martes, 24 de marzo de 2015
Scott Hahn
Scott Hahn es un teólogo popular y muy leído en inglés y español por su lenguaje sencillo y estilo ameno. Fue un pastor presbiteriano, gran conocedor de la Biblia, especialmente interesado en el libro de Apocalipsis y en el concepto de "alianza" entre Dios y los hombres.
Su investigación bíblica e histórica le llevaron a él y a su esposa Kimberly al catolicismo. Escribieron su testimonio en el popular libro Roma dulce hogar, que ha tenido cientos de miles de lectores (20 ediciones en español) y ha influido en cientos, si no miles, de conversiones de protestantes al catolicismo. Hoy es profesor en la Universidad Franciscana de Steubenville (www.franciscan.edu), considerada como "la universidad más católica del mundo".
En su último libro La evangelización de los católicos (Editorial Palabra), Scott Hahn analiza cómo evangelizan los católicos (por lo general, evangelizan poco y mal) y cómo deberían ser todos evangelizadores.
Explora además 9 campos de evangelización en el que los laicos y familias católicas deben implicarse y donde darán fruto.
1. El campo principal de evangelización: la familia cristiana
Compartir la fe con el cónyuge, tener hijos y transmitirles la fe, contagiar la fe alrededor de la familia a los parientes, es el principal campo evangelizador de los laicos, explica Hahn.
La familia es una iglesia doméstica, y el testimonio de amor fiel de una familia unida evangeliza a todo su entorno. Para ello las parejas casadas han de cumplir sus compromisos matrimoniales (ser fieles, amarse y respetarse, acoger y educar a los hijos...) y han de saber que ellos, y no los catequistas o colegios, son los principales evangelizadores de sus hijos.
La familia, recuerda Hahn, evangelizará poco si no reza en familia, y la misa debe ser el centro de la vida familiar. Los hijos han de ver además que la familia es una fuente de caridad y generosidad, con visitas a enfermos, ayuda a necesitados...
En la familia cristiana se ha de ser fiel a la Iglesia y su enseñanza, no ser conspiradores ni rebeldes ni aceptar como bueno lo que es pecado. Por último, la familia cristiana vive y practica la esperanza, y más en momentos duros.
2. La amistad
La amistad es alabada en la Biblia y es "una forma de vida compartida, como la familia". Los "amigos" de Facebook por lo general no son (aún) verdaderos amigos. La amistad implica invitar a participar en actividades familiares: "cumpleaños, películas, celebración de festividades y el rosario vespertino". Implica advertir a los amigos de sus equivocaciones... y escuchar a los amigos cuando nos advierten y corrigen.
Implica ayudar a un amigo a llegar a fin de mes. Implica hablar de Cristo a los amigos, especialmente a los alejados: dejarles libros evangelizadores, invitarles a encuentros espirituales, quizá a misa, a retiros... "Un ´vamos a rezar una oración cortita por eso ahora mismo´, en el momento preciso, suscita a menudo, reacciones sorprendentes: lágrimas, alegría, paz y agradecimiento. No hay que aporrear a los amigos con la Biblia en la cabeza: "el cariño y la lealtad son, a menudo, el testimonio más eficaz".
3. El vecindario
En el Occidente postmoderno muchos no conocen a sus vecinos ni se tratan con ellos. Los horarios, la forma de las viviendas, etc... todo apoya el individualismo. Aún así, los vecinos existen: hay que sonreirles cuando te los encuentras, ser amables y corteses, dejar que vean a nuestros hijos... Quizá en su mundo nadie más les sonríe, nadie les trata con amabilidad ni hay niños en su entorno. Así, la familia cristiana empieza a evangelizar al vecino.
El siguiente paso es crear lazos: "una barbacoa, una fiesta en el jardín, una fiesta en el vecindario..." Visitar una vecina viuda, llevar un regalo a vecinos que han tenido un niño... todo crea lazos. "A la gente no le atrae el catolicismo como concepto, sino como forma de vida", recuerda Hahn: por eso los vecinos han de verla y empezar a vivirla.
4. El trabajo
Un laico evangeliza cuando en el trabajo se niega a hacer algo que va contra la fe. La vida laboral no es un compartimento estanco inmune a la fe.
Hay que ser buenos trabajadores, pero también buenos compañeros y buenos jefes, lo que implica amabilidad y respeto. Es bueno recordar cumpleaños y nacimientos de hijos de los compañeros, asumir trabajo extra de un compañero si tiene que atender a un enfermo, sonreir en la oficina...
Además de este ejemplo cotidiano, "podemos empezar sesiones de estudio bíblico a la hora del almuerzo e invitar compañeros"; podemos invitar al católico no practicante del despacho de al lado a ir a la iglesia (quizá el día del patrón de nuestro oficio, o un Miércoles de Ceniza, o en el día de su santo); se puede invitar a los compañeros a actividades evangelizadoras del fin de semana, o de una tarde semanal.
Hahn cree que cada católico debería poder explicar a su compañero de trabajo en 5 minutos o menos por qué es católico, cómo ha sido su encuentro personal con Cristo, cómo cambia Cristo su vida: es lo que da tiempo a exponer en una charla de café.
5. La parroquia
La parroquia es evangelizadora y necesita de los dones de los parroquianos. "Usémoslos, pues: como voluntarios para organizar la despensa de la parroquia, cantar en el coro de la iglesia, entrenar al equipo de fútbol del colegio de la parroquia, visitar a los enfermos que no pueden salir de casa, formar parte del consejo financiero de la parroquia, encargarnos de la hora santa semanal o simplemente llegar a la parroquia veinte minutos antes de misa para rezar el rosario con otros".
Hahn anima a organizar actividades que al párroco no se le hayan ocurrido. Lo que el párroco prefiere es que le digan "podríamos organizar tal cosa, yo me encargo, padre". Traer conferenciantes, organizar cineforums, crear grupos de visitas a personas solas, grupos de apoyo a madres novatas, grupos de oración y estudio bíblico, visitas a católicos alejados... "La parroquia es donde nos alimentamos y donde ayudamos a alimentar a otros, no es una gasolinera donde llenamos el depósito sacramental y nos olvidamos hasta la semana que viene".
6.La universidad
Un estudio en EEUU señala que el 60% de los que entran en la Universidad siendo practicantes salen sin serlo. En España se deja la práctica religiosa mucho antes, hacia los 13 años.
