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lunes, 9 de junio de 2008

Moisés

Moisés

Moisés
Patriarca de Israel
Precedido por Abraham
Sucedido por Josué
Profeta del Islam
Precedido por Noé
Sucedido por Josué
Mensajero de Dios de la Fe Bahai
Precedido por Abraham
Sucedido por Gautama Buda
Moisés con las tablas de la Ley, por Rembrandt.

Moisés con las tablas de la Ley, por Rembrandt.
Moisés, obra de José de Ribera
Moisés, obra de José de Ribera
Para otros usos de este término véase Moisés (bebé).

Ver Moisés

Moisés o Moshé (hebreo: מֹשֶׁה‎, Moshé (salvado de las aguas), en Hebreo tiberiano Mileh, en árabe موسىٰ, Mūsa), hijo de Amram y su mujer Iojebed. Es definido por la Torá como el encomendado de Hashem para liberar al Bíblico Pueblo Hebreo de la esclavitud en Egipto y como su máximo profeta y legislador. Moisés fue un importante profeta para el judaísmo, así como en el cristianismo y el Islam. No existen datos históricos que fundamenten la existencia real de Moisés, pues todas las referencias a él son muy posteriores, cuando ya se había formado el judaísmo.

La Torá narra como Moisés lideró junto a su hermano Aarón la salida de los Hebreos de Egipto y recibió la Torá de manos de Dios -tras haberle sido dictada por inspiración divina- en el monte Sinaí. La Torá comprende la historia de la vida de Moisés y de su pueblo hasta su muerte a la edad de 120 años, que según algunos cálculos exegéticos tuvo lugar en el año judío de 2488, o 1272 a. C. De hecho, la expresión "que viva usted hasta los 120" ha sido siempre una bendición común entre los judíos.

El nacimiento de Moisés ocurrió en circunstancias en las cuales el monarca egipcio de la época había ordenado que todos los niños varones que tuviesen los esclavos hebreos fueran arrojados al Nilo. La Torá no especifica la identidad de este Faraón, pero se cree que pudo ser Ramsés II, aunque también se han sugerido otros faraones anteriores.

Iojebed, esposa (y tía paternal) del levita Amram, dio a luz a un hijo varón al que, según el Talmud, llamó Iekutiel, y le mantuvo escondido durante tres meses. Cuando no pudo mantenerlo oculto durante más tiempo, en lugar de entregarlo a los soldados egipcios lo colocó a la deriva del Nilo en una pequeña cesta embadurnada con barro en su interior y brea en el exterior, para hacerla impermeable. La hija del faraón, llamada Batia en el Talmud, descubrió al bebé, lo adoptó como su hijo, y lo llamó Moisés, que significa "salvado de las aguas".

Teorías sobre el origen de su nombre

Según el relato bíblico, la hermana de Moisés, Míriam, observó la trayectoria de la pequeña cesta y ella pudo haber sugerido el nombre hebreo Moshé. A la vez Mse significa "hijo" en egipcio antiguo [ej: Ramsés (hijo de Ra)]. Yosef bar Mattityahu (Flavio Josefo) da otra versión (en "Antigüedades judías"): Mo = "agua"; Uses = "salvado de", que coincide exactamente con el sentido del nombre explicado por la Torá.

Crianza en Egipto

Miriam preguntó a la princesa Batia si le gustaría que una mujer hebrea cuidara al bebé. Entonces Iojebed se hizo cargo del niño y lo amamantó durante dos años. Cuando Moisés creció, fue entregado nuevamente a la hija del faraón.

Cuenta la tradición oral recopilada en la Mishná que a la edad de tres años, Moisés estaba sentado a la mesa junto a sus abuelos adoptivos -el faraón y su esposa-, la princesa Batia y los ministros. Moisés bajó del regazo de Batia y caminó hacia el rey. Levantó su corona y la colocó sobre su propia cabeza. Uno de los consejeros del faraón, Bilam, exclamó que se trataba de una acción profética y que Moisés le arrebataría el trono. Por tal motivo, otro ministro sugirió una prueba, sugiriendo que si se colocase enfrente del niño un diamante y un carbón ardiente, se podría determinar su verdadera astucia. Moisés agarró el carbón ardiente, lo colocó en su boca y, como resultado, quemó sus labios y lengua. De ahí en más, le fue dificultoso hablar, una característica que está mencionada en la Torá. Por tal motivo, la tradición oral determina que el pueblo hebreo, a sabiendas de la incapacidad de Moisés para la oratoria, comprendió que su líder sólo podía dirigirse a ellos por una influencia divina.

Cuando Moisés se hizo adulto, visitaba asiduamente a sus hermanos esclavos. Al ver cómo un capataz egipcio golpeaba brutalmente a un supervisor hebreo de nombre Datán, mató al egipcio y ocultó su cuerpo bajo la arena, esperando que nadie estuviera dispuesto a revelar algo sobre el asunto. Al día siguiente, vio a Datán peleando con su hermano Avirám e intentó separarlos. Los dos hermanos, enojados por el entrometimiento de Moisés, lo delataron al faraón y este tuvo que huír de Egipto.

