’). (1)
 
A este santo arzobispo de Constantinopla, la gente le puso el apodo de "Crisóstomo" que significa: "boca de oro", porque sus predicaciones eran enormemente apreciadas por sus oyentes. Es el más famoso orador que ha tenido la Iglesia. Su oratoria no ha sido superada después por ninguno de los demás predicadores.
 
Nació en Antioquía (Siria) en el año 347. Era hijo único de un gran militar y de una mujer virtuosísima, Antusa, que ha sido declarada santa también.
 
A los 20 años Antusa quedó viuda y aunque era hermosa renunció a un segundo matrimonio para dedicarse por completo a la educación de su hijo Juan.
 
Desde sus primeros años el jovencito demostró tener admirables cualidades de orador, y en la escuela causaba admiración con sus declamaciones y con las intervenciones en las academias literarias. La mamá lo puso a estudiar bajo la dirección de Libanio, el mejor orador de Antioquía, y pronto hizo tales progresos, que preguntado un día Libanio acerca de quién desearía que fuera su sucesor en el arte de enseñar oratoria, respondió: "Me gustaría que fuera Juan, pero veo que a él le llama más la atención la vida religiosa, que la oratoria en las plazas".
 
Juan deseaba mucho irse de monje al desierto, pero su madre le rogaba que no la fuera a dejar sola. Entonces para complacerla se quedó en su hogar pero convirtiendo su casa en un monasterio, o sea viviendo allí como si fuera un monje, dedicado al estudio y la oración y a hacer penitencia.
 
Cuando su madre murió se fue de monje al desierto y allá estuvo seis años rezando, haciendo penitencias y dedicándose a estudiar la S. Biblia. Pero los ayunos tan prolongados, la falta total de toda comodidad, los mosquitos, y la impresionante humedad de esos terrenos le dañaron la salud, y el superior de los monjes le aconsejó que si quería seguir viviendo y ser útil a la sociedad tenía que volver a la ciudad, porque la vida de monje en el desierto no era para una salud como la suya.
 
El llegar otra vez a Antioquía fue ordenado de sacerdote y el anciano Obispo Flaviano le pidió que lo reemplazara en la predicación. Y empezó pronto a deslumbrar con sus maravillosos sermones. La ciudad de Antioquía tenía unos cien mil cristianos, los cuales no eran demasiado fervorosos. Juan empezó a predicar cada domingo. Después cada tres días. Más tarde cada día y luego varias veces al día. Los templos donde predicaba se llenaban de bote en bote. Frecuentemente sus sermones duraban dos horas, pero a los oyentes les parecían unos pocos minutos, por la magia de su oratoria insuperable. La entonación de su voz era impresionante. Sus temas, siempre tomados de la S. Biblia, el libro que él leía día por día, y meditaba por muchas horas. Sus sermones están coleccionados en 13 volúmenes. Son impresionantemente bellos.
 
Juan Crisóstomo escribe: “Aprended a cantar salmos (psallein), y apreciará el placer de la actividad. Pues, se llenan del Espíritu Santo los que cantan (psallontes), tal y como se llenan de un espíritu inmundo los que cantan odas satánicas. ¿Qué significa “al Señor en vuestros corazones”? Quiere decir: prestar atención con enten­dimiento. Los que no prestan atención cantan (psallousi) meramente, haciendo sonar las palabras mientras vaga por otros lugares su corazón” (Homilía XIX).
 
-Observación: En Efesios 5:19, “psallousi” quiere decir, según Juan Crisóstomo, griego del Siglo IV d.C., “haciendo sonar las palabras”. Su explicación confirma la conclusión nuestra ya planteada, a saber, que en el Nuevo Testamento, “psallousi” puede significar “cantar”, sin implicar el acompañamiento de instrumentos musicales.
 
En sus comentarios sobre el Salmo 41:2-3, Crisóstomo escribe: “En todo lugar y a toda hora se puede cantar (psallein) con el entendimiento… Si tiene usted un oficio, puede cantar (psallein) sentado en el lugar donde trabaja o mientras trabaja. Puede uno hacer melodía (alabar o cantar –psallein) en su mente sin usar la voz. Pues, no hacemos melodía para los hombres, sino para Dios quien es capaz de escuchar el corazón”.
 