Scott Hahn alaba dos modelos de evangelización en la universidad -ámbito que él conoce bien- que son el Centro Newman de la Universidad de Illinois y FOCUS (www.focus.org), la Fraternidad de Estudiantes Universitarios Católicos. FOCUS se fundó hace poco más de una década y ha crecido exponencialmente. Tiene la sede en Denver (que fue sede de una JMJ) y cuenta con 400 misioneros repartidos en 74 universidades. "FOCUS es el modelo de cómo la nueva evangelización debe llevarse a cabo en los campus universitarios, y en la próxima década la demanda de misioneros de FOCUS, así como de laicos católicos dispuestos a apoyarlos y patrocinarlos, irá en aumento".
(En España FOCUS no tiene presencia, ni ninguna realidad parecida, ya que la pastoral universitaria española, en manos de las diócesis, por lo general no hace nueva evangelización y se limita a pastorear a los ya practicantes).
7. Los medios de comunicación
"Los católicos tenemos ahora más herramientas que nunca para contar nuestra historia yproclamar el Evangelio, lo que hace que nuestra presencia ahí sea esencial", explica Scott Hahn. "No todos estamos llamados a escribir un blog o presentar un programa de radio, pero utilizando nuestras cuentas de Facebook o Twitter para dar testimonio de la fe contribuimos a la nueva evangelización", sugiere. También pide apoyar las iniciativas de prensa católica en papel, TV, radio o Internet. La edición española del libro cita en las notas, como ejemplos, a ReligionEnLibertad.com, VaticanInsider.com, Aceprensa.com, MayFeelings, Catholic Voices y Arguments. Apoyar la prensa católica en Internet, redifundiendo noticias o con donativos, es parte del apostolado de los laicos.
8. Conferencias y ejercicios espirituales
Scott Hahn tiene claro que llevar a un tibio, alejado o incluso pagano a un buen evento cristiano puede transformarle la vida. Los grandes encuentros de oración, adoración y formación que nacieron de la Universidad Franciscana de Steubenville se han difundido por docenas de ciudades de Estados Unidos y cada vez atraen más decenas de miles de jóvenes (pueden conocerse en www.steubenville.org).También están renaciendo los ejercicios espirituales. "Hoy en día sólo unos pocos católicos comprometidos tienen la costumbre de hacer un curso de retiro anual; la recuperación de esta práctica, así como un mayor fomento de la misa, daría muchos frutos para la Iglesia y la nueva evangelización", escribe Hahn.
9. Los nuevos movimientos de laicos
Scott Hahn es cercano al Opus Dei, aunque su universidad está más bien inmersa en la espiritualidad de la Renovación Carismática. Sin embargo, no menciona a ninguno de estos dos cuando enumera movimientos que "han ayudado a millones de católicos". Menciona a Focolares, Comunión y Liberación, Camino neocatecumenal, Milicia de la Inmaculada, Apostolado para la Consagración de la Familia y la Legión de María, añadiendo que hay muchos más. Recuerda las palabras de Juan Pablo II que los llama "la respuesta suscitada por el Espíritu Santo a este dramático desafío". Hahn cree que los laicos, al colaborar con estos movimientos, confirmarán que es cierto lo que decía Juan Pablo II y son una respuesta del Espíritu.
Scott Hahn finaliza así su repaso a los ámbitos evangelizadores del católico laico: "Hay escasez de católicos dispuestos a vivir su fe con fidelidad radical, con audacia y de manera atractiva, en los múltiples campos de la nueva evangelización. Cristo a través de su Iglesia nos llama a ti y a mí a cambiar eso. Nos llama a dedicar nuestras vidas a la tarea de sembrar semillas para Él".
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http://www.religionenlibertad.com/los-9-campos-de-evangelizacion-para-los-laicos-catolicos-segun-scott-41264.htm
martes, 14 de octubre de 2014
Nerón
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sábado, 21 de junio de 2008
Julio César
Julio César
La biografía de Julio César tuvo todos los ingredientes para convertirlo en una figura mítica. César fue un hábil estratega y un militar valeroso, cuyas victorias permitieron extender el territorio romano; fue un político sagaz, cuyas medidas populistas le granjearon el afecto de grandes estratos de la población. De la misma manera, destacó como un literato excepcional, cuyos escritos, como La guerra de las Galias, se cuentan entre los más logrados del latín clásico. Las conquistas de César permitieron que gran parte de Europa adoptase costumbres y modelos latinos. Igualmente, las medidas que adoptó como jefe del Estado romano (entre las que se incluían reformas en la legislación agraria y en el calendario) impulsaron cambios irreversibles en Europa.
Cayo Julio César nació el 13 de julio del año 100 antes de Cristo (según la fecha más comúnmente aceptada) en un barrio no muy aristocrático de Roma, cercano a la actual vía Cavour. Se sabe poco de su infancia, transcurrida en el seno de una familia patricia, la gens Julia, que pretendía descender de Eneas (a quien se consideraba hijo de Venus), y en la cual, en algún momento, se había insertado una rama que agregó el nombre de César. Los miembros de la familia habían vivido al margen de la lucha continua por los cargos que permitían hacer carrera pública hasta llegar al consulado, la aspiración máxima.
La infancia y la primera juventud eran breves en aquellos tiempos. Desde los diez años, César fue puesto al cuidado de Marco Antonio Gnifón, ilustre maestro, especialista en literatura griega y romana, para que se ocupase de su educación. Aprendió a leer y escribir en la traducción de la Odisea hecha por Livio Andrónico. Seguramente sus dotes naturales le permitieron aprovechar al máximo las enseñanzas de su maestro, de modo que fue perfeccionando su lenguaje y aprendiendo los rudimentos de la oratoria, fundamentales para una carrera política.
Julio César
Si bien su familia no había ocupado altos cargos, las inclinaciones del grupo le volcaban hacia el partido popular. Julia, una hermana del padre de César, se había casado con Cayo Mario, plebeyo de origen pero hombre muy poderoso por su capacidad militar. La familia ingresó, probablemente a través de Mario, en los círculos del partido popular. El padre de César no pudo sino acceder al segundo cargo de mayor importancia del Estado, la pretura. Ostentaba dicho cargo cuando su hijo, de quince años, debió asistir a la ceremonia por la que se abandonaban las vestiduras infantiles orladas de púrpura y se recibía la toga viril.
A los quince años, en aquel 85 en el que moriría su padre, César era un hombre. Inmediatamente tomó por esposa a Cornelia, hija de Cinna, uno de los dirigentes máximos (junto con Cayo Mario) del partido popular y hombre todopoderoso en Roma. Con esta decisión, la gens Julia terminó por asociarse en forma definitiva con los intereses del pueblo, enfrentándose al corrompido patriciado romano. Todo esto debió de resultar algo duro para César, que era un joven que llevaba una vida libre de prejuicios, liberado ya de la rigidez de su maestro e inclinado hacia todo tipo de lecturas, incluido el teatro.