Exilio personal

En una de sus exégesis,Najmánides señala que transcurrió un período prolongado entre la partida de Moisés de Egipto y su arribo a Midián.

Allí trabajó para Reuel, Itró (Hebreo: יִתְרוֹ, sacerdote) de Midián, con cuya hija Tziporá se casó más tarde. Allí trabajó durante cuarenta años como pastor, tiempo durante el cual nació su hijo Gershom.

Moisés hace manar agua de una piedra (Bacchiacca)
Moisés hace manar agua de una piedra (Bacchiacca)

Revelación de la zarza ardiente

En cierta ocasión, Moisés llevó a su rebaño al monte Horeb y allí vio una zarza que ardía sin consumirse. Cuando se volvió a un lado para observar más de cerca aquella maravilla, Dios(o más exactamente un ángel de Dios) le habló desde la zarza, revelando su nombre (es decir su verdadero significado)a Moisés.

En la época del emperador Constantino, el monte Horeb fue identificado con el monte Sinaí, pero la mayoría de los expertos creen que se encontraba mucho más al norte.

Dios le dijo a Moisés que debía volver a Egipto y liberar a su pueblo de la esclavitud. Moises primeramente declaró a Jehová que el no era el candidato para realizar dicha obra encomendada, dado que al parecer padecía de tartamudez. Jehová le declaró que le proporcionaría el apoyo para su obra entregándole las herramientas adecuadas.

Moisés obedeció y regresó a Egipto, en donde fue recibido por Aarón, su hermano mayor, y organizó una reunión para avisar a su pueblo de lo que debían hacer. Al principio, Moisés no fué muy bien recibido; pero la opresión era grande y Moisés realizó señales para que su pueblo lo siguiera como un enviado de Dios.

Sin embargo lo más difícil fue persuadir al faraón para que dejase marchar a los hebreos. De hecho, estos no obtuvieron el permiso para partir hasta que Dios envió diez plagas sobre los egipcios. Estas plagas (palabra mal empleada, pues en el hebreo bíblico se habla más bien de "señales"), culminaron con la matanza de los primogénitos egipcios, lo cual causó tal terror entre los egipcios que ordenaron a los hebreos que se fueran.

Inicio del éxodo hebreo

La gran caravana de los hebreos se movía lentamente y tuvo que acampar hasta tres veces antes de dejar atrás la frontera egipcia, la cual se cree que estaba establecida en el Gran Lago Amargo. Otros han sugerido que como muy lejos estaría en la punta más septentrional del Mar Rojo (una mala traducción de la expresión hebrea Iam Suf, que significa Mar de las Cañas). Mientras tanto el faraón cambió de opinión y salió tras la pista de los hebreos con un gran ejército. Atrapados entre el ejército egipcio y el Mar Rojo, los hebreos se desesperaron, pero Dios dividió las aguas del mar por mediación de Moisés, permitiendo a los hebreos cruzarlo con seguridad. Cuando los egipcios intentaron seguirles, las aguas volvieron a su cauce ahogando a los egipcios.

Para conmemorar este evento se cantó un salmo entre todos los hebreos.

Travesía en el desierto

La travesía de la gran masa de personas fue dura y muchos empezaron a dar rumores y a murmurar contra sus líderes, aduciendo que era mejor estar bajo el yugo egipcio que padecer las penurias de la travesía. Moises realizó innumerables milagros para aplacar la dureza de la travesía.

Para alimentarlos, Dios hacía llover maná del cielo. Para beber, Moisés golpeó con su báculo una roca, asegurando que surgiría agua. Ya que tardó en salir y golpeó una segunda vez, Dios se enojó por su falta de fe y le castigó con no pisar la tierra prometida.

Al llegar a la ladera del monte Sinaí, Dios convocó a Moisés para dictarle las leyes que iba a imponer a su pueblo. Escribió en dos piedras llamadas tablas de la ley los diez mandamientos, diez leyes básicas de obligado cumplimiento para todo el pueblo hebreo. Además de ello, le dio una serie de leyes menores que deberían ser también observadas. Cuando Moisés bajó a notificar la noticia a su pueblo, descubrió que en su ausencia habían fundido todo el oro y habían construido un becerro de oro, representación del dios egipcio Apis y le veneraban. Moisés montó en cólera, arrojó a su pueblo las tablas de la ley (que se rompieron) y quemó la estatua de oro. Dios le volvió a dictar sus diez mandamientos y para transportar las sagradas escrituras, se construyó el arca de la alianza. Para portar dicha arca, se construyó el Tabernáculo, que sería el transporte del arca hasta que se llegara a la tierra prometida, donde se construiría un templo donde albergarla.

Dios al ver la dureza de corazón de su pueblo, prohibió la entrada de ellos a la tierra de promisión, incluyendo al mismo Moisés quien solo pudo verla desde lo alto de un monte. Finalmente, tras cuarenta años de vagar por el desierto, los hebreos de aquella generación murieron en el desierto: (Éxodo 16: 35; Números 14: 33, 34: Deuteronomio 1: 1-3; 2: 7; 8: 2, 4).

