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domingo, 8 de agosto de 2010

SAN IRENEO DE LYON

SAN IRENEO DE LYON

(† 203)

Nos conserva recuerdos de su infancia el mismo San Ireneo en una carta suya escrita hacia el año 190 a un compañero de su niñez, Florino. Es un bello relato, lleno de vida y verdad. El antiguo condiscípulo se había afiliado a una secta gnóstica y el Santo trata de atraerle al buen camino.

"No te enseñaron estas doctrinas, oh Florino, los ancianos que nos precedieron, los que habían sido discípulos de los apóstoles. Te recuerdo, siendo yo niño, en el Asia inferior, junto a Policarpo. Brillabas tú entonces en la corte imperial y querías también hacerte querer de Policarpo. Recuerdo las cosas de entonces mejor que las recientes, tal vez porque lo que aprendimos de niños parece que va acompañándonos y afianzándose en nosotros según pasan los años. Podría señalar el sitio en que se sentaba Policarpo para enseñar, detallar sus entradas y salidas, su modo de vida, los rasgos de su fisonomía y las palabras que dirigía a las muchedumbres. Podría reproducir lo que nos contaba de su trato con Juan y los demás que vieron al Señor, y cómo repetía sus mismas palabras; lo que del Señor les había oído, de sus milagros, de sus palabras, cómo lo habían visto y oído, ellos que vieron al Verbo de vida. Todo esto lo repetía Policarpo, y siempre sus palabras estaban de acuerdo con las Escrituras. Yo oía esto con toda el alma y no lo anotaba por escrito porque me quedaba grabado en el corazón y lo voy pensando y repensando, por la gracia de Dios, cada día.”

"En la presencia del Señor podría yo ahora asegurar que aquel bienaventurado anciano, si oyera lo que tú enseñas, exclamaría, tapándose los oídos: "¡Señor! ¡A qué tiempos me has dejado llegar! ¡Que tenga que sufrir esto! Y seguramente huiría del lugar donde, de pié o sentado, oyese tales palabras."

Con estas suyas lreneo nos confía lo más hondo de su intimidad. Ha recibido la enseñanza, y se ha familiarizado con la presencia de Cristo junto a quien lo recibió de los que con Él convivieron; él es plenamente de Cristo; no puede sufrir que Cristo sea deformado por vanas especulaciones. Las palabras de Jesús, sus acciones salvadoras, sus milagros, tal como las recibió, en toda su autenticidad, son desde su niñez alimento de su espíritu, por la gracia de Dios las va repitiendo cada día; es desde niño cristiano de constante oración. Seguramente por ello son sus escritos tan densos, sus palabras tan llenas de significado.

Poco más tarde, cuando Ireneo podía contar unos quince años, hacia el 155, hubo de grabarse en él otro recuerdo, no menos vivo y fecundo. La Iglesia vivía incesantemente amenazada; las leyes persecutorias se mantenían en vigor, aunque hubiera algún período de calma; aún los edictos de Adriano y Antonino Pío reprobando los procesos en los que las turbas acusaban tumultuariamente a los cristianos, y que a veces se alegan como mitigaciones de los primitivos edictos, no siempre tenían cabal cumplimiento. Ciertamente, no se observaron en el caso de San Policarpo.

Los gentiles y judíos de Esmirna, no contentos con el suplicio de once cristianos que se les ofreció en el circo, reclaman al anciano obispo. Este confiesa valerosamente a Cristo y es condenado a la hoguera, para la que buscan diligentemente leña las turbas. Se presiente la presencia emocionada de cristianos entre los espectadores del suplicio; ellos están a punto para pedir inmediatamente los sagrados despojos, y conservan los detalles del martirio, la serena dignidad del santo anciano, la postrera oración de perdón, paz y entrega. Entre estos cristianos no había de faltar el adolescente que seguía embebecido las enseñanzas del santo obispo.

Durante veinte largos años se nos hace muy borrosa la figura de Ireneo, aunque por sus escritos podemos colegir con gran seguridad una prolongada estancia en Roma. Su peregrinar de Esmirna a Lyon le fue confirmando en la fidelidad con que se conservaba en las Iglesias que recorría la tradición apostólica; pero hubo también de apreciar el pulular oscuro de jefecillos de sectas diversas, hinchados de vanidad. Volvemos a encontrarle en Lyon en 177 al lado de un grupo excepcional de mártires. Son cerca de cincuenta y los preside el anciano obispo Potino, también oriundo de Asia Menor y discípulo de San Policarpo. Desde la cárcel escriben una carta preciosa dirigida a las Iglesias de Roma, Asia y Frigia; el documento es de lo más hermoso que conservamos de los tiempos martiriales; ellos ven la muerte con sencillez, sin jactancia, como lo que corresponde a cristianos que lo son de veras; en espera del suplicio se preocupan de la perturbación que causa en la Iglesia universal la falsa profecía de Montano, y quieren prevenir. Ireneo trabajaba hacía tiempo al lado de su anciano compatriota el obispo Potino, que le había ordenado presbítero de la iglesia de Lyon. No había sido capturado y lo aprovechan los mártires para que lleve su carta a Roma. En ella le dedican un cumplido elogio.

Mientras su legación en Roma, muere Potino, acabado de sufrimientos en la cárcel; los otros cincuenta van sucumbiendo a diversos suplicios.

Al regresar de Roma recae en él el peso de restaurar la iglesia lionense. Contaría Ireneo, al ser promovido al episcopado, unos cuarenta años.

