martes, 13 de enero de 2009

Alfred North Whitehead

Alfred North Whitehead



(Ramsgate, 1861 - Cambridge, Massachusetts, 1947) Filósofo y matemático inglés. Fue profesor en la University College de Londres, en el Imperial College of Science and Technology de Kensington y en el Trinity College de Cambridge. Desempeñó, también, importantes cargos administrativos y pedagógicos, cuya experiencia recogió en la obra Los fines de la educación y otros ensayos (1924). En 1924 enseñó en Harvard, donde influyó sobre G. H. Mead, Dewey, Quine y, en general, sobre el neorrealismo americano.

La primera obra de Whitehead fue Tratado de álgebra universal (1893), que constituye una vuelta en clave moderna al ideal leibniziano de la fundamentación de todas las ciencias en el cálculo lógico. De aquí el proyecto elaborado con Russell, Principia Mathematica (tres vols., 1910-13), obra fundamental en la que la matemática se remite enteramente a la lógica.

En la segunda fase de su pensamiento, Whitehead aborda la revisión crítica del concepto clásico de mundo material, fundado aún sobre principios newtonianos: La organización del pensamiento (1917), Investigaciones sobre el principio del conocimiento natural (1919), El concepto de la naturaleza (1920), El principio de la relatividad (1922, donde desarrolla en sentido científico el principio de la relatividad de Einstein).

En estas obras, critica la separación tradicional entre cualidad primaria y secundaria, así como el error del "positivismo mal entendido" consistente en considerar reales las abstracciones físico-matemáticas y los conceptos teórico-operativos de la ciencia, cuando en realidad lo real son los objetos concretamente percibidos. Con La ciencia y el mundo moderno (1925), inicia Whitehead la tercera y última fase de su pensamiento, la "metafísica", que halla su más completa expresión en Proceso y realidad (1929). Otras obras suyas son El devenir de la religión (1926), Simbolismo (1927), La función de la razón (1929), Aventura de las ideas (1933), Modos del pensamiento (1938), Ciencia y filosofía (1947).

Para Whitehead, la función general de la razón y, por lo tanto, de la filosofía, es un "gradual acercamiento de las ideas de claridad y de generalidad". El punto de partida no son las premisas evidentes, sino la compleja y multiforme experiencia de la vida y, a partir de ella, intentar una generalización teórica, consciente de que cada teoría es una "casualidad" y una simplificación abstracta e inadecuada, que necesita continuas correcciones. Este camino del conocimiento refleja, por otra parte, la evolución de la naturaleza. La realidad se describe como un proceso, constituido por eventos en recíproca conexión.


En la constitución de los procesos intervienen, además de los eventos, formas y estructuras recurrentes que Whitehead llama "objetos eternos". Estos son, en sí mismos, abstractos mientras no entran en la concreta "ocasión actual" de un evento. En su más alto grado los objetos eternos constituyen, en definitiva, los "valores", esto es, los sentimientos de bueno, bello y verdadero que tienen lugar ocasionalmente en el proceso. Cada evento -incluido el mal que hay en la existencia- halla en Dios su justificación e interpretación última.

El concepto fundaniental de su filosofía, o sea el de proceso, vinculado a la teoría de los "objetos eternos", así como a la de la relación universal y la emergencia creadora de la naturaleza, es aplicado por Whitehead incluso a la religión y a la pedagogía, como cabe advertir en sus dos libros El devenir de la religión (1926) y Los fines de la educación (1928). Precisamente en el campo educativo resultó decisiva la influencia de Harvard, sobre todo en América, donde, como complemento a la orientación preferentemente científica e instrumental de Dewey, la tendencia pedagógica de Whitehead presenta una inclinación humanística. "La educacion consiste en la visión habitual de la grandeza", escribió el autor, cuyos discípulos dicen que esta expresión hallaba una plena realidad en su enseñanza.

Whitehead fue siempre ciudadano inglés, pero se encontró muy bien en Norteamérica, y admiró el espíritu de universalidad y civilización de sus instituciones. Aun habida cuenta de su brevedad, las Autobiographical Notes integran tal vez las páginas literariamente más vivas escritas por un filósofo contemporáneo; la evocación de la infancia y de la familia armoniza en ellas con la visión histórica y estética de la vida propia de Whitehead, en tanto en el fondo de la obra aparece históricamente vigorosa la grandeza de la tradición inglesa.

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