Una nueva generación de hebreos libres, nacidos en el éxodo, llegaron a la Tierra Prometida y entraron por fin a ella. Moisés, permaneció con aquellos que no iban a entrar a las tierras prometidas y sabiendo que no estaba lejos la hora de su muerte, le pasó el mando a Josué.

Cuando murió Moisés, a la edad de 120 años, fue llorado por su pueblo durante treinta días y treinta noches, su sepulcro jamás ha sido hallado.

Moisés en el judaísmo

Hay multitud de historias e información adicional sobre Moisés en las exégesis rabínicas conocidas como Midrash, así como en los textos más importantes de la ley oral judía, del Mishná y del Talmud .

Moisés en el cristianismo

Moisés, estatua del escultor Miguel Ángel
Moisés, estatua del escultor Miguel Ángel

Para los cristianos, Moisés – el personaje antiguo más mencionado en el Nuevo Testamento – es a menudo un símbolo del contraste entre el judaísmo tradicional y las enseñanzas de Jesús. Los escritores del Nuevo Testamento comparan las palabras y los hechos de Jesús con los de Moisés para explicar la misión de Jesús. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, por ejemplo, el rechazo de Moisés cuando los judíos adoraban al becerro de oro se compara con el rechazo a Jesús, también por parte de los judíos.

Moisés también figura en varios de los mensajes de Jesús. Cuando conoce al fariseo NicodemoEvangelio de San Juan, compara el alzado de la serpiente de bronce en el desierto, que cualquier hebreo podía mirar para ser curado, con su propia ascensión a los cielos (tras su muerte y resurrección) de modo que la gente lo vea y sea curada. En el sexto capítulo, Jesús responde a sus seguidores que Moisés hizo que cayera el maná en el desierto diciendo que no había sido él, sino Dios, quien había obrado el milagro. Llamándolo el "pan de la vida", Jesús afirma que ahora es él quien alimenta al pueblo de Dios. por la noche, en el tercer capítulo del

La iglesia católica lo venera como santo como a todos los patriarcas y profetas del antiguo testamento. ....

Moisés en el Islam

Artículo principal: Musa (profeta)

En el Corán, el libro sagrado del Islam, la vida de Moisés (Musa) se narra y se recuerda más que la de cualquier otro profeta reconocido por los musulmanes. Aunque el Corán reitera que es una figura principalmente judía, se encuentran pocas diferencias.

Origen de la Torá

Se ha asumido tradicionalmente que Moisés recibió de Dios y transcribió todos los textos de la Torá. Ésta sigue siendo la creencia de la mayoría de los cristianos y de la mayoría de los judíos ortodoxos. Sin embargo, los avances en la crítica textual han convencido a muchos expertos e historiadores de que estos textos, en la forma en que nosotros los conocemos actualmente, fueron tomados y adaptados de varias fuentes. Esta idea se discute en la hipótesis documental.

Moisés en la Historia

Los historiadores escépticos, generalmente conocidos como los "minimalistas bíblicos", sugieren que Moisés no existió nunca como figura histórica, y que el Éxodo es un mito. Por otra parte, los documentos históricos están tan fragmentados que los textos extrabíblicos que pudieran hablar de Moisés pueden haberse perdido para siempre en tiempos remotos. Por ejemplo, si el Éxodo tuvo lugar durante el fin de la era de los Hicsos en Egipto, tal y como afirman algunos expertos (siglo XVI a. C.), entonces sus documentos sobre Moisés probablemente habrían sido destruidos deliberadamente cuando los egipcios les expulsaron.

Las referencias adicionales sobre Moisés datan de muchos siglos después de la época en la que supuestamente vivió. Se desconoce si se basan únicamente en la tradición judía o si también han tomado aspectos de otras fuentes. Algunos como Flavio Josefo, Filón de Alejandría y Manetónsiglo III a. C., Manetón, un cronista y sacerdote heleno-egipcio, afirmó que Moisés no era judío, sino un sacerdote egipcio resentido, y que el Éxodo fue en realidad la expulsión de una colonia de leprosos. hablan de él. También existen, por supuesto, los relatos antes mencionadas en la Mishná y el Corán. En el

Incluso si Moisés se acepta como figura histórica, hay varios aspectos del relato bíblico que pueden ser reinterpretados. La teoría de Manetón de que Moisés era egipcio es absolutamente plausible. Se ha sugerido que pudo haber sido un noble o príncipe egipcio influenciado por la religión de Atón (véase la teoría de Freud más abajo), o simplemente un simpatizante de la cultura hebrea. Moisés es un nombre egipcio que significa "hijo" y se utilizó a menudo en los nombres de los faraones (como por ejemplo Tut-Moses). Los hebreos pudieron haber creado la historia a partir de los relatos de Sargón de Acad (mesopotámico) o Edipo (griego) para legitimar su creencia. Por otra parte, antiguamente las clases más bajas abandonaban a veces a sus hijos, y "Moshe" es una palabra hebrea (que significa "rescatado de las aguas").