La labor que se le encomendaba era muy dura. Eran los albores de aquella cristiandad, y el martirio de aquellos cincuenta cristianos tenía que dejar sus filas notablemente menguadas; pero el martirio, lejos de dificultar la propagación de la fe, resultó su mejor ayuda; la sangre de los mártires fue siempre semilla de cristianos. San Ireneo vio crecer su grey de manera maravillosa. Aunque no conocemos bien la organización de la Iglesia en las Galias en esta segunda mitad del siglo II, parece seguro que no había por entonces en aquellos contornos más sede episcopal que la de Lyon; pronto comprobamos la existencia de otras cristiandades; Lyon se había convertido en un pujante centro de irradiación en un área bastante extensa. San Ireneo gobernaba estas nacientes comunidades, ya que el nacimiento de nuevas sedes episcopales en esta parte de las Galias parece bastante más tardío; desde luego, posterior al martirio de San Ireneo. Podemos, pues, dar por seguro que su vida se empleó en frecuentes viajes de misión y organización. Cada una de estas nuevas comunidades cristianas va rindiendo su tributo de martirio; San Alejandro, San Epipodio, San Marcelo, San Valentín y San Sinforiano serían, seguramente, discípulos de San Ireneo en Chalons, Tournus y Autun. La inscripción sepulcral de Pectorio en Autun, hermosa profesión de fe eucarística, puede considerarse como un eco de la predicación de Ireneo.

Los viajes apostólicos del Santo hubieron de llegar hasta el limes o confín del Imperio, pues él mismo nos da noticia por primera vez de que la predicación cristiana ha llegado más allá de las fronteras y de que empiezan a entrar en la Iglesia gentes de estirpe germánica: los bárbaros.

Toda esta actividad se desarrolla sin que remita nunca la persecución, en pobreza y peligro; tiene que ser obra casi personal del obispo, pues aún los presbíteros no han empezado a hacerse cargo de comunidades aisladas; es el obispo el único que celebra la sagrada liturgia, admite al bautismo y prepara para el mismo durante el catecumenado, y es también el que recibe a los pecadores a penitencia y reconciliación.

No poseemos grandes detalles acerca de esta actividad, que, no obstante, podemos apreciar en su impresionante conjunto. Conocemos, en cambio, su labor como maestro, y ello nos revela otro aspecto de máximo interés.

A todas las dificultades que hubo de vencer se sumó para él la más dura y dolorosa, pues la causaban las defecciones de los mismos cristianos. Aun en el seno de las cristiandades heroicas de los años de las persecuciones no faltó a la Iglesia el desgarramiento interno de la herejía. Esta se presentaba bajo una forma cuya sugestión no comprendemos hoy bien, pero cuyo peligro efectivo fue considerabilísimo. La Iglesia venció el peligro gracias a su inquebrantable adhesión a la enseñanza recibida, conservada con inalterable firmeza por los obispos. El cristianismo, sin este esfuerzo y fidelidad, se hubiera transformado en un pobre sistema no muy lejano de las sectas oscuras de inspiración maniquea que más o menos han sobrevivido. Claro que esto no podía ocurrir, y el Señor preparó los remedios por caminos, por cierto, bien distintos a los que a cualquiera se le hubieran ocurrido. El vario complejo de desviaciones con que se enfrentó San Ireneo se denomina gnosticismo. La gnosis pretende ser un conocimiento más razonable de la religión, patrimonio de un grupo selecto de iniciados. Ya antes de Cristo la gnosis había tratado de encontrar un substrato racional a los cultos paganos. Se trató de emplear el mismo procedimiento con la enseñanza cristiana. Los intentos son varios e inconexos, denominados por sus iniciadores: Basílides, Marcos Valentín, Marción. Tema común a todos suele ser el del origen del mal, que se atribuye a un principio poco menos que divino. Este principio para algunos es el Yahvé del Antiguo Testamento, distinto del Dios de Jesús.

San Ireneo había conocido algunos de estos sistemas en vida de San Policarpo; desde entonces no ceja en desenmascararlos y hacer ver que nada tienen que ver con la enseñanza cristiana, aunque lo afecten.

Conservamos una obra de San Ireneo que recoge su actividad como maestro; su título es Manifestación y refutación de la falsa gnosis, aunque se la conoce más corrientemente con el de Adversus haereses.

Frente a la varia y confusa proliferación de especulaciones, Ireneo mantiene la integridad de la enseñanza de Jesús, tal como la han conservado las Iglesias, por una tradición no interrumpida y de acuerdo con las Santas Escrituras. Entre las diversas Iglesias hay una a la que se acude siempre con seguridad, la de Roma, “la más grande, la más antigua, por todos conocida, fundada por los gloriosos apóstoles Pedro y Pablo". "Con esta Iglesia, a causa de su superior preeminencia, es preciso que concuerden todas las demás que existen en el mundo, ya que los cristianos de los diversos países han recibido de ella la tradición apostólica."

La argumentación de Ireneo y su práctica eran los buenos frente a la gnosis; una discusión en el mismo terreno de sus corifeos hubiera sido inútil. La verdadera enseñanza es la del que el Padre envió y Él confió a su Iglesia.

En esta obra de San Ireneo, y en otra de propósitos en gran parte catequéticos, Demostración de la verdad apostólica, se pueden espigar tesoros de enseñanza y piedad. Se considera a Ireneo como el primer teólogo de la Iglesia: lo que más sugestiona en sus escritos es su fuerza de testimonio de la continuidad de la doctrina de la Iglesia; no sólo hacia el pasado, sino principalmente hacia el porvenir, hacia nosotros. Leyendo sus escritos encontramos nuestra fe de hoy, en los términos que hoy empleamos; la seguridad de que somos los mismos que aquel muchacho que escuchaba de los labios de Policarpo los recuerdos directos de los que vieron y oyeron al Señor.