-Tomemos nota: ¡No en “todo lugar y a toda hora” puede uno tocar instrumentos, pero sí, puede cantar en “todo lugar y a toda hora”! Según Crisóstomo, las alabanzas no son para los hombres sino para Dios. La música instrumental agrada a los hombres. En cambio, la espiritual, la del corazón, agrada no solo a los adoradores espirituales sino también a Dios.
 
En su obra “Sobre el Salmo 150”, Crisóstomo escribe: “Por lo tanto, como los judíos recibieron mandamiento de alabar a Dios con todos los instrumentos de música, asimismo hemos recibido mandamiento de alabarle con nuestros miembros –el ojo, la lengua, el oído, la mano. Esto Pablo lo hace obvio cuando dice: ‘Presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro servicio racional’. Alaba el ojo cuando no ve con lujuria, la lengua cuando canta (psalle). El oído cuando no escucha canciones malas y acusaciones contra el vecino, la mente cuando no maquina traición, mas abunda en amor; los pies cuando no corren para hacer la maldad sino para llevar a cabo buenas obras, las manos cuando se levantan, no para robar y acaparar y golpear, sino para dar limosnas y para proteger a los que sufren ofensas. Entonces, el hombre llega a ser una lira melodiosa, ofreciendo a Dios una melodía armoniosa y espiritual. Aquellos instrumentos fueron permitidos a causa de la debilidad de la gente para adiestrarles en el amor y la armonía”.
 
Refiriéndose al Salmo 149, Crisóstomo dice que la música instru­mental “le fue permitida a los judíos, como también los sacrificios, debido a la pesadez y lo grosero de sus almas. Dios se la permitió a causa de la flaqueza de ellos porque no hacía mucho que habían sido librados de los ídolos. Mas ahora, en lugar de órganos, podemos usar nuestros cuerpos para alabarle como es debido”.

 
Dios permite la tentación para probarnos. Jesucristo mismo quiso ser tentado por el demonio, pero Él lo rechazó: “Apártate, Satanás…” (Mateo 4,10). Con la gracia de Dios siempre podemos vencer la tentación. Cuando llega, debemos orar y resistir: orar siguiendo el consejo que nos dio Jesucristo: “Velad y orad para no caer en tentación” (Mateo 26,41), y resistir valientemente huyendo de la ocasión y de quien nos induce a pecar.
 
El pecado, ofensa a Dios
 

«Se cuenta de San Juan Crisóstomo que “Arcadio, emperador de Constantinopla, instigado por su esposa Eudoxia, quiso castigar al santo. Cinco jueces propusieron diversos castigos: Mandadlo al desierto, dijo uno. Quitarle los bienes, añadió otro. Metedlo en la cárcel cargado de cadenas. Quitadle la vida. El último, por fin, dijo al emperador: Si lo mandáis al destierro estará contento, sabiendo que en todas partes tiene a Dios; si lo despojáis de sus bienes, no se los quitáis a él sino a los pobres; si lo encerráis en un calabozo, besará las cadenas; si lo condenáis a muerte, le abrís las puertas del cielo… Hacedle pecar: No teme más que al pecado”.
 
Deberíamos preguntarnos si, como San Juan Crisóstomo, tenemos al pecado como al peor mal.» (2)
 