Poner fecha al éxodo también ha sido un gran reto. Hay diferentes teorías:

  • Ocurrió alrededor del final de la era de los Hicsos, tal y como se dice más arriba;
  • Ocurrió alrededor del 1420 a. C., puesto que existen documentos sobre la invasión de Canaan por parte de los "habiru" cuarenta años más tarde - esta teoría casa bien con la idea actual de que el personaje histórico de Moisés era el décimo quinto príncipe del rey de Egipto del siglo XV a. C. llamado Ra-mose, que también desapareció de los expedientes egipcios alrededor de la época de la muerte de la reina (faraona) Hatshepsut.
  • O bien ocurrió durante el siglo XIII a. C., pues el faraón durante la mayoría de ese tiempo fue Ramsés II, el cual se considera habitualmente que fue el faraón con el cual se tuvo que enfrentar Moisés – conocido como "el faraón del Éxodo" o "el faraón opresor" de quien se dice haber comisionado a los hebreos "para construir las ciudades Pithom y Ramesés del tesoro de Faraón. " Estas ciudades se conocen por haber sido construidas bajo Seti I y Ramsés II, haciendo posiblemente a su sucesor Merneptah el "faraón del éxodo". Esto es considerada plausible por los datos de la estela del 5º año de Merneptah (1208 a. C.), narrando que "Israel está perdido, no queda ni la semilla", una propaganda encubriendo la pérdida de su propio ejército en el mar.
  • Una teoría más reciente y controvertida afirma que Moisés era un noble de la corte del faraón Akhenatón. Muchos estudiosos, desde Sigmund Freud hasta Joseph Campbell sugieren que Moisés pudo haber abandonado Egipto tras la muerte de Akhenatón (1358 a. C.) cuando las reformas monoteístas del faraón fueron rechazadas violentamente. Las principales ideas que apoyarían esta teoría serían que la religión monoteísta de Akenatón era la predecesora del monoteísmo de Moisés, y una colección contemporánea de las Cartas de Amarna escrita por los nobles para Akhenaton (Amarna fue la ciudad capital de Akhenaton). Dichos documentos describen bandas asaltantes de "Habiru" atacando territorios egipcios en Mesopotamia. (Transformations of Myth Through Time, Joseph Campbell, p. 87-90, Harper & Row)

Enlaces externos

Commons

Véase también


Predecesor:
fundador
Guía del pueblo de Israel
Sucesor:
Josué

sábado, 12 de abril de 2008

INTRODUCCIÓN AL LIBRO DEL GÉNESIS

INTRODUCCIÓN AL LIBRO DEL GÉNESIS

Moisés ben Najmán

Traducción del hebreo e introducción: L. Montblanch

Moisés ben Najmán, conocido también bajo el nombre de Bonastruc de Porta, pero mejor conocido por Najmánides o Rambán, nació en la ciudad de Gerona. La fecha exacta de su nacimiento no se conoce pero se cree que fue en el año 1195.

Se sabe poco de la ascendencia de Najmánides, aparte de que era el nieto de Isaac ben Reubén de Barcelona. Tampoco se dispone de mucha información referente a su infancia, juventud y carrera educativa. Sin embargo se sabe que entre sus maestros de Cábala estaban Rabí Judah ben Jaqar y Rabí Ezra o Azriel.

En cuanto a sus vínculos parentales, existen pruebas de que Ben Veniste de Porta era su hermano y que estaba emparentado (probablemente eran primos) con Rabí Jonah Gerundí autor del Libro del Arrepentimiento.

Najmánides tuvo tres hijos y uno de ellos murió, mientras él todavía vivía, un día de año nuevo. Es el tercer hijo, llamado también Najmán, a quien iban dirigidas las célebres cartas que le escribía su padre al final de su vida, cuando estaba en Palestina.

Entre sus descendientes se encuentran los célebres Rabí Leví ben Gershon y Rabí Simeón ben Durán. Como muchos de sus contemporáneos, entre ellos el célebre Maimónides, se sabe que Najmánides era médico.

Dos acontecimientos importantes ocurridos durante su vida parecen haber marcado considerablemente tanto su biografía como la historia del pueblo judío; se trata de la lucha acerba en la que Najmánides estuvo implicado en 1252 entre los que estaban en pro y los que estaban en contra de Maimónides. Najmánides intentó ser el conciliador de estas dos tendencias que enfrentaron al pueblo judío durante esta época. El segundo punto que tanta influencia tuvo en su propia vida, fue la famosa disputa de la que fue protagonista en Barcelona contra el converso Pablo Christiani. Esta disputa tuvo lugar en la corte del rey Jaime I de Aragón en 1263. Pablo acudió al Rey de Aragón para que ordenara a Najmánides que tomara parte en esta contienda pública, con la esperanza de que si conseguía probar la superioridad de su creencia, las masas de judíos establecidos en España se sentirían obligados a aceptar el Cristianismo. Ciertos autores cristianos mantuvieron que Pablo fue el vencedor mientras los autores judíos pretendían lo contrario. Sin embargo, a Najmánides le pareció conveniente publicar una defensa. Declararon que su obra contenía insultos y blasfemias en contra de la religión dominante y como castigo fue expulsado de España en 1264. De los tres años que siguieron no se tiene ninguna huella de Najmánides. Cuando en 1267 llegó a Palestina, donde vivió hasta su muerte, Najmánides tenía 70 años. Mantuvo una estrecha relación epistolar con su hijo. En una de sus cartas Najmánides describe la acción de gracias que hizo por haberse salvado y haber podido llegar sano y salvo a Palestina; también relata las deplorables condiciones en las que vivía. Parece haber sufrido mucho de la gran distancia que había entre él y su familia que tuvo que quedarse en España.