Es Ireneo el primero que da a la Virgen Santísima el título de causa salutis: causa de nuestra salvación; lo bebió en buena fuente.

Aún nos ha conservado Eusebio de Cesarea, con un hermoso fragmento de otra carta de Ireneo, un rasgo más de su carácter, que relaciona con su nombre, de resonancias pacificadoras. El papa Víctor, un tanto impacientado por no lograr el acuerdo de las iglesias de Oriente sobre la fecha de la celebración de la Pascua, llegó a pensar en excluirlas de su comunión. Ireneo escribe entonces al Papa, en nombre de los fieles a quienes gobernaba en las Galias. Afirma, desde luego, que debía guardarse la costumbre romana y celebrarse en domingo el misterio de la Resurrección del Señor; pero exhorta respetuosamente al Papa a no excomulgar iglesias enteras por su fidelidad a una vieja tradición. "Si hay diferencias en la observancia del ayuno, la fe, con todo, es la misma." Es honra también del papa Víctor haber escuchado la advertencia del obispo de Lyon.

La vida laboriosa y santa de San Ireneo termina con el martirio. No sabemos cómo ni cuándo; sin duda en tiempos de Septimio Severo, muy a principios del siglo III. Verosímilmente se encuadran los días del Santo entre los años 140 y 202.

Figura muy familiar a teólogos e historiadores, era poco conocida del pueblo fiel fuera de Francia. El papa Benedicto XV hizo una obra de justicia al extender su fiesta a la Iglesia universal. Las lecciones del oficio que adoptó el Breviario Romano son un ejemplo de concisa y piadosa exactitud.

JOSÉ LÓPEZ ORTIZ, O. S. A.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Ireneo de Lyon

Ireneo de Lyon


Ireneo de Lyon conocido como San Ireneo (n. Asia Menor, 130 - m. Lyon, 202) fue Obispo de esa ciudad desde 189. Considerado como el más importante adversario del gnosticismo del siglo II.

Ministerio Cristiano

Fue discípulo, considerado el mejor de todos, del obispo de Esmirna, Policarpo, discípulo, a su vez, del Apóstol Juan. Policarpo le envió a las Galias (157). En Lyon donde se registró una cruel persecución que causó numerosos mártires entre los cristianos, fue ordenado sacerdote y desde el año 177 ejerció allí como presbítero. Fue enviado al Obispo de Roma Eleuterio, para rogarle mediante "la más piadosa y ortodoxa de las cartas", en nombre de la unidad y de la paz de la Iglesia, para que tratase con suavidad a los hermanos montanistas de Frigia.

Explicó que al rechazar a los falsos profetas había que acoger el verdadero don de profecía. Pese a rechazar los "excesos carismáticos" y apocalípticos del montanismo, consideró que no se podía prohibir las manifestaciones del Espíritu Santo dentro de las iglesias romas.

Sucedió a Potino en la sede episcopal de Lyon desde el 189 e intervino ante el obispo romano Víctor (190), para que no separara de la comunión a los cristianos orientales que celebraban la Pascua el mismo día que los judíos. No se tiene certeza sobre la fecha de su muerte, pero se estima ocurrió entre el año 202 y el 208.

El nombre de San Ireneo está vinculado, sobre todo, a la polémica contra los gnósticos.

domingo, 13 de abril de 2008

Ireneo de Lyon

Ireneo de Lyon

Ireneo de Lyon
Ireneo de Lyon

Ireneo de Lyon conocido como San Ireneo (n. Asia Menor, 130 - m. Lyon, 202) Obispo 189.

Ministerio Cristiano

Fue discípulo, considerado el mejor de todos, del obispo de Esmirna, Policarpo, discípulo, a su vez, del Apóstol Juan. Policarpo le envió a las Galias (157). En Lyon donde se registró una cruel persecución que causó numerosos mártires entre los cristianos, fue ordenado sacerdote y desde el año 177 ejerció allí como presbítero. Fue enviado al Obispo de Roma Eleuterio, para rogarle mediante "la más piadosa y ortodoxa de las cartas", en nombre de la unidad y de la paz de la Iglesia, para que tratase con suavidad a los hermanos montanistas de Frigia.

Explicó que al rechazar a los falsos profetas había que acoger el verdadero don de profecía. Pese a rechazar los "excesos carismáticos" y apocalípticos del montanismo, consideró que no se podía prohibir las manifestaciones del Espíritu Santo dentro de las iglesias.

Sucedió a Potino en la sede episcopal de Lyon desde el 189 e intervino ante el obispo romano Víctor (190), para que no separara de la comunión a los cristianos orientales que celebraban la Pascua el mismo día que los judíos. No se tiene certeza sobre la fecha de su muerte, pero se estima ocurrió entre el año 202 y el 208.

El nombre de San Ireneo está vinculado, sobre todo, a la polémica contra los gnósticos.

Obra

Escribió el tratado Contra las Herejías (Ver: Contra las herejías), cuyo título completo es Desenmascarar y Refutar la falsamente llamada Ciencia (Gnosis en griego).