Aunque «san Juan Crisóstomo recibe el calificativo de mártir, pero si bien no sufrió un martirio violento, no es menos cierto que fue testigo de Cristo y que fue su fidelidad al Maestro lo que le llevó al destierro y a numerosas penalidades y sufrimientos que le acarrearon la muerte. Enfrentarse al poder imperial, sobre todo al de la emperatriz Eudoxia, lleva a nuestro santo a este final. El Imperio romano de Oriente no es ya oficialmente el imperio pagano perseguidor de la Iglesia. Desde el reinado de Teodosio, el cristianismo es la religión oficial del Estado. Se crea así un espejismo, repetido muchas veces a lo largo de la Historia: el de un cristianismo protegido y tutelado por las autoridades civiles. Instrumentalización y cesaropapismo. Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla, no está dispuesto a que la voz de la Iglesia sea silenciada o manipulada en la nueva situación. Y el poder establecido responderá en todas las épocas siempre con la misma táctica: no atacará a la Iglesia como tal institución sino a las personas que la representan; desvinculará a la persona de la institución para poner en duda su legitimidad… Se empleó esta tácticas incluso contra Papas, ¿por qué no se emplearía contra un arzobispo de Constantinopla, que empleaba la denuncia profética contra injusticias de todo tipo, y por qué no buscar entre otros miembros de la jerarquía y del clero a hombres que descalificaran la actuación de Juan Crisóstomo?
 
De muchos santos se recuerdan sus últimas palabras, y en el caso de aquel arzobispo de Constantinopla, éstas fueron: “¡Gloria a Dios sobre todas las cosas!”. Para Dios, toda la gloria. Dios, en primer lugar, pues la gloria del ser humano es enteramente tributaria de la gloria divina. Reconocer la gloria de Dios no es empequeñecer al hombre sino acogerse a la fe y recordar que procede de Dios, que está hecho a su imagen y semejanza. La dignidad humana no sufre por el reconocimiento de la gloria de Dios. Es el reconocimiento de una verdad, aunque esa verdad no sea comprendida por todos. Juan Crisóstomo se entrega a Dios desde su juventud, desde su bautismo a los dieciocho años de edad. Su talento natural para la oratoria se ajustó a la búsqueda de la gloria de Dios. Sermones, escritos diversos y cartas del hombre de la “boca de oro” (Crisóstomo, en griego) no tienen otro objeto que la gloria de Dios. Era un heredero de la retórica griega clásica pero la elevó hasta cumbres no alcanzadas en mucho tiempo –eran cumbres alcanzadas por el Espíritu- sólo por el hecho de que todo lo hacía por la gloria de Dios. Esta adhesión a la gloria divina fue sellada también con la cruz. Llama la atención que sus perseguidores lo arrestaran la víspera de la Pascua del año 404. Juan Crisóstomo debía pasar, al igual que Cristo, por el sufrimiento para entrar después en la gloria.
 
Quizás esos perseguidores buscaran privarle de la alegría de celebrar la Pascua con sus fieles, pero erraban por completo si tales eran sus cálculos. Quien ha configurado su vida con la gloria de Dios, quien busca hacer su voluntad e identificarse con su Hijo, puede ser privado del Pan y de la Palabra, en sentido físico o material. Será una situación dolorosa para él, pero esto no le privará de Dios, pues nada puede atentar contra su libertad interna, pues es una libertad que sólo le debe a Cristo. Nada material puede encarcelar su espíritu; tampoco el exilio o la soledad forzada que fue lo que se empleó contra Juan Crisóstomo. Quien lleva a Dios dentro de sí y quien sólo vive para su gloria, encuentra a Dios en todas partes y en toda circunstancia. El exilio elegido por los enemigos del santo son los límites del mundo conocido hasta entonces, el Ponto Euxino, las orillas del Mar Negro que desde la más remota antigüedad simbolizaban para los griegos un mundo hostil. Juan Crisóstomo no regresará nunca a su diócesis de Constantinopla y sus guardianes le harán más dura su condición de exiliado. Muere, sin embargo… Poco después, sus restos serían conducidos a Constantinopla y su imagen sería rehabilitada incluso por sus propios perseguidores. Pero la imagen verdadera, la que perdura de Juan Crisóstomo es la del cristiano fiel, el que busca, ante todo, la gloria de Dios.»(3)
 
«Crisóstomo, cuando él escribió contra el ambiente de la cultura pagana de su tiempo, comentó que sus ídolos,“aunque mudos en sí mismos, tenían con todo sus oráculos y profetas y augures, quienes aparentaban tener dones espirituales, como la pitonisa de Delfos; pero no se engañen —advirtió—, los dones de ellos se pueden distinguir fácilmente de los de nosotros»(4)
 
El pueblo le escuchaba emocionado y de pronto estallaba en calurosos aplausos, o en estrepitoso llanto el cual se volvía colectivo e incontenible. Los frutos de conversión eran visibles.
 