Para casarse con Cornelia tuvo que romper un compromiso anterior, lo que provocó tensiones en el seno de la familia. César tuvo con ella una hija, Julia, a la que estuvo vinculado toda su vida y por la que siempre sintió un profundo afecto, a pesar de que su relación matrimonial con Cornelia fue casi circunstancial. Al iniciarse su vida matrimonial, César debió de ingresar en el círculo de hombres importantes de los que se rodeó su tía Julia, viuda ya de Mario. En esa época fue designado flamen dialis, es decir, sacerdote de Júpiter, el más importante de los dioses romanos.
En el 82, Sila, que había vencido a Mitrídates, haciéndole retroceder a las primitivas fronteras de su reino en el Ponto, regresó victorioso a Roma y, como era habitual, tomó cumplida venganza sobre sus adversarios «populares»; los asesinó, proscribió el ascenso a cargos públicos de sus descendientes, incautó sus bienes e instauró una nueva forma de estado, inaugurando un tipo de dictadura absoluta por tiempo indefinido, concepto jurídico que César no olvidaría en el futuro. Pero de momento Sila, que tuvo algunas consideraciones con las familias patricias inclinadas hacia el populismo, exigió a César que repudiara a Cornelia. César respondió al mensajero de Sila con un famosa frase: "dile a tu amo que en César sólo manda César" y optó por el exilio en Asia.
Nada de esto fue fácil; César fue perseguido y se puso precio a su cabeza. Tuvo que comprar su libertad a un soldado que le había encontrado, y finalmente, por ruegos de familiares cercanos al dictador y la intermediación de sacerdotisas de la diosa Vesta, Sila indultó «al joven de la toga suelta», epíteto que aludía a la costumbre de César de no ajustarse el cinturón de su toga, que caía así libremente, según un uso que entonces se consideraba poco viril. Fue un perdón a regañadientes. Sila había columbrado el temible porvenir del muchacho cuando afirmó, según Suetonio, que Caesari multos Marios inesse (en César hay muchos Marios), queriendo significar con esa frase el peligro que entrañaba su resuelta personalidad. César, no obstante, no se abrevió a regresar a Roma y pasó al servicio del propretor Termes, el cual, por ser César hijo de un miembro del Senado, le confirió el grado de oficial. Participó así en la toma de Mitilene de Lesbos, ciudad aliada con Mitrídates, y su comportamiento militar le valió una condecoración.
Termes decidió entonces enviarlo a la corte de Nicomedes, rey de Bitinia, un reino en la costa sur del mar Negro y el mar de Mármara, a fin de afianzar relaciones. Entre Nicomedes y César se trabó una íntima amistad que fue objeto de rumores, algo muy habitual de la época, por otra parte. El hecho es que César volvió un par de veces a Bitinia y que, a la muerte de Nicomedes, el reino sería incorporado a Roma como una provincia más, pasando todos sus habitantes a ser «clientes» de César. Éste ya era dictador absoluto de Roma, y aun en las grandes celebraciones (una curiosa muestra de la libertad de la que algunos gozaban en la Roma de aquellos días) sus propios soldados cantaban coplas en las que burlonamente se referían a sus probables relaciones homosexuales con Nicomedes. Sus enemigos le recordarían a menudo este oprobioso episodio, llegando a bautizarle con el infamante sobrenombre de Bithynicam reginam (reina de Bitinia).
El ascenso al poder
Muerto Sila, César regresó a Roma en el 78. En su corta vida había ya adquirido bastante experiencia en los negocios públicos y había ejercitado su capacidad de mando. Sin duda César pensó que la muerte de Sila le permitiría un rápido progreso entre los populares, pero se equivocaba. Sila había dejado todo bien atado, y el poder de los conservadores optimates ("hombres excelentes"), que dominaban el Senado, detenía al partido popular. Julio César, político nato (y así hay que entenderlo siempre para comprender el sentido de muchos de sus actos), se propuso profundizar en la comprensión del laberinto de la cosa pública. Consideró que su formación aún no había sido completada y viajó a Rodas para estudiar retórica con Apolonio de Molón, un brillante y renombrado maestro quien encontró en su discípulo excelentes cualidades innatas para la elocuencia. Sólo Cicerón, que también había recibido lecciones de Apolonio, le superó entre sus contemporáneos en el arte de la oratoria.
El emperador Julio César, de Rubens
En el viaje fue raptado por los piratas que asolaban el Mediterráneo y que vivían del rescate que exigían por sus víctimas. La historia ha sido sin duda exagerada, pero el temor y el respeto que, según se ha repetido, los piratas llegaron a sentir por él, son ilustrativos de la arrogancia de César y de su capacidad para fascinar incluso a sus enemigos. Una vez libre reunió un pequeño ejército, fletó barcos y arremetió contra los piratas, a los que venció, quedándose él y sus soldados con todo cuanto poseían. Los supervivientes de la aventura fueron finalmente crucificados en Mileto, y César emprendió una inmediata campaña contra Mitrídates, que volvía a levantarse contra el imperio. Desconocía entonces el testamento de Nicomedes, hecho de singular importancia para él, ya que el rey de Bitinia le dejaba un legado que, junto con el botín de los piratas, saneaba su situación económica, siempre maltrecha.
No obstante, la campaña contra Mitrídates fue confiada a otras manos, porque la muerte en el 74 de su tío Aurelio Cota dejaba vacante un cargo en el Colegio de Pontífices de Roma, cargo que solicitó y que le fue concedido, como también, al año siguiente, el de tribuno militar. Estas designaciones no hicieron más que acelerar la carrera política de César. En el 68 era cuestor y viajó a la Hispania Ulterior. Se cuenta que César lloró ante la estatua de Alejandro Magno, erigida en la ciudad de Cádiz, pensando en qué poco podía parangonarse su carrera con la del conquistador de Oriente y cuánto deseaba emular en su fuero interno al invencible general macedonio. En cierta ocasión quedó trastornado por un sueño en el que aparecía violando a su propia madre, pero los adivinos le profetizaron por ello buenos augurios, puesto que interpretaron que la madre simbolizaba la Tierra, madre de todas las cosas, y ello significaba que se adueñaría del mundo. Y lo cierto es que, vertiginosamente, fue acumulando dignidades en los años sucesivos. En el 65 fue designado edil curul; en el 63 murió el presidente del Colegio de Pontífices, y César, con veintisiete años, presentó su candidatura enfrentado a Catulo, dirigente de los optimates.