Explicó que no existe un Pléroma sobre el Dios Creador. La Regla de la Verdad, se resume en lo siguiente: hay un solo Dios Soberano universal que creó todas las cosas por medio de su Verbo, que ha organizado y hecho de la nada todas las cosas para que existan. El Dios del Antiguo Testamento es el mismo y único Dios del Nuevo Testamento, al contrario de lo que afirmó Marción.

Ireneo confrontó las concepciones según las cuales habría almas malas destinadas a condenarse o tres clases de humanos: materiales que no pueden salvarse, síquicos que pueden salvarse y espirituales que salvan. Dios ha encerrado a todos en la incredulidad, para tener compasión de todos (Romanos 11,32). Especialmente rechazó la versión gnóstica de Cristo, que lo hacía un hombre espiritual al que le fue administrado un cuerpo formado con substancia síquica, pero dispuesto con un arte inefable para que pudiera ser visto, palpado y sufrir y del que se libró al morir, y que en cambio nunca tomó nada del hombre material, porque éste nada tiene que pueda salvarse. Mostró cómo, según los argumentos que ellos proponen, el Verbo no se habría hecho carne. El libro V expone su escatología milenarista, heredada de los apóstoles: el Anticristo, la Resurrección de los justos y el Milenio.

Teología de Ireneo de Lyon

Ireneo defiende el principio de la tradición. El libro segundo del AH desarrolla o funda el principio de la tradición, que ya inicia Hegesipo, y fórmula este principio contra el gnosticismo, que admite revelaciones privadas, propias de sus escuelas. Dice que la verdadera tradición hay que buscarla en la Iglesia fundada por los apóstoles, donde sus sucesores han enseñado la doctrina auténtica.

Ireneo está fuertemente convencido de que la doctrina de los Apóstoles sigue manteniéndose sin alteración. Esta tradición es la fuente y la norma de la fe (regula fidei o regula veritatis). Para Ireneo este canon de la verdad parece ser el credo bautismal, porque dice que lo recibimos en el bautismo. Solo las iglesias fundadas por los apóstoles pueden servir de apoyo para la enseñanza auténtica de la fe y como testigos de la verdad, pues la sucesión ininterrumpida de los obispos en estas iglesias garantiza la verdad de su doctrina. A propósito de esto dice que seria largo recurrir a todas las iglesias, por ello reduce a la de Roma, gracias a lo cual tenemos toda la lista de obispos romanos. Lib. 3ª, cap3º, punto3º.

S.Ireneo es ante todo un gran exegeta, especialmente de San Pablo y de San Juan, de tal modo que cuando el explica a San Pablo o a S. Juan es casi como si estos se explicasen a sí mismos. S.Ireneo es el representante de la escuela asiática (de Asia Menor). La teología de la carne no viene de S. Juan.

La batalla en torno a los gnósticos se hace con San Pablo (dándoles así en la cresta). El tema central de la teología ireniana gira en torno al Salus Hominis (antropología), es decir, la salvación del hombre. En la antropología confluyen todo lo demás, trinidad, eclesiologia, escatología, etc. El punto de partida de su antropología lo constituyen los dos textos bíblicos del génesis que hablan de la creación del hombre. 1º Gen 1,1-26, el 2º Gen 2,7. Frente a los gnósticos que distinguían tres clases de hombre, el hombre material o hiliaco, el hombre psíquico o animal (porque su sustancia es la psijé o alma), y 3º el hombre espiritual o neumático (constituido de pneuma o espíritu)

Hay un solo hombre, carnal, espiritual y animal. Repetidamente dice que el hombre es una mezcla de cuerpo, alma y espíritu, en esto usa una terminología paulina, Pablo en 1ªTes 5,2. Los gnósticos daban a estos tres elementos la categoría de sustancia, y decían que los tres hombres eran de tres sustancias distintas, aunque teóricamente cada uno de estos tres podría vivir independientemente, o quizás unidos. El espíritu está revestido del hombre psíquico y este a su vez del hombre material. El ideal de ese espíritu es librarse de los otros dos, esto ocurrirá con la muerte. La sustancia espiritual es la sustancia de Dios, por ello el hombre es consustancial al Padre. La salvación para los hombres espirituales es debida a su propia sustancia, por ser de materia divina. La sustancia de los 7 cielos es el mundo del demiurgo, Dios inferior al Dios uno, tiene naturaleza psíquica, es el que crea al hombre material, pero el hombre espiritual es de sustancia divina.

S.Ireneo dice que solo hay un hombre, que asume las sustancias, así hay un tanto a favor de las cosas. El hombre es cuerpo, es carne, el alma es el principio de la vida racional y animal por el plasma (barro). El alma es principio racional, el principio que al barro comunica la vida sensitiva y racional. El espíritu es principio de vida espiritual del plasma. El hombre por el pecado pierde el espíritu. El hombre es una mezcla de cuerpo, alma y espíritu. Son cualidades inherentes al cuerpo. Sarcología: el hombre es carne, así antropología es filosofía de la carne. Car Capax Salutis: carne capaz de salvación. Aquí es donde se juega la batalla, para los gnósticos la carne no es capaz de salvación, para S.Ireneo sí. Salvación significa divinización de la carne, por eso el Hijo de dios se encarna para divinizar la carne. La carne, por ser materia, para los gnósticos, es corruptible, y acabará con la aniquilación. Por eso la carne de Dios no es real, sino aparente (docetismo), perdiéndose así los misterios de N.S.Jesucristo. La carne es esencial para S.Ireneo. el hombre per se es carne, pero una carne destinada a la salvación.