El emperador Teodosio decretó nuevos impuestos. El pueblo de Antioquía se disgustó y por ello armó una revuelta y en el colmo de la trifulca derribaron las estatuas del emperador y de su esposa y las arrastraron por las calles. La reacción del gobernante fue terrible. Envió su ejército a dominar la ciudad y con la orden de tomar una venganza espantosa. Entre la gente cundió la alarma y a todos los invadió el terror. El Obispo se fue a Constantinopla, la capital, a implorar el perdón del airado emperador y las multitudes llenaron los templos implorando la ayuda de Dios.
 
Y fue entonces cuando Juan Crisóstomo aprovechó la ocasión para pronunciar ante aquel populacho sus famosísimos "Discursos de las estatuas" que conmovieron enormemente a sus miles de oyentes logrando conversiones. Esos 21 discursos fueron quizás los mejores de toda su vida y lo hicieron famoso en los países de los alrededores. Su fama llegó hasta la capital del imperio. Y el fervor y la conversión a que hizo llegar a sus fieles cristianos, obtuvieron que las oraciones fueran escuchadas por Dios y que el emperador desistiera del castigo a la ciudad.
 
En el año 398, habiendo muerto el arzobispo de Constantinopla, le pareció al emperador que el mejor candidato para ese puesto era Juan Crisóstomo, pero el santo se sentía totalmente indigno y respondía que había muchos que eran más dignos que él para tan alto cargo. Sin embargo el emperador Arcadio envió a uno de sus ministros con la orden terminante de llevar a Juan a Constantinopla aunque fuera a la fuerza. Así que el enviado oficial invitó al santo a que lo acompañara a las afueras de la ciudad de Antioquía a visitar las tumbas de los mártires, y entonces dio la orden a los oficiales del ejército de que lo llevaran a Constantinopla con la mayor rapidez posible, y en el mayor secreto porque si en Antioquía sabían que les iban a quitar a su predicador se iba a formar un tumulto inmenso. Y así fue que tuvo que aceptar ser arzobispo.
 
Apenas posesionado de su altísimo cargo lo primero que hizo fue mandar quitar de su palacio todos los lujos. Con las cortinas tan elegantes fabricaron vestidos para cubrir a los pobres que se morían de frío. Cambió los muebles de lujo por muebles ordinarios, y con la venta de los otros ayudó a muchos pobres que pasaban terribles necesidades. El mismo vestía muy sencillamente y comía tan pobremente como un monje del desierto. Y lo mismo fue exigiendo a sus sacerdotes y monjes: ser pobres en el vestir, en el comer, y en el mobiliario, y así dar buen ejemplo y con lo que se ahorraba en todo esto ayudar a los necesitados.
 
Pronto, en sus elocuentes sermones empezó a atacar fuertemente el lujo de las gentes en el vestir y en sus mobiliarios y fue obteniendo que con lo que muchos gastaban antes en vestidos costosísimos y en muebles ostentosos, lo empezaran a emplear en ayudar a la gente pobre. El mismo daba ejemplo en esto, y la gente se conmovía ante sus palabras y su modo tan pobre y mortificado de vivir.
 
En aquellos tiempos había una ley de la Iglesia que ordenaba que cuando una persona se sentía injustamente perseguida podía refugiarse en el templo principal de la ciudad y que allí no podían ir las autoridades a apresarle. Y sucedió que una pobre viuda se sintió injustamente perseguida por la emperatriz Eudoxia y por su primer ministro y se refugió en el templo del Arzobispo. Las autoridades quisieron ir allí a apresarla pero San Juan Crisóstomo se opuso y no lo permitió. Esto disgustó mucho a la emperatriz. Y unos meses más tarde Eudoxia peleó con su primer ministro y se propuso echarlo a la cárcel. Él corrió a refugiarse en el templo del arzobispo y aunque la policía de la emperatriz quiso llevarlo preso, San Juan Crisóstomo no lo permitió. El ministro que antes había querido llevarse prisionera a una pobre mujer y no pudo, porque el arzobispo la defendía, ahora se vio él mismo defendido por el propio santo. Eudoxia ardía de rabia por todo esto y juraba vengarse pero el gran predicador gritaba en sus sermones: "¿Cómo puede pretender una persona que Dios le perdone sus maldades si ella no quiere perdonar a los que le han ofendido?"
 