César sabía que emprendía una aventura económica (la lucha por el poder exigía siempre dinero) y que si perdía sería implacablemente perseguido. Pero la elección mostró la popularidad de que gozaba entre el pueblo, y fue nombrado pontifex maximus. La pretura, el peldaño inmediatamente anterior al consulado, llegó en el 62, y fue enviado como propretor a Hispania Ulterior, territorio que ya conocía muy bien, donde no sólo hizo sólidas amistades, sino que enriqueció el erario público, con gran satisfacción de Roma, y fortaleció notablemente su pecunia personal y su capacidad de mando sobre un gran ejército, condición indispensable para el éxito político en Roma. Cuando en el año 60 regresó a la Ciudad Eterna, el camino estaba abierto para la gran aventura.
El triunvirato y la guerra de las Galias
El paso a la condición máxima de cónsul lo dio en el año 59. Consciente de las fuerzas del Senado (dominado siempre por los conservadores), en el que César se había librado inteligentemente de sus desafortunadas vinculaciones con el rebelde Catilina, comprendió que sólo una alianza entre poderosos podía neutralizar a los équites. Propuso entonces a su viejo amigo y valedor, Craso, constituir, juntamente con Pompeyo, una sociedad de defensa mutua que los obligara a actuar siempre por unanimidad (institución luego conocida como «triunvirato»). La alianza fue efectiva y César, en compañía de Calpurnio Bíbulo (un candidato de los équites), fue designado cónsul.
El triunvirato se fortaleció, además, con el matrimonio de Pompeyo con Julia, la hija de César. César, a su vez, se casó con Calpurnia. Había repudiado por infidelidad a Pompeya, su segunda esposa, en el 62, después de un escandaloso episodio: durante los misterios de la Bona Dea, una fiesta nocturna exclusiva para mujeres que tenía lugar en casa del propio Julio César, una de las sirvientas descubrió la presencia de un intruso disfrazado de mujer, Publio Clodio, lo que provocó la indignación de las asistentes. Se acusó a Pompeya de ser amante de Clodio, extremo éste que nunca pudo probarse. César no quiso dar crédito a la denuncia y absolvió a ambos del delito de adulterio en el que se habían visto inculpados. Todo el mundo se asombró de que aun así repudiara a su esposa, pero él contestó con una frase que se ha hecho famosa: "la mujer de César no sólo debe ser casta, sino parecerlo".
La legislación progresista de César tenía una base agraria. Hizo votar leyes de reparto de tierras a los veteranos y de asentamiento de colonos en tierras conquistadas, práctica que luego se extendió a toda Italia, concediendo además a los colonos la plena nacionalidad romana. Bíbulo, ante la imposibilidad de oponerse a César, optó por el retiro. El tribuno de la plebe, Publio Vatinio, antiguo amigo y asociado de César, a fin de evitar el juicio de César por los conservadores después de su consulado, propuso una ley que el Senado no pudo sino aprobar, por la que se le concedían en calidad de procónsul (lo que impedía su juicio posterior), y por el término de cinco años, tres legiones, las provincias de las Galias cisalpina y transpadana y la Iliria. Estas concesiones fueron renovadas por cinco años más en abril del 56, en la reunión de Lucca, a la que asistieron los «triunviros».
Craso, mientras tanto, seguía destinado en Siria, donde dirigió la guerra contra los partos y en la que murió en el 53, y Pompeyo continuaba en el proconsulado de Hispania. Estas condiciones permitieron que César se hiciera con todo el poder. Para ello todo medio podía ser útil: como pontifex maximus autorizó a Clodio, antiguo amante de su esposa Pompeya, a que fuese adoptado por un plebeyo, para poder así, a pesar de su condición original de patricio, acceder al cargo de tribuno de la plebe. Y así fue como el agradecido Clodio se ocupó de limpiar de enemigos el camino de César.
Campamento romano
Ya en su provincia de la Galia, César parecía decidido a no intervenir en problemas bélicos, pero lo hizo cuando así lo pidieron sus habitantes. Los eduos comenzaban a sentir la amenaza de los helvecios, los cuales a su vez buscaban nuevos territorios, empujados por la invasión de los germanos acaudillados por Ariovisto. Las legiones de César acudieron en ayuda de los eduos, y vencieron a helvecios y suevos. Esto marcó el comienzo de la ocupación sistemática de la Galia por las fuerzas de César, ayudado por sus lugartenientes Labieno y Craso.
Fue una lucha prolongada en la que el país fue literalmente saqueado, un tercio de su población murió luchando y otro tercio probablemente fue vendido como esclavo. Sucesivamente, en acciones en las que César conoció también la derrota, fueron sometidos todos los pueblos galos. En medio de esta lucha, entre los años 55 y 54, César desembarcó en Inglaterra y peleó hasta más allá del Támesis, pero finalmente tuvo que retirarse. Al año siguiente (invierno del 54-53), volvió a agitarse la Galia. Se sublevaron eburones y trevinos, y finalmente todos los pueblos galos, bajo el caudillaje de Vercingetórix. Los romanos conocieron el desastre en la batalla de Gergovia, pero las fuerzas de Vercingetórix fueron sitiadas largo tiempo y finalmente vencidas en Alesia. La rendición de los belovacos (belgas) en Uxellodunum (51) puso punto final a la dominación de las Galias, aunque el sometimiento total sólo se logró en el invierno de diciembre del 51 a febrero del 52, tras reducir pertinaces focos de resistencia.
Los soldados romanos salieron enriquecidos de estas campañas; los oficiales, naturalmente, aún más. César saneó sus finanzas, enriqueció las arcas del Estado, fue largamente generoso con sus amigos y hasta reservó una importante cifra para el futuro. Inundó con tanto oro la ciudad de Roma, que el noble metal se depreció en por lo menos un treinta por ciento. La guerra de las Galias fue registrada en De bello gallico, una de las dos obras conservadas de César, escrita en 52-51, que no sólo es el documento más valioso para el conocimiento de aquel hecho, sino que también debe ser considerada como una pieza maestra del latín clásico.