En Gen 2,7a. "Tomó Yahveh barro de la tierra", hallamos el origen del cuerpo, es barro de la tierra, ahora bien, ¿De qué tierra? De esta visible que tenemos ante nosotros, y el misterio de la curación del ciego de nacimiento lo pone esto de manifiesto. El hombre es un ser en construcción, idea de progreso, el hombre no acaba de ser hecho hasta que el hombre sea igual a la carne gloriosa de Cristo, entonces el hombre será perfectamente lo que Dios quiere, imagen y semejanza de Dios.

Por otro lado, subraya que ese barro tomado de la tierra, no fue plasmado por ángeles, sino por las manos de Dios, directamente, las manos de Dios son el Hijo y el Espíritu Santo. El Hijo es el que comunica al barro la imagen, y el Espíritu Santo es el que le comunica la semejanza divina. Cada una de las tres divinas personas en la creación, actúa a tenor de sus cualidades personales. El Padre crea la materia ex nihilo, el Hijo le da forma, y el E.Santo lo llena de vida. Gen 2,7b. Este aliento de vida se identifica con el alma, infundida en el plasma, y adopta la forma del plasma, a la manera como el contenido adopta la forma del contenedor, y se sujeta a la misma causalidad de las manos de Dios.

El hombre es un microcosmos, en el mismo ser del hombre hay como un resumen de toda la creación, del mundo material por ser material, y del racional por ser racional. S.Ireneo dice que Dios hizo al hombre rey no solo de este mundo, sino también del de los ángeles. El hombre mismo es resumen de la creación. Según Gen 1,26 hay que distinguir imagen de semejanza. Imagen es similitud con la forma, figura, lineamentos, y se da entre naturalezas iguales, se da necesariamente entre dos naturalezas iguales, tenemos por tanto la misma naturaleza de Dios, posible por Cristo, que tiene naturaleza humana. Aquí se introduce la teología trinitaria. El Padre no tiene forma, no es posible conocer al Padre sin el Hijo, el cual si tiene forma. Así pues, el hombre, que es material, corporal, carnal, es imagen de Dios en su sentido horizontal, es decir imagen de Cristo Dios que ha de venir, se ha de encarnar, es el paradigma.

En Cristo cabe distinguir varios estadios. El paradigma de Adán es Cristo, que es anterior al primer Adán, puesto que el primer Adán es solo anterior en el tiempo, no en la mente de Dios. En Cristo cabe distinguir distintos estadios (cuando nació, como niño, etc.) ¿En cual de estos estadios es el paradigma del que fue creado Adán?. En la resurrección, ese es el paradigma o modelo que Dios tuvo presente. Será imagen de Dios cuando su carne sea glorificada. El hombre pues está destinado por Dios a ser glorificado en su carne, mientras tanto estamos en periodo de construcción. Al ser una economía carnal, es precisa una historia, si hubiese sido una economía angelical no hubiese hecho falta.

La semejanza significa asimilación del hombre con Dios, que hay que distinguir otra semejanza, asimilación del hombre con Dios, es decir, el hombre se hace Dios, la semejanza consiste en que el hombre sea divinizado, deificado, el hombre está destinado a hacerse Dios. Esta semejanza es progresiva, ya el KATA (partícula segunda) tiene de suyo un dinamismo. Indica un proceso que tiene que desarrollarse hasta la perfección de la carne de Cristo, pero nunca barrerá la distancia física, sino la distancia cualitativa. Una cosa es la OUSIA (sustancia) o ser de Dios, y otra es la OUSIA humana, que es carnal, la distancia está entre el ser de Dios y el del hombre, nunca se borrará, la divinización del hombre se dará en el terreno de la cualidad, el terreno cualitativo, quiere decir esto que la sustancia divina tiene unas propiedades congénitas (poiotes) la sustancia divina de suyo es impasible, inmortal, incorruptible, y la sustancia humana de suyo es corruptible, mortal, y pasible. La divinización del hombre viene de que la sustancia humana se olvide de sus facultades y asuma las cualidades divinas. Cristo resucitado es el modelo que Dios tuvo delante al modelar a Adán. Por tanto Cristo es el objetivo al que ha de llegar la carne humana.

El hombre es un ser "in fieri", en construcción, que se está haciendo, llegará a ser perfecto hombre solo después de la resurrección, cuando su carne halla adquirido la incorruptibilidad y la inmortalidad. Mientras tanto, está sometido al trabajo de las manos divinas, Dios ¿Porque no hizo al hombre perfecto desde un principio? Porque si bien según los gnósticos la explicación está en el demiurgo, Dios creador, imperfecto, para S.Ireneo el hombre es incapaz de recibir la perfección de golpe por ser carnal, le hacia falta una historia. Dios es capaz de dar la perfección al hombre, pero el hombre es incapaz de recibir esta perfección. Toda la cuestión está en que Dios ha establecido una economía carnal, material. Por eso el Hijo de Dios se encarnó (por la economía carnal) y no se angelizó. La tarea de asimilación del hombre a Dios va unida al alma, nosotros somos un cuerpo tomado de la tierra, y un alma, el alma es mediadora entre este cuerpo y el espíritu. Así como la perfección de la imagen está virtualmente vinculada al cuerpo, el alma toma la misma imagen del cuerpo, el cuerpo comunica al alma la imagen del cuerpo, y así Dios comunica al alma la imagen del alma, para que lo comunique al cuerpo, actúa así de intermediación. La semejanza pues iría especialmente vinculada al alma.