Durante esta época acabó el Comentario sobre el Pentateuco. El haber encontrado una gran corriente de gente que acudía a escuchar sus enseñanzas a Acre, donde se había establecido, debió ser muy gratificante para Najmánides. En sus clases hablaba de la Biblia basándose probablemente en su Comentario. Gracias a su gran influencia mucha gente se estableció en Palestina, lo cual contribuyó a traer nueva vida a un país que a su llegada, estaba tan desolado.

En una de sus notas introductorias, Najmánides deja muy claro un aspecto de su creencia. La Torá constituye para él la fuente de todo conocimiento y sabiduría que el hombre puede llegar a alcanzar. El estudiante de la Torá puede encontrar el conocimiento y la sabiduría por su propio estudio e inspiración o bien de boca a oído, transmitido de generación en generación empezando por el mismísimo Moisés que fue instruido oralmente por Dios. Con esto sólo basta para demostrar el valor que Najmánides atribuía al estudio de la Torá e ilustra además el sentido que daba a su propio comentario.

A pesar de que en 1270 Najmánides escribió a su hijo que partía hacia Hebrón donde tenía la intención de prepararse una tumba, el lugar en que descansa es desconocido. Las tradiciones difieren en cuanto a si es en Hebrón, Jerusalén o Acco. Ni siquiera se conoce con certeza la fecha de su muerte.

No obstante, existe una curiosa leyenda al respecto que insiste en el carácter misterioso de su desaparición. Esta historia se encuentra en el Shalsheleth haKabalah (1515-1587). Según esta tradición, el día que Rambán partió de España, sus alumnos le preguntaron como podrían saber el momento de su muerte; y Rambán contestó: «En el día de mi muerte aparecerá una grieta en la lápida de la tumba de mi madre. Este será el signo de que habré hecho el paso».

Unos cuantos años después de que Rambán hubiera salido de España, uno de sus alumnos descubrió una grieta en la lápida de la tumba de su madre...

INTRODUCCIÓN AL LIBRO DEL GÉNESIS

Moisés, nuestro maestro, escribió este libro, al igual que toda la Torá, de la boca del Santo bendito sea. Y se acepta que la escribió en el monte Sinaí, pues se le dijo allí: «Sube hacia mí, hacia la montaña y estate allí y te daré las Tablas de piedra y la Torá y el Mandamiento que he escrito para instruirles» (Ex. XXIV, 12).

«Las Tablas de piedra» son las Tablas y lo que está escrito en ellas, es decir las diez Palabras. «El Mandamiento» son todos los mandamientos, tanto positivos (harás) como negativos (no harás) y por último «La Torá», que incluye los relatos desde el principio del Génesis y guía a los hombres en el camino de la verdad.

También se ha dicho: descendiendo de la montaña escribió desde el principio de la Torá hasta el final del relato del Tabernáculo, y el final de la Torá lo escribió al cabo de cuarenta años, cuando dijo: «Coge este libro de la Torá y colocadlo al lado del Arca de la Alianza de YHWH vuestro Dios» (Dt. XXXI, 26). Y esto está de acuerdo con la enseñanza de que «la Torá ha sido dada por secciones» (Talmud, secc. Guittin, 60a).

Otros han dicho: «La Torá fue dada completa» (id.); toda fue escrita en el cuadragésimo año, cuando recibió la siguiente orden: «Escribíos este Cántico, enseñádselo a los hijos de Israel y ponedlo en su boca» (Dt. XXXI, 19). Y también se le ordenó: «Coged este libro de la Torá y colocadlo al lado del Arca de la Alianza de YHWH vuestro Dios». (Dt. XXXI, 26).

De todos modos hubiera sido conveniente que Moisés escribiese al principio del libro del Génesis: «Y Dios dijo todas estas cosas a Moisés en estos términos...» Sin embargo le interesaba escribir anónimamente y por eso lo hizo como si no hablase él mismo, al revés que los Profetas, que se mencionan a sí mismos. Por ejemplo Ezequiel: «Y la palabra de YHWH me fue dirigida diciéndome: ¡Hijo de hombre!» (Ez. III, 16 y 17); o Jeremías: «La Palabra de YHWH me fue dirigida en estos términos...» (Jer. I, 4). Así, nuestro maestro Moisés escribió la historia de las primeras generaciones al igual que su propio origen, historia y aventuras en tercera persona. Dirá por ejemplo: «Dios habló a Moisés en esto términos...» (Ex. VI, 2) como si hablara de otra persona. Por esta razón no es mencionado Moisés en la Torá hasta que nace y se le cita como si fuese otro el que hablara de él.