La guerra civil
La otra obra conservada de Julio César, De bello civili, literariamente inferior a la primera, tal vez porque no tuvo siquiera tiempo de revisar sus manuscritos, se refiere a los hechos que cubren la guerra civil entre los años 49 y 45. El inmenso poder acumulado por César provocó el pánico del partido senatorial, sus enemigos de siempre. Por otra parte, muchos republicanos vieron en este poder el más grave peligro para la república. Y además, circunstancias internas tenían convulsionada a la ciudad. El Senado designó en el 52 a Pompeyo como cónsul único, y cuando el bando senatorial volvió a sentirse fuerte, entre el 51 y el 50, Pompeyo (ahora enemigo de César) le pidió que licenciara a sus legiones y regresara a Roma.
En esa tesitura, vacilante e indeciso, Julio César se hallaba frente al pequeño río Rubicón, que separa la Galia Cisalpina de Italia, cuando, según unos por su proverbial osadía y según otros por imperativo de los hados, fue presa de un impulso irrefrenable y arrastró sus tropas tras de sí exclamando Alea jacta est (¡la suerte está echada!). Esta acción desencadenaría la guerra civil: ocupó Picenas, Umbría y Etruria, se dirigió a Brindisi a interceptar el paso a Pompeyo, aunque no lo consiguió, y volvió sobre sus pasos para entrar en Roma, convocó al Senado e impuso sus condiciones.
César cruza el Rubicón
La batalla definitiva tendría lugar en Farsalia, epopeya cantada por Lucano en versos inmortales. El poeta describe a Pompeyo "en el declinar de sus años hacia la vejez", como "sombra de un gran nombre", y a César como "fogoso e indomable", un hombre que acudía a actuar "dondequiera que le llamara la esperanza o la cólera". Allá se encontraron "enseñas leonadas frente a enseñas iguales y hostiles, idénticas águilas frente a frente y picas amenazando idénticas picas". César venció y Pompeyo huyó a Alejandría, donde murió el 28 de septiembre del año 48 a.C. a manos de soldados de Ptolomeo, quien mantenía un contencioso con su hermana y esposa, Cleopatra, sobre el trono de Egipto. César llegó a Egipto y al enterarse del trágico final de Pompeyo lloró su muerte.
César en Egipto
César llegó a Egipto acompañado por dos legiones, la décima y la duodécima; en total, unos seis mil hombres. Tras acomodar a sus hombres en el palacio real, se dispuso a poner orden en la difícil situación interna del país del Nilo, dividido por el enfrentamiento entre los dos hermanos y esposos reinantes, Ptolomeo XIII y Cleopatra VII. César y Cleopatra mantuvieron una intensa y famosa relación amorosa que daría como fruto un hijo: Cesarión. César dio el trono a Cleopatra (47 a.C.), lo que, unido a la presencia de las tropas romanas en el palacio de los faraones y a la deposición de Ptolomeo XIII, hizo que el pueblo, dirigido por los consejeros fieles al rey, se amotinase y tratase de tomar el palacio.
Durante cuatro meses, César resistió atrincherado en el palacio frente a los sesenta mil hombres del egipcio Aquiles. Finalmente, cuando llegaron los refuerzos dirigidos por Mitridates de Pérgamo, César protagonizó una de sus geniales acciones militares y logró atravesar el cerco egipcio para reunirse con Mitridates, tras lo cual las fuerzas combinadas de ambos destrozaron a las tropas egipcias en una sangrienta batalla en la que falleció Ptolomeo XIII. Cleopatra se trasladó después a Roma, donde vivió hasta la muerte del dictador.
Aquella guerra entre romanos no había terminado aún. César desempeñaba su tercer consulado cuando tuvo que volver a luchar contra las fuerzas senatoriales en Tapso, en abril del 46, y contra las últimas fuerzas de los hijos de Pompeyo en Manda, en marzo del 45, cuando ya era cónsul por cuarta vez. En términos guerreros no quedaba prácticamente nada por hacer. Incluso en medio de la guerra civil, en el 47, había derrotado definitivamente a Farnaces, el eterno enemigo rey del Ponto. Cinco días después de llegar, le presentó batalla y en unas cuantas horas devastó las tropas enemigas. Inmediatamente cursó al Senado romano una célebre y lacónica relación de los hechos: veni, vidi, vici, (llegué, vi, vencí). Jamás fue derrotado personalmente en ningún combate que entablase, aunque sí lo fueran sus generales.
El asesinato
César fue, pues, dueño absoluto de la república romana y del mundo mediterráneo. Se había cumplido el sueño de su juventud: la totalidad del poder, dentro del marco legal de la república. César era imperator y dictador. Como tal, volvió a ejercer su típica clemencia con sus enemigos; no olvidó su política agraria y de asentamiento de colonos; aumentó el número de fiestas populares, aunque cuidándose de no incurrir en gastos ruinosos para el Estado; dispuso normativas económicas y financieras que protegían a los menos fuertes, trató de morigerar el lujo de los poderosos y limitó los gastos en banquetes; diseñó profundas transformaciones políticas, dictó leyes que ampliaban la ciudadanía romana a capas más vastas de la población, y comenzó a pensar en un mundo distinto al hasta entonces conocido dentro de los límites de la ciudad romana.
César estaba convencido de que, para mantener el dominio en Oriente y poder llevar a cabo con éxito la expedición final contra los partos (la única amenaza para el imperio), necesitaba ser rey absoluto fuera de los confines territoriales de Roma. Y éste fue el detonante. Unos sesenta miembros de familias importantes, casi todos senadores, se conjuraron para eliminar a César y restaurar la legitimidad y legalidad de la república, temerosos de que la abrumadora acumulación de cargos y privilegios que recaían en su persona terminase por darle la puntilla a la desvencijada República y César se proclamase a sí mismo rey.
De hecho, algunos comentaristas ponen en su boca estas jactanciosas y desafiantes palabras: "La República no es nada, es sólo un nombre sin cuerpo ni figura". Pero para muchos de ellos fue sin duda un pretexto que disimulaba sórdidos resentimientos y apetitos. Dirigían la conjura Casio, Bruto y Casca. Bruto era hijo de Servilia, la más famosa de las amantes de César, y el propio Julio César lo había acogido como hijo adoptivo y colmado de honores. Casio había luchado junto a César siempre en busca de botín, por lo que no fue difícil comprarlo. Casca, por último, era un tradicional enemigo de Julio César. Probablemente, otros conjurados no tenían otro objetivo que el de eliminar al dictador y se comprometieron, como impuso Bruto, a respetar a su lugarteniente Marco Antonio.