Cristología de Ireneo de Lyon

Está en intima conexión con la antropología, Cristo, el verbo encarnado es el hombre ideal, es decir, el paradigma de Adán, el modelo del cual se hizo a Adán. Cristo estaba presente en la mente de Dios en el plasmado del hombre, "opera dei plasmatio hominis" (la obra de Dios es el plasmado del hombre). Dios empieza a modelar al hombre según un boceto, el segundo Adán (Cristo) que es la obra perfecta y acabada, El primer Adán es anterior al segundo solamente en el tiempo.

Todas las teofanías del A.T. desde Adán son manifestaciones del verbo. Hay que señalar la gran importancia de la encarnación, por tanto la realidad de la pasión, muerte y resurrección, contra los gnósticos(apariencia). La recapitulación, termino griego (anakefalaiosis), significa resumen, Cristo resume en su propia carne toda la historia de la salvación de la carne que se ha dado y de principio a fin, de modo pleno en la carne de Cristo glorificado. En Cristo se ha dado el resumen. Cristo recapitula a Adán, a toda la humanidad, recapitulando lo pasado y lo futuro, desde la creación hasta la glorificación.

Respecto al pecado original señalar que S. Ireneo constituye un testimonio a favor de la doctrina del pecado original. Difunde esta tesis S.Agustin por lo que fue acusado de maniqueo mal convertido, a lo que él rescata la referencia de S.Ireneo. Según S. Ireneo nuestros primeros padres, creados a imagen y semejanza de dios perdieron la semejanza, pero conservaron la imagen, aunque ofuscada. Cristo hizo brillar la imagen y le devolvió la semejanza. Destacar la ubicación del paraíso en el 4º cielo (el de en medio). El hombre, hecho de barro de la tierra es elevado al paraíso, 4º cielo, pero después por el pecado es expulsado a la tierra de nuevo. Así, en el paraíso estuvo equidistante de la tierra y del cielo sumo, explicando así el reinado del hombre sobre la tierra. El paraíso no admite al pecador, por eso fueron expulsados.

Mariología de Ireneo de Lyon

Él desarrolla mucho el paralelismo entre Eva y María de S.Justino. María reparó la desobediencia de Eva, convirtiéndose en el abogado de esta, y convirtiéndose en causa de la salvación de todo el linaje humano. Destacar la realidad de la maternidad de María, el salvador pasó a través de María como el agua pasa a través de un canal, el salvador tomó de María todo lo que era de madre (realidad de la maternidad).

Escatología de Ireneo de Lyon

Distinguir la escatología católica, la intermedia y la final. La intermedia es la situación del hombre desde la muerte a la resurrección, cada individuo, ¿en que situación se encuentra?. Respecto a ello S.Ireneo enseña las siguientes cosas sacadas de la exégesis del Rico Epulón y el pobre Lázaro (Lc 16,19 ss). Este texto para él no es parábola, sino historia real que nos cuenta el señor. Mediante la parábola nos muestra los siguientes puntos: 1º, perseverancia de las almas, es decir, las almas, tras la muerte perseveran en el ser, no se deshacen, 2º, la no-transmigración de las almas, se mantiene con una subsistencia propia, aquí interviene la omnipotencia de Dios, 3º, las almas retienen l figura del cuerpo, que las hace reconocibles, por eso el rico Epulón reconoce a Lázaro, por tener la misma figura que en vida. Las almas retienen la memoria de su obra pecadora y también el mérito, Abraham retiene el don profético y reconoce las obras del rico y del pobre, 4º, en el más allá hay un lugar de descanso y de pena, las almas buenas descansan en el seno de Abraham, las malas, como la del rico, están en un lugar de dolor, 5º, también ve S.Ireneo confirmadas una de sus tesis favoritas, la unidad de los dos testamentos, que nos permite ver en ley y profetas las palabras de Cristo, lo que ellos dijeron según la palabra de Cristo.

En la teología ireniana lo importante es siempre la Salua Carni, porque la historia salutis consiste en la deificación de la carne, el gozo del alma durante la escatología intermedia es un gozo relativo, intermedio, no-solo no ve al Padre, sino que ni al Hijo resucitado.

En la escatología final, la verdadera bienaventuranza, para que el hombre la adquiera es necesaria la resurrección del Verbo, la gente resucitada con la resurrección iniciaran el milenio, mil años durante los cuales no se verá al Padre, sino solo al Hijo resucitado acostumbrándose a la carne (Cristo) para luego pasar al Padre, además este milenio sucederá en la tierra, pero en un cielo nuevo y una tierra nueva. No se da en el milenio la visión del Padre, sino una preparación de la gente a la visión del Padre pero secundum carnem. Se da por tanto un proceso gradual, que lo inicia el E.Santo, lo continua el Hijo y lo consuma el Padre. Distingue así tres puntos en la historia de la salvación, E.Santo, etapa del A.T., la 2ª es la del Hijo, la cual a su vez se subdivide en dos, se inicia en la encarnación, y dura hasta la parusia, para luego continuarse la etapa del Hijo durante mil años, tras el séptimo milenio llegará el Padre. Así, en la ley del A.T. hemos recibido un espíritu profético, luego, con Cristo, un espíritu adoptivo, y al final el espíritu paterno. Hay pues un proceso de adaptación.