No obstante, no ha de ser para ti una dificultad al encontrar en el Deuteronomio que Moisés habla en primera persona como por ejemplo: «Y oré a YHWH diciendo...» (Dt. IX, 26) o «E imploré a YHWH » (Dt. III, 26) ya que se lee al principio de dicho libro: «He aquí las palabras que dijo Moisés a todo Israel» (Dt. I, 1); en este caso es como si refiriera las palabras tal como las había dicho él mismo.

La razón por la que toda la Torá ha sido escrita anónimamente es que ha precedido a la creación del mundo y, no es necesario decirlo, al nacimiento de nuestro maestro Moisés. Según lo que nos ha sido transmitido por Cábala: «La Torá ha sido escrita con fuego negro sobre fuego blanco» (Yerushalmi Seqalim, 6, 1), así pues Moisés era como un escriba copiando un texto antiguo. Por esta razón escribía anónimamente. He aquí, con toda claridad, la verdad: toda la Torá, desde el principio del Génesis hasta «A los ojos de todo Israel» (Dt. XXXIV, 12, último versículo del Pentateuco), fue dicha de la boca del Santo bendito sea a las orejas de Moisés, tal como está escrito: «De su boca me llegarán todas las palabras y yo mismo las escribo en el libro con tinta» (Jer. .XXXVI, 18).

El Santo bendito sea le instruyó en primer lugar acerca de la creación de los cielos y de la Tierra y la de todos sus ejércitos, es decir, de la creación de toda criatura, tanto las de lo alto como las de abajo. Le instruyó también acerca de todo lo que ha sido dicho por profecía sobre la obra del Carro Divino (maasé Mercabá) y sobre la obra del Principio (maasé Bereshit), al igual que de lo que ha sido transmitido en ellas a los sabios. Le enseño el origen de las cuatro fuerzas de aquí abajo: la mineral, la vegetal, el alma motriz (nefesh hatenuá) y el alma lógica (nefesh hamadberet). Acerca de cada una de ellas le fue dicho a nuestro Moisés su creación, su esencia, sus propiedades y sus acciones, y la aniquilación de las que son perecederas. Todo está escrito en la Torá, explícitamente o por alusión.

Nuestros maestros han dicho: «Cincuenta puertas de la inteligencia (biná) han sido creadas en el mundo y todas sus llaves menos una han sido transmitidas a Moisés» (Rosh hashana, 21b), según lo que está escrito: «Tú lo has hecho un poco disminuido con respecto a Dios» (Sal. VIII, 6). Cuando se dice que en la creación del mundo hay cincuenta puertas de la inteligencia, es como si se dijera que hay una puerta de la inteligencia en la creación de los minerales, en su fuerza y en su generación; y en la creación vegetal terrestre hay otra; y lo mismo respecto a la de los árboles, los animales, los pájaros, los reptiles y los peces. Y así hasta la creación de los que poseen el alma lógica (nefesh hamadberet), que contemplará el secreto del alma (nefesh), conocerá su esencia y su fuerza. En su palacio alcanzará aquello de lo que han hablado los sabios: «Si un hombre hubiera robado, lo sabría y le reconocería; si hubiera cometido adulterio, lo sabría y le reconocería; y si fuese sospechoso de impureza, lo sabría y le reconocería (hejalot)» y más aún, reconocería a cada uno de los maestros en magia. Desde allí se elevará hasta las esferas celestes, los cielos y sus ejércitos, pues en cada uno de ellos hay una puerta de la sabiduría (jokhmá) que no es como la sabiduría de los demás. El número de estas puertas ha sido transmitido por Cábala, a saber, cincuenta menos una. Tal vez haya una quincuagésima puerta en el conocimiento (yediá) del Creador bendito sea, pero no ha sido transmitida a ninguna criatura. No tengas en cuenta a aquellos que dicen: «cincuenta puertas han sido creadas en el mundo». La mayoría de los sabios dicen que la quincuagésima puerta no ha sido creada. Se hace alusión a este número en la Torá, en los cómputos del Omer (Lev. XXIII, 15 y 16) y en los del Jubileo (Lev. XXV, 8 a 10).

Expondré el secreto en mi Comentario, cuando por la voluntad del Santo bendito sea llegue al lugar correspondiente.

Y todo lo que ha sido transmitido a Moisés nuestro maestro por las puertas de la inteligencia, está escrito en la Torá, explícitamente o por alusión, en las palabras o en guematría o en la forma de las letras, ya sea que hayan sido trazadas en sus formas habituales o bien que estas formas hayan sido modificadas, como por ejemplo las letras deformadas, inclinadas y demás, o bien que lleven trazos o coronas.

Se ha relatado: «Cuando Moisés subió a las alturas encontró que el Santo bendito sea ataba unas coronas a las letras y le preguntó el porqué; le respondió: "vendrá un hombre que gracias a ellas dará multitud de explicaciones sobre las prácticas (halajá)". ¿Y cómo lo sabemos? Porque ha sido dicho: La regla (halajá) viene a Moisés del Sinaí». (Menajot, 29b). Estas alusiones no pueden ser comprendidas si no es por transmisión oral, como a Moisés, del Sinaí.