César concurrió al Senado el día 15 (los idus de marzo) a la sesión que discutiría la expedición contra los partos. Fue al Senado a pesar de los ruegos de Calpurnia en el sentido de que no lo hiciera, ya que durante la noche había tenido sueños premonitorios. Alguien retuvo a Marco Antonio en la antesala del Senado. Cuando César se hubo sentado, lo rodearon y lo atacaron con sus puñales y dagas. Según la tradición, ante la puñalada de Bruto, César exclamó kai su teknon, frase en griego que posteriormente se latinizó en la famosa ¡tu quoque, fili mi! (¡tú también, hijo mío!). César emitió un quejido a la primera puñalada, luego se mantuvo en silencio.
Había recibido 23 puñaladas; posiblemente una sola de ellas había sido mortal. Mientras los aterrorizados senadores huían (hecho que no entraba en el plan de los conjurados), César, envuelto en su toga, caía al pie de la estatua de Pompeyo. La sanguinaria escena, augurada por los adivinos y que desataría una nueva guerra fratricida, acredita, siguiendo la descripción de Suetonio, la postrera elegancia del héroe: "Entonces, al darse cuenta de que era el blanco de innumerables puñales que contra él se blandían de todas partes, se cubrió la cabeza con la toga, y con la mano izquierda hizo descender sus pliegues hasta la extremidad de las piernas para caer con más dignidad." El hombre que había ganado un mundo y había contribuido a modificar irreversiblemente el destino de Occidente y de buena parte de Oriente era ya nada más que un despojo sangrante.
El 17 de marzo el Senado se reunió de forma urgente para tratar la crítica situación del estado a raíz del asesinato de César. Se aprobaron medidas de compromiso entre los dos bandos opuestos: los tiranicidas no eran castigados y, a su vez, no se condenaba ni la persona ni la obra de César. El poder recayó en Marco Antonio, que en ese momento ocupaba el consulado junto con César. El testamento de César legaba 300 sestercios a cada ciudadano necesitado de Roma y entregaba sus jardines del Trastevere al pueblo romano, lo que estimuló la devoción popular por su figura hasta extremos impresionantes; se pidió la ejecución de los tiranicidas y se rechazó el compromiso de Marco Antonio con los asesinos de César, lo que a la larga le costaría el poder. Al no tener César herederos varones, en su testamento quedó establecido que su sobrino nieto, Octavio, se convirtiera en su sucesor. Octavio llevaría a cabo las reformas de César y se convertiría en el primer emperador de Roma, con el nombre de Augusto.100 a.C. | Nace en Roma en el seno de la gens Julia, familia de ilustre linaje vinculada al líder de los populares, Cayo Mario, tío de Julio César. |
84 a.C. | Contrae matrimonio con Cornelia. Es nombrado flamen dialis o sacerdote de Júpiter, lo que le proporciona un escaño en el senado. |
82 a.C. | Dictadura de Sila. Persecución de los populares. |
81 a.C. | Se niega a cumplir la orden de Sila de separarse de Cornelia. Parte a Asia Menor al servicio del gobernador Marco Minucio Thermo. Fuerte amistad con el rey Nicomedes IV de Bitinia. |
78 a.C. | Fallece Sila. Julio César regresa a Roma. |
74 a.C. | Amplia sus conocimientos de retórica en Rodas. Es capturado por unos piratas, de los que toma venganza tras ser liberado. |
73 a.C. | Regresa a Roma. Inicia su carrera política. |
68 a.C. | Fallece su esposa Cornelia y contrae matrimonio con Pompeya, nieta de Sila. |
65 a.C. | Rápidos progresos en su carrera política, gracias al apoyo económico de Craso. |
62 a.C. | Repudia a Pompeya por supuesto adulterio. |
60 a.C. | Primer triunvirato de César, Craso y Pompeyo. |
59 a.C. | Contrae matrimonio con Calpurnia. Es elegido cónsul. |
58-51 a.C. | Es nombrado procónsul de las Galias. Durante los siete años siguientes dirige las campañas militares conocidas como la guerra de las Galias. |
56 a.C. | Renovación de triunvirato en la reunión de Lucca. |
53 a.C. | Fallece Craso. Crisis del triunvirato. |
52 a.C. | Victoria decisiva de Julio César en las Galias al lograr aplastar la rebelión de los galos acaudillados por Vercingetórix. Pompeyo es nombrado cónsul sine colega, lo que unido a sus otros poderes le sitúa por encima de César. |
50 a.C. | El senado ordena a Julio César que licencie sus tropas y obedezca a Pompeyo. |
49 a.C. | El senado declara a César enemigo de Roma. Julio César cruza el Rubicón con sus tropas y marcha hacia Roma: inicio de la guerra civil. |
48 a.C. | Vence a Pompeyo en Farsalia, Tesalia. Pompeyo huye a Egipto, donde es asesinado. Julio César se traslada a Alejandría. Conoce a Cleopatra. |
47 a.C. | Derrota a los partidarios de Ptolomeo y coloca a Cleopatra en el trono de Egipto. Retorno a Roma, con poderes absolutos. |
44 a.C. | Muere asesinado. |
Su legado
Julio César fue el gran protagonista del último periodo de la historia de la Roma republicana. Espléndido orador y escritor brillante, destacó sobre todo como insigne general y político, genial, ambicioso, generoso, impulsivo y, al mismo tiempo, resuelto y sutil. Poseedor de una vasta y refinada cultura y de una memoria excepcional, conoció tan bien las doctrinas de los filósofos de la política como la historia de los grandes imperios orientales y sintió asimismo afición a los problemas lingüísticos y gramaticales.
Siendo Julio César aún muy joven, Sila reconoció en él "la madera de muchos Mario". En realidad, fue hasta cierto punto el heredero y continuador de la actividad desplegada por aquel antiguo jefe político, tío suyo, como ocurrió con Pompeyo respecto de Sila: también César se apoyó en el pueblo y fundó en el propio prestigio militar la lucha contra la facción senatorial, que procuró siempre debilitar.
La reforma del estado
Las victorias militares de Julio César habían incrementado de forma notable la extensión de los territorios sometidos a Roma, y la conquista del poder enfrentó a César con la difícil tarea de reordenar el Estado, atacando con energía los múltiples problemas que pesaban sobre Roma y su imperio.
Con todo el poder de la República en sus manos, César se lanzó a un ambicioso proyecto de reformas y de lucha contra la corrupción administrativa. César definió su programa con la famosa frase "crear tranquilidad para Italia, paz en las provincias y seguridad en el Imperio". Para restaurar la paz en las provincias, César no recurrió a medidas revolucionarias, sino que favoreció a las clases dirigentes al tiempo que realizó algunas concesiones al resto de la sociedad. Esta doble política le provocó la enemistad incluso de sus seguidores, que no llegaron a comprender la labor de César, el cual lentamente se fue aislando.