Eudoxia se unió con un terrible enemigo que tenía Crisóstomo, y era Teófilo de Alejandría. Este reunió un grupo de los que odiaban al santo y entre todos lo acusaron de un montón de cosas. Por ej. Que había gastado los bienes de la Iglesia en repartir ayudas a los pobres. Que prefería comer solo en vez de ir a los banquetes. Que a los sacerdotes que no se portaban debidamente los amenazaba con el grave peligro que tenían de condenarse, y que había dicho que la emperatriz, por las maldades que cometía, se parecía a la pérfida reina Jetzabel que quiso matar al profeta Elías, etc., etc.
 
Al oír estas acusaciones, el emperador, atizado por su esposa Eudoxia, decretó que Juan quedaba condenado al destierro. Al saber tal noticia, un inmenso gentío se reunió en la catedral, y Juan Crisóstomo renunció uno de sus más hermosos sermones. Decía: "¿Qué me destierran? ¿A qué sitio me podrán enviar que no esté mi Dios allí cuidando de mí? ¿Qué me quitan mis bienes? ¿Qué me pueden quitar si ya los he repartido todos? ¿Qué me matarán? Así me vuelvo más semejante a mi Maestro Jesús, y como El, daré mi vida por mis ovejas..."
 
Ocultamente fue enviado al destierro, pero sobrevino un terremoto en Constantinopla y llenos de terror los gobernantes le rogaron que volviera otra vez a la ciudad, y un inmenso gentío salió a recibirlo en medio de grandes aclamaciones.
 
Eudoxia, Teófilo y los demás enemigos no se dieron por vencidos. Inventaron nuevas acusaciones contra Juan, y aunque el Papa de Roma y muchos obispos más lo defendían, le enviaron desterrado al Mar Negro. El anciano arzobispo fue tratado brutalmente por algunos de los militares que lo llevaban prisionero, los cuales le hacían caminar kilómetros y kilómetros cada día, con un sol ardiente, lo cual lo debilitó muchísimo. El trece de septiembre, después de caminar diez kilómetros bajo un sol abrasador, se sintió muy agotado. Se durmió y vio en sueños que San Basilisco, un famoso obispo muerto hacía algunos años, se le aparecía y le decía: "Animo, Juan, mañana estaremos juntos". Se hizo aplicarlos últimos sacramentos; se revistió de los ornamentos de arzobispo y al día siguiente diciendo estas palabras: "Sea dada gloria a Dios por todo", quedó muerto. Era el 14 de septiembre del año 404.
 
Eudoxia murió unos días antes que él, en medio de terribles dolores.
 
Al año siguiente el cadáver del santo fue llevado solemnemente a Constantinopla y todo el pueblo, precedido por las más altas autoridades, salió a recibirlo cantando y rezando
 
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Fuente:
 

  • Editorial La Paz,
http://www.editoriallapaz.org/padres_iglesia_Juan_Crisostomo.htm
  • http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Juan_Crisostomo.htm
  • Notas:

     
    1
    http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Cris%C3%B3stomo
     
    2 http://www.educa.aragob.es/aplicadi/valores/vavc42.htm
     
    3 http://www.archimadrid.es/espiritualidad/00secciones/santo.htm
     
    4 Artículo titulado “En mi nombre hablarán nuevas lenguas (IV)”, publicado en el portal cristiano Lasteologias,
    http://lasteologias.wordpress.com/en-mi-nombre-hablaran-nuevas-lenguas-iv/

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