Contra el Evangelio de Judas

Su extensa y completa refutación de las diferentes doctrinas gnósticas ha sido recordada con ocasión del redescubrimiento del texto seudoepigráfico llamado Evangelio de Judas. Ireneo dice que es un libro utilizado por un grupo gnóstico al que denomina cainitas, los cuales:

dicen que Caín nació de una Potestad superior, y se profesan hermanos de Esaú, Coré, los sodomitas y todos sus semejantes. Por eso el Hacedor los atacó, pero a ninguno de ellos pudo hacerles mal. Pues la Sabiduría tomaba para sí misma lo que de ellos había nacido de ella. Y dicen que Judas el traidor fue el único que conoció todas estas cosas exactamente, porque sólo él entre todos conoció la verdad para llevar a cabo el misterio de la traición... Para ello muestran un libro de su invención, que llaman el "Evangelio de Judas".

Ireneo en varias partes de su obra se refiere a la oposición entre Caín y Abel.

Dios puso los ojos sobre las oblaciones de Abel, porque las ofrecía con sencillez y justicia; en cambio no miró el sacrificio de Caín, porque su corazón estaba dividido por celos y malas intenciones contra su hermano, según Dios mismo le dijo al reprenderlo por lo que ocultaba: «¿Acaso no pecas aunque ofrezcas tu sacrificio rectamente, si no compartes con justicia? Tranquilízate». (Gén 4,7 LLX: οὐκ ἐὰν ὀρθῶς προσενέγκῃς ὀρθῶς δὲ μὴ διέλῃς ἥμαρτες ἡσύχασον πρὸς σὲ ἡ ἀποστροφὴ αὐτοῦ καὶ σὺ ἄρξεις αὐτοῦ)
Caín, cuando Dios le aconsejó calmarse, pues no había compartido de modo justo con su hermano los deberes de fraternidad, sino que con envidia y maldad imaginó poder dominar sobre él, no sólo no se puso en paz, sino que añadió pecado a pecado, mostrando su intención con las obras. Llevó a cabo lo que había planeado (Génesis 4:7-8): se impuso sobre él y lo mató.

El sacrificio de Abel es un símbolo del sacrificio de Jesús:

Dios sometió el justo al injusto, a fin de que el primero mediante su sufrimiento se manifestase como justo, en cambio el segundo mediante sus actos desenmascarase su injusticia... el Dios que los desenmascara no es culpable de ellos ni obra el mal.
No son los sacrificios los que purifican al ser humano, pues Dios no los necesita; sino la conciencia pura de quien lo ofrece es lo que santifica el sacrificio.

Jesús dio su vida no para "liberarse del cuerpo", sino para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna... para que el mundo se salve por él; el que cree en él no es condenado (Juan 3:16-18) ; y la condenación está en que vino la luz al mundo y los hombres amaron más las tiniebalas que la luz... para que no sean censuradas sus obras (Juan 3:19-20,12:4-6).

Fiesta

Los cristianos orientales celebran la fiesta de San Ireneo el 23 de agosto. La Iglesia Católica la celebra el 28 de junio.

Enlaces externos

Artículo relacionado

Fuente:
wikipedia

viernes, 11 de abril de 2008

Ebionismo

Ebionismo

El sermón de la montaña por Carl Heinrich Bloch, 1890
El sermón de la montaña por Carl Heinrich Bloch, 1890

Palabra derivada de ebion, "pobre" en hebreo. Esta corriente del cristianismo primitivo es el nombre con el que eran conocidas algunas comunidades cristianas primitivas que se mantenían fieles a la Ley mosaica, cumpliendo preceptos judíos tales como la circuncisión, el sábado, las prohibiciones alimenticias, etc.

También tenían una cristología "baja" al decir de los cristianos primitivos, es decir, afirmaban que Jesús era el Mesías ("Cristo"), pero rechazaban su preexistencia y que tuviera naturaleza divina.

Al parecer se regían, además de la Torah, por el Evangelio según Mateo y otro libro que llamaban "Evangelio de los Nazarenos" (hoy perdido, posiblemente el de Mateo en Hebreo) y rechazaban tajantemente los escritos del apóstol Pablo, tratándole como un apóstata de la Ley. Las últimas comunidades ebionitas podrían haber desaparecido alrededor del siglo IV.

Los Ebionitas se deben distinguir, tal y como Ireneo de Lyon deja claro ya en el siglo II, de los Nazarenos, judíos creyentes en Jesús como Mesías, y descendientes de la primitiva iglesia judía de Jerusalén, que si creían en la Divinidad de Jesús y además del sábado celebraban el domingo como día de la resurrección del Señor.

Ya que no hay evidencia arqueológica autentificada para comprobar la existencia de los ebionitas, su naturaleza e historia no pueden ser reconstruidas de referencias que no han perdurado. Lo poco que se conoce de ellos viene de referencias críticas por influencias de antiguos teólogos y escritores de la iglesia cristiana, quienes los consideraban "heréticos" y "judaizantes".[1] Sin embargo, de acuerdo con los estudiosos de la actualidad quienes han estudiado su pertenencia a la historia, los ebionitas existieron como una comunidad distinta de la cristianidad temprana, antes y después de la destrucción de Jerusalén en el año 70 de nuestra era, pero fueron marginados y perseguidos por cristianos gentiles a pesar de la posibilidad de que hayan sido más fieles a las auténticas enseñanzas de Jesús que el mismo Pablo de Tarso[2] [3] [4] [5]

Historia

En el año 140 de nuestra era, Justino Mártir, en su texto más antiguo que conocemos, describe una secta alejada de la iglesia que observa la Ley de Moisés, y que la sostienen como obligación universal.[6] En el 180 dC, Ireneo de Lyon fue el primero en usar el término "Ebionitas" para describir una secta herética y judeizante, que calificaba como tercamente aferrados a la ley.[7] En el 212 dC, Orígenes remarca que el nombre deriva de la palabra hebrea "evyon", que significa pobre.[8] La más completa pero a la vez cuestionable relato viene de Epifanio de Salamis, quien escribió un tratado de herética en el s. IV, denunciando 80 sectas heréticas, entre las cuales se encontraba el Ebionismo.[9] Estas son descripciones generales de su ideología religiosa, aunque en ocasiones hay citas de sus evangelios, que de otra manera estarían perdidos para nosotros.