En contraste con la múltiple actividad del dictador en el campo social y administrativo, no existió una regulación institucional de su papel sobre el estado, que culminó en el ejercicio de un poder totalitario. Precisamente fueron su aislamiento y los indicios de que aspiraba a crear sobre las ruinas del orden tradicional una posición monocrática los que favorecieron la conspiración, hasta el extremo de que el día de su asesinato sólo dos senadores trataron de defenderle, frente a la total pasividad del resto.
El gobierno de César, tras sus campañas militares, fue realmente de breve duración, de apenas dos años. Durante ese tiempo mantuvo nominalmente las instituciones republicanas romanas, pero adaptándolas a sus planteamientos políticos. Su programa, que intentaba abarcar la totalidad de problemas del Estado, consistía en establecer la seguridad en todo el mundo romano bajo su égida, para lo cual procuró garantizar la paz social, eliminando las bandas armadas, que funcionaban como collegia políticos, sin tomar medidas de represalia contra sus enemigos.
Dos de sus grandes logros fueron la política colonizadora (con la creación de colonias fuera de Italia, sobre todo en Hispania, Galia y África, en las que instaló a veteranos del ejército y a muchos plebeyos urbanos) y la concesión de la ciudadanía romana con la que premió a las personas leales a su causa. Muchas ciudades provinciales pasaron a convertirse en municipa de derecho romano o latino, según los casos. Los soldados percibieron como sueldo el doble de lo hasta entonces cobrado, con lo cual se evitaban posibles descontentos. Con ellos estructuró un ejército de 32 legiones.
Entre sus reformas políticas debe señalarse el aumento del número de senadores, que pasó a ser de novecientos (algunos originarios de la Cisalpina y de la Bética), con lo que tal institución perdía parte de su poder. Las asambleas fueron manejadas según su criterio personal, aunque se guardaron las formalidades republicanas, y las magistraturas se convirtieron, en la práctica, en un cuerpo ejecutivo, con magistrados nombrados en parte por el propio César. Modificó los tribunales, ordenando que se endurecieran las penas a los culpables y publicó una lex Iulia de provinciis por la que se acortaba el mandato temporal de los gobernadores provinciales. Acuñó moneda de oro, dejando para el senado la emisión de las piezas de plata y de cobre. Finalmente, es de destacar la reforma del calendario que efectuó en el 46 a.C., acompasándolo al año solar. En el campo cultural, encargó a Varrón la organización de bibliotecas.
Su obra literaria
Como escritor, César está considerado como uno de los pilares fundamentales de la literatura romana. Sus mejores aportaciones son sus famosos Comentarios a la guerra de las Galias y Comentarios sobre la Guerra Civil, escritos durante las pausas invernales de sus campañas militares. En la primera obra, compuesta por siete libros, describió sus guerras anexionistas con descripciones detalladas sobre las expediciones, conquistas, sublevaciones y derrotas que experimentó en las Galias entre los años 58 y la rendición de Ariovisto en el 52; y en la segunda reflejó en tres libros los hechos acontecidos en el 49 y el 48, con la clara intención de justificar la necesidad del enfrentamiento civil que lo llevó a la cima del poder.
El significado de su obra histórica es complejo. Recogió la tradición de los hombres públicos que, para difundir su discurso y afianzar electores, utilizaban la publicación de crónicas bélicas, memorias o panfletos; pero fue original porque añadió el lenguaje técnico y el léxico conciso aprendido de la tradición militar helena. Utilizó un estilo sencillo, y un lenguaje desprovisto de adornos, breve y austero.
En los Comentarios a la guerra de las Galias difundió su papel de estratega y líder militar, y no necesitó tanto justificar sus acciones porque los romanos le apoyaban. Se trataba de mostrar, en una versión oficial dirigida contra las interpretaciones hostiles, que la conquista de la Galia (con la cual, en realidad, Julio César había rebasado los límites de su cargo de gobernador de la provincia Narbonense) fue provocada por la actitud amenazadora de los mismos galos. Sin embargo, en los Comentarios sobre la Guerra Civil cambió de objetivos y elaboró un conjunto de sutiles justificaciones para ocultar su responsabilidad en los inicios del conflicto que dividió a Roma y achacar al Senado la responsabilidad de la guerra civil; y utilizó todos sus recursos narrativos y retóricos para consolidar el poder y honor conseguidos.
Ya los propios coetáneos alabaron la claridad y precisión de los Comentarios, así como su estilo, "sermo imperatorius", que tiende directamente a su objeto con la rapidez propia del hombre de acción. El estilo de los Comentarios a la guerra de las Galias fue elogiado por Cicerón como "sobrio, sin artificio, elegante", "como un cuerpo que se hubiera despojado de su vestidura". Sin embargo, no puede tampoco negarse a ambos textos el espíritu polémico y el carácter tendencioso que, hábilmente disimulados mediante el silencio guardado acerca de algunos detalles y la presentación de otros bajo la luz más favorable al autor, perjudican su objetividad, por lo demás desacostumbrada en las memorias de personajes políticos. Con todo, las dos obras constituyen una valiosa fuente de información respecto a acontecimientos decisivos para la historia de Roma. Su prosa resulta sugestiva, a pesar de cierta monotonía debida al empleo de los discursos indirectos en un tono propio de parte de guerra, generalmente indiferente (aunque no siempre) a los pasajes oratorios propios de lo escrito con intenciones artísticas.
También escribió otros textos de los cuales se conservan sólo fragmentos, como algunos discursos y poemas, y De analogía, obra compuesta originalmente por dos libros dedicados a Cicerón, a quien pese a las diferencias políticas consideró como una figura fundamental de la elocuencia latina. Los dos Anticatones, obras propagandísticas de finales de la República, fueron muy conocidos en su época pero no se conservaron y sólo se les conoce por las citas de sus contemporáneos.Fotos
Figura fundamental en la transición de la República al Imperio Romano, las excepcionales dotes de político, estratega y escritor de Julio César le han convertido en el personaje más célebre de la antigüedad, cuya fama ha perdurado hasta nuestros días. Su carrera política y militar le condujo, tras la guerra de las Galias y la victoria sobre Pompeyo en la guerra civil, a hacerse con el control absoluto del poder, desde el que se propuso acometer reformas que posibilitasen mantener la creciente influencia de Roma sobre el Mediterráneo, pero el complot que terminó con su vida le impidió ver realizados sus proyectos. Las siguiente serie de fotografías permite seguir la extraordinaria trayectoria del ambicioso estadista romano. Haz clic en las miniaturas para ampliarlas.