Se ha dicho en el Midrash Rabbá sobre el Cantar de los Cantares a propósito de Ezequías: «Él les mostró el libro de las coronas». Este libro es conocido y puede ser encontrado junto a cada hombre. En él se explica cuantas alef con coronas hay en la Torá, cuántas bet y lo mismo respecto a las restantes letras; se hace el cómputo de las coronas que corresponden a cada una de ellas. El elogio que los sabios han hecho de este libro y la revelación que hace Ezequías del secreto, no concierne únicamente a las coronas en sí mismas sino al conocimiento que transmiten y a la explicación que se ha ce gracias a ellas de numerosos secretos muy profundos.

Y también en el Midrash Rabbá sobre el Cantar de los Cantares, se lee: «Está escrito: "Y él os ha mostrado su alianza"» (Dt. IV, 13). También os ha mostrado el libro del Génesis que es el comienzo de su creación del mundo, «en el que se os ordena cumplir las diez Palabras (los diez Mandamientos)», diez para la Escritura y diez para el Talmud.

¿Y cómo es que puede venir Elihu, hijo de Berajel el Buzita y revelar a Israel los secretos de Behemot y de Leviatán (Job, XXXII, 2 y XL, 15)? ¿Y cómo Ezequiel puede revelarles los secretos del Carro Divino (Ez. I)? La respuesta está en el versículo: «El Rey me ha hecho entrar en su cámara» (Can. I, 4) es decir, todo ha sido enseñado por la Torá.

El rey Salomón, a quien Dios dio la sabiduría y la ciencia, lo obtuvo todo de la Torá. La estudió (lit.: «él ha estudiado de ella») hasta conocer el secreto de todas las generaciones y las fuerzas encerradas en las hierbas y sus tesoros, de suerte que gracias a esto escribió un libro de medicina. En efecto, está escrito: «Disertó acerca de los árboles, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que brota sobre el muro» (I Re. V, 13). Yo he visto este libro traducido al arameo, llamado La gran sabiduría de Salomón, en el que se lee lo siguiente: «No hay diferencia entre la generación de un rey o de un soberano y la de los demás hombres. Cualquier hombre no tiene más que una puerta para entrar en el mundo y, del mismo modo, no hay más que una única salida. Por esta razón, he rogado y la sabiduría me ha sido insuflada, he llamado y el soplo del conocimiento ha venido a mí y lo he preferido al cetro y al trono». También se dice en este libro: «Es Dios quien da el conocimiento (daat), ya que en él no hay engaño. Es él quien enseña el nacimiento del mundo, la obra de las constelaciones, el comienzo, el fin y el medio de los tiempos, la oblicuidad de los solsticios (alajsonut hazenabot), cómo se producen los tiempos por el movimiento de los cielos, la regulación de los astros, la naturaleza húmeda de los animales y el calor de los seres vivos, la fuerza de los vientos y los pensamientos del hombre, el vínculo entre los árboles y las fuerzas de las raíces. He conocido tanto lo oculto como lo manifiesto». Todo esto lo supo por la Torá; en ella lo encontró todo, en sus explicaciones, en sus minucias, en las letras y sus coronas, tal como lo he dicho.

Y añade la Escritura respecto a Salomón: «Y la sabiduría de Salomón era mayor que la de los hijos de Oriente» (I Re. V, 10) es decir, que les sobrepasaba en cuanto a los sortilegios mágicos y la adivinación, pues esta era la sabiduría de estas gentes, tal como está escrito: «Ya que están llenos de las cosas de Oriente, consultando los presagios como los Filisteos» (Is. II, 6). Por esto los maestros han dicho: «¿Cual era la sabiduría de los hijos de Oriente? Conocían el arte de los augurios en el cual eran expertos». E igualmente: «Y que toda la sabiduría de Egipto» (I Re. V, 10). Dominaban la magia, que era su sabiduría, al igual que la naturaleza vegetal ya que por el libro de la agricultura de los egipcios sabemos que eran muy hábiles en la siembra y en el injerto de numerosas variedades.

Y también han dicho: «Salomón plantó incluso pimienta en la tierra de Israel» (Eclesiastés Rabbá I, 5). ¿Cómo pudo plantarla? Salomón con su sabiduría, conocía la raíz del fundamento del mundo. ¿Por qué? Ya que «desde Sión, belleza perfecta, Dios resplandece» (Sal. II, 2). En Sión el mundo entero encuentra su perfección. ¿Porqué se la llama Piedra de Fundación? Porque a partir de esta piedra el mundo ha sido fundado. Salomón también conocía la vena mineral que se extendía hasta Cush (Etiopía) y en ella sembró la pimienta y enseguida produjo fruto, por esto ha dicho: «Y he plantado todo tipo de árboles frutales» (Ecl. II, 5).