Usualmente dependiendo entre si para su valoración, los Padres de la Iglesia distinguieron a los Ebionitas de los Carpocracianos, Cerintos, Elcesaiteos, Nasoraneos, Nazarenos, Nazoraneos y los Sampsaenos, muchos de los cuales eran las primeras sectas de judíos discípulos de Jesús que sostenían su gnosticismo tradicional referentes al punto de vista cristiano que los ebionitas rechazaban. Eusebio de Cesarea, menciona sin embargo, que la minoría ebionista se acercó a hacer suyas estas ideas a pesar de continuar con el nombre de la secta.[10]


Notas

  1. Klijn A.F.J.; Reinink, G.J. (1973). Patristic Evidence for Jewish-Christian Sects. Brill. ISBN 9004037632.
  2. Schoeps, Hans-Joachim (1969). Jewish Christianity: Factional Disputes in the Early Church. Translation Douglas R. A. Hare. Fortress Press.
  3. Maccoby, Hyam (1987). The Mythmaker: Paul and the Invention of Christianity. HarperCollins. ISBN 0062505858.
  4. Cite error: Invalid tag; no text was provided for refs named Eisenman_1997
  5. Tabor, James D. (2006). The Jesus Dynasty: A New Historical Investigation of Jesus, His Royal Family, and the Birth of Christianity. Simon & Schuster. ISBN 0743287231.
  6. Ante-Nicene Fathers, Justin Martyr
  7. Ante-Nicene Fathers, Irenaeus
  8. Ante-Nicene Fathers, Origen, De Principiis
  9. Koch, Glenn Alan (1976). A Critical Investigation of Epiphanius' Knowdedge of the Ebionites: A Translation and Critical Discussion of 'Panarion' 30. University of Pennsylvania.
  10. Ante-Nicene Fathers, Eusebius
  11. Traducción de:
    http://www.earlychristianwritings.com/text/gospelebionites.html



Fuentes:
Obtenido de
"http://es.wikipedia.org/wiki/Ebionismo"
http://www.blogger.com/post-edit.g?blogID=4209660352979860341&postID=4448306381952216622


Evangelio de los ebionitas

Evangelio de los ebionitas

El Evangelio de los ebionitas es un texto que data de la segunda mitad del siglo II, escrito por algún miembro del credo ebionita, que era un grupo judío-gnóstica. También es llamado Evangelio de los Doce. No se encuentra completo y se ha reconstruido por citas y fragmentos. El autor romano Orígenes hace referencia de él, y se encuentran fragmentos citados en san Ambrosio, Teofilacto, Beda el Venerable y san Jerónimo. San Epifanio los discute, y hace comentarios explicativos del grupo ebionita.

El Evangelio ebionita es probablemente el Evangelio de los Apóstoles de que habla Orígenes (Hom. in Luc. 1). En este caso, habría que datarlo, con toda verosimilitud, en los primeros años del siglo III. Jerónimo se equivocó evidentemente al identificarlo con el Evangelio según los Hebreos, si bien A. Schmidtke defiende esta opinión.

Todo lo que sabemos del Evangelio de los ebionitas se lo debemos a Epifanio (Adv. haer. 30,13-16,22), que nos ha conservado algunos fragmentos. A juzgar por ellos, fue escrito en favor de una secta opuesta al sacrificio. Por eso pone en boca de Jesús estas palabras: "He venido a abolir los sacrificios, y, si no dejáis de sacrificar, no se apartará de vosotros mi ira" (30,16).

Se sabía que el evangelio hebreo era el único que fue aceptado durante cuatro siglos por los cris­tia­nos judíos, los nazarenos y los ebionitas. Los ebionitas, rechazaban los restantes es­critos apos­tólicos y utilizaban sólo este evan­gelio. Por lo demás, ellos creían que Jesús pro­venía «del se­men de un ser humano», mientras que Jeróni­mo creía, según parece, en el naci­mien­to inmacu­lado.

Eusebio, el escritor que escribió los textos de los padres de la Iglesia para la posteridad, puso este evangelio hebreo al mismo nivel que la mani­fes­tación de Juan. Pero Jerónimo lo rechazó co­mo una herejía.

En esta relación es también interesante que Orígenes (185-254), el reconocido estudioso de la Biblia, según un comentario de Jerónimo «em­pleó a menudo» este evangelio hebreo.

San Irineo (+ h.202)

1. [Los ebionitas] utilizan únicamente el evangelio que es según San Mateo y rechazan al apóstol Pablo, llamándole apóstata de la Ley. (Adv. haeres. I 26,2)

2. Pues los ebionitas, sirvíendose solamente del evangelio que es según San Mateo, se dejan persuadir por él y no piensan rectamente del Señor. (Adv. haeres. III 11,7)

Fuente:

Evangelio de los ebionitas, de La Enciclopedia libre Wikipedia

El Evangelio Ebionita

http://www.universelles-leben.org/cms/es/quien-esta-sentado-en-la-silla-de-san-pedro/la-biblia-esta-falsificada.html

http://escrituras.tripod.com/Textos/EvHebreos.htm


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