Busto de Julio César | | Un joven ambicioso |
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La guerra de las Galias | | César y Cleopatra |
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El asesinato de César | | Dos mil años de fama |
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Obtenido de http://www.biografiasyvidas.com/monografia/julio_cesar/
sábado, 12 de abril de 2008
San Gregorio Magno
Gregorio I Magno
Gregorio I,, venerado como San Gregorio y llamado Magno por sus importantes escritos teológicos (*ca. 590 en Roma – †12 de marzo de 604), fue el sexagésimo cuarto Papa de la Iglesia Católica; fue el primer monje en alcanzar la dignidad pontificia, y probablemente la figura definitoria de la posición medieval del papado como poder separado del Imperio Romano.
Vida
Gregorio nació en Roma hacia el año 540.Era originario de una rica familia patricia romana, la gens Anicia, cristiana desde hacía mucho tiempo: su bisabuelo era el papa Félix III (†492) y dos de sus tías paternas eran monjas. Pero Gregorio estaba destinado a una carrera secular, por lo que recibió una sólida formación intelectual.
Se dedicó a la política de joven, y en 573 alcanzó el puesto de prefecto de Roma (præfectus urbis), la dignidad civil más grande a la que podía aspirarse. Pero renuncia pronto a este difícil cargo y se hace monje.
Tras la muerte de su padre, en 575 transformó su residencia familiar en el Celio en un monasterio con el nombre de San Andrés (donde hoy se alza la iglesia de San Gregorio Magno).
Pero en el año 579 el papa Pelagio II lo ordena diácono y le envía como apocrisiario a Constantinopla, donde permanece seis años y conoce a Leandro de Sevilla, el hermano del también doctor de la Iglesia Isidoro de Sevilla. Durante esta estancia disputó con el patriarca Eutiquio de Constantinopla acerca de la corporeidad de la resurrección.
Gregorio regresa a Roma en 585 ó 586 y ocupa el cargo de secretario de Pelagio II hasta la muerte de éste de peste en febrero de 590, tras lo cual es elegido para sucederle como pontífice.
Pontificado (590–604)
Al acceder al papado en el año 590 se ve obligado a enfrentar las arduas responsabilidades que pesan sobre todo obispo del siglo VI, pues no pudiendo contar con ayuda efectiva bizantina los ingresos económicos que reportan las posesiones de la Iglesia hacen que el papa sea la única autoridad de la cual los ciudadanos de Roma pueden esperar algo. No está claro si para esta época existía aún el Senado romano, pero en todo caso no interviene en el gobierno, y la correspondencia de Gregorio nunca menciona a las grandes familias senatoriales, emigradas a Constantinopla, desaparecidas o venidas a menos.
Solo él poseía los recursos necesarios para asegurar la provisión de alimentos de la ciudad y distribuir limosnas para socorrer a los pobres. Para esto emplea los vastos dominios administrados por la Iglesia, y también escribe al pretor de Sicilia solicitándole el envío de grano y de los bienes de la Iglesia.
Intenta infructuosamente que las autoridades imperiales de Rávena reparen los acueductos de Roma, destruidos por el rey ostrogodo Vitiges en el año 537.
En el año 592 la ciudad es atacada por el rey lombardo Agilulfo. En vano se espera la ayuda imperial; ni siquiera los soldados griegos de la guarnición reciben su paga. Es Gregorio quien debe negociar con los lombardos, logrando que levanten el asedio a cambio de un tributo anual de 500 libras de oro (probablemente entregadas por la Iglesia de Roma). Así, negocia una tregua y luego un acuerdo para delimitar la Tuscia Romana (la parte del ducado romano situada al norte del Tíber) y la Tuscia propiamente dicha (la futura Toscana), que a partir de ahora será lombarda. Este acuerdo es ratificado en 593 por el exarca de Rávena, representante del Imperio en Italia.
Gregorio trabó alianzas con las órdenes monásticas y con los reyes de los francos en la confrontación con los ducados lombardos, adoptando la posición de un poder temporal separado del Imperio.
También organizó la ley eclesiástica.
Gregorio falleció el 12 de marzo del año 604.
Obras
Gregorio es autor de una Regula pastoralis, manual de moral y de predicación destinado a los obispos. Recopiló y contribuyó a la evolución del canto gregoriano, llamado el Antifonario de los cantos gregorianos en su honor. En el año 600 dC ordenó que se recopilaran los escritos de los cánticos o himnos cristianos primitivos (conocidos también como Antífonas, Salmos o Himnos); dichas liturgias de alabanza a Dios eran celebradas en las antiguas catacumbas de Roma ya en el año 52 dC, iniciadas por Simón Pedro al margen del gobierno romano que, por supuesto, celebraba sólo fiestas paganas.
Estas antífonas fueron perdidas debido al cisma o diáspora de los ciudadanos romanos por las constantes guerras romano-bárbaras al tratar de catequizarlas después de que el emperador Constantino en el año 323 dC declarase la cristiandad como religión oficial en el Imperio Romano. También contribuyeron los cambios de estructura de los cantos por personas que decidieron crear sus obras propias y gustos a la desaparición de estos documentos.
El antifonario de los cantos gregorianos permaneció atado al altar de San Pedro, pero estos desaparecieron. El papa Pío X encomendó a los monjes benedictinos de la abadía de Solesmes la reproducción fiel de estas melodías cristianas tras una búsqueda infructuosa de estas obras por parte de Francia en el siglo XIX.
La nueva recopilación de estas melodías fue llamada Edición Vaticana del Canto Gregoriano, haciéndose esta edición oficial el 22 de noviembre de 1903, cuando el canto gregoriano quedó plenamente reconocido por la iglesia como el canto oficial de la Iglesia Católica.
Predecesor: ? | Prefecto de Roma 573 – antes de 576 | Sucesor: ? |
Predecesor: ? | Apocrisiario en Constantinopla 579 – 585/6 | Sucesor: ? |
Predecesor: Pelagio II | Papa 3 de septiembre del 590 – 12 de marzo del 604 | Sucesor: Sabiniano |
Bibliografía
- Thierry Dutour, La ciudad medieval: orígenes y triunfo de la Europa urbana, pp. 42 y 45–47. Paidós, Buenos Aires, 2005. ISBN 950-12-5043-1
http://es.wikipedia.org/wiki/Gregorio_Magno