Además tenemos en nuestras manos una verdadera tradición cabalística según la cual toda la Torá está compuesta por nombres del Santo bendito sea. En efecto, las letras pueden separarse en nombres según cierta manera, como puedes apreciar en este ejemplo extraído del primer versículo del Génesis en el que las palabras se separan de otro modo, como por ejemplo leyendo BeRoSH iTBaRé Elohim (en la cabeza se creará Elohim) en lugar de BeReSHiT BaRá Elohim (en el principio creó Elohim). Toda la Torá puede leerse así, teniendo en cuenta además, las combinaciones de las palabras y la guematría de los nombres.

Y ya nuestro maestro Salomón Rashí había escrito en sus comentarios sobre el Talmud cómo el Gran Nombre de setenta y dos letras resulta de tres versículos (Ex. XVI, 19, 20 y 21). Por esta razón, una copia de la Torá en la que hubiera cometido el error de sustraer o añadir una sola letra, ha de ser descalificada. Así, pues, estaríamos obligados a destruir todas copia en la que falte una waw en la palabra otam, que es plena treinta y nueve veces;(1) o cualquier otra copia en la que se hubiera escrito una waw allí donde la palabra es defectiva. Y así en todos los demás casos, incluso si esto no tiene importancia para un pensamiento superficial. He aquí lo que ha llevado a los maestros a contar las palabras defectivas en toda la Torá y la Escritura, y a componer obras sobre la Masorá (tradición escrituraria) que se remontan hasta Ezra, escriba y profeta. Esta es la vía que debemos esforzarnos en seguir como se explica en la sección Nedarím, 37b, del Talmud de Babilonia a propósito del versículo: «Y leyeron en el libro de la Torá de Dios, bien establecido, claramente, a fin de que todos tengan la inteligencia de la Escritura» (Ne. VIII, 8).

Y se ve que la Torá había sido escrita «con fuego negro sobre fuego blanco» tal como hemos dicho, con una escritura continua, sin separación en las palabras, de suerte que era posible leerla según los nombres divinos o bien según nuestra manera de comprender la Torá y los mandamientos. A nuestro Moisés le fue dada según la separación que permitía la lectura de los mandamientos y, al mismo tiempo, le fue transmitida oralmente según la lectura de los nombres. Así nuestros maestros han escrito el Gran Nombre ( de setenta y dos letras ) completo y sin separación en palabras y, a continuación, lo han dividido en palabras de tres en tres letras y de otros modos según la costumbre de los maestros de la Cábala.

Ahora sabrás y verás mi respuesta a aquellos que me interrogan acerca del comentario de la Torá. Seguiré la costumbre de los antiguos maestros, dando reposo al espíritu de los que estudian, fatigados por el exilio y la aflicción y que leen la ordenanza del Sabat y de las fiestas, y cautivaré su corazón hacia el sentido simple por medio de las palabras agradables a los que escuchan y a los que «conocen la gracia» (los cabalistas). «¿Qué Dios tenga piedad de nosotros y nos bendiga!» (Sal. LXVII, 2) y que «encontremos gracia y una buena inteligencia a los ojos de Dios y del hombre» (Prov. III, 4).

Por lo que a mi respecta, aporto aquí una alianza leal dando un buen consejo a todo lector que medite este libro: que no haga interpretaciones ni suposiciones a propósito de cualquiera de las alusiones que he hecho a los secretos de la Torá. Le advierto sinceramente: el sentido de mis palabras no podrá ser alcanzado ni conocido por la razón ni por la inteligencia, sino únicamente de la boca de un sabio cabalista hablando al oído de un cabalista inteligente.

Cualquier otra interpretación de mis palabras sería pura locura, un pensamiento fraudulento que no provocaría más que daño y sería inútil, tal como está escrito: «Que no se fíe de la falsedad pues errará» (Job, XV, 31). A éste sus razonamientos no le traerán más que dolor, como a los que profieren aberraciones acerca de YHWH , y esto no puede ser perdonado, según la frase: «Aquel que se aparta de la vía de la inteligencia reposará en la asamblea de las sombras» (Prov. XXI, 6).

También está dicho: «Que no se irrumpa (rompiendo las barreras) hacia YHWH para ver» (Ex. XIX, 24) y también: «Pues YHWH nuestro Dios es un fuego devorador, es un Dios celoso» (Deut. IV, 24). El mostrará a sus bien amados las maravillas de su Torá.

Se observarán en nuestras explicaciones novedades sobre el sentido simple y el Midrash y aprenderán de la boca de nuestros santos maestros que han dicho: «No busques en lo que es más grande que tú, no escudriñes en lo que es más fuerte que tú, no intentes conocer aquello que es inconcebible y no hagas preguntas sobre lo que te está encubierto. Medita sobre lo que se te ha permitido, pues no tienes nada que hacer respecto a las cosas ocultas» (Sirá III, 21).

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(1) En hebreo las vocales son puntos que se colocan encima o debajo de las consonantes. Tres de ellas, la "e", la "i" y la "u" pueden escribirse también empleando las consonantes waw y yod junto con los puntos vocales correspondientes. En este caso se dice que la palabra es plena, de lo contrario se llama defectiva. Por ejemplo, la palabra otam puede escribirse plena: WoTaM (con waw inicial, dando un sonido de "o" larga) o defectiva OTaM (sin waw).

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