sábado, 29 de marzo de 2008

JESÚS, EL HIJO DE DIOS.

He aquí el centro y resumen de lo que Jesús afirma de sí mismo a lo largo de los años de Ministerio Público: Él es el Hijo Trinitario del Padre, que ha venido al mundo.

Jesús presenta esto como afirmación central de su identidad. Y el Padre nos lo garantiza con los milagros que Jesús obra, y especialmente con la Resurrección. Los discípulos lo captan y entienden con total claridad, y a la luz del Misterio Pascual conocen toda la hondura que tiene esta afirmación. Desde entonces, pasa a ser esto su anuncio a Israel y a la Humanidad. Subrayemos de nuevo que esa afirmación de Jesús es clara y continua. Constituye la sustancia y “tesis” central que Él presenta acerca de sí mismo: El es el Hijo enviado por el Padre.

En este contexto, bajo esta luz, afirma Jesús su divinidad (su condición; su misión; el origen de sus obras). Siempre en el marco de ser el Hijo de Dios.

Pero no el hijo de Dios al modo que se puede decir de un simple hombre. Como lo declara YAHWEH de Salomón (2 Sam 7, 14); o Jesús de sus discípulos (Mt 6, 4). Jesús mismo diferenciará abiertamente su Filiación al Padre, de la nuestra, con el “mi Padre y vuestro Padre”; no “nuestro Padre”. Él es el Hijo en la Trinidad, enviado por el Padre al mundo.

En el contexto de “consustancial al Padre”, y de “enviado del Padre”, hará Jesús las afirmaciones de su divinidad. No dirá nunca “Yo soy Dios”; sino “el Padre me ha enviado”; “el Padre y Yo somos Uno”; “realizo las obras de mi Padre”; etc. En esta perspectiva hace Jesús aquella afirmación estremecedora: “Todo me ha sido entregado por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre; y nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt 11, 26-27).

(¡¡ATENCIÓN a estas 3 líneas que siguen!!).

Por ello, la presentación paulatina de su divinidad, de su condición de Hijo del Padre, va unida a la revelación del Misterio de la Trinidad. Es decir que el Dios Uno y Único del Sinaí, es Trino en Personas.

Sin conocer el Misterio de la Trinidad, no captaríamos el significado que Jesús da a “ser el Hijo del Padre” (en cuanto a “Hijo” y en cuanto a “Padre”). Y también, sin conocer el Designio Salvador de Dios en la Eternidad, no comprenderíamos lo que Jesús quiere decir con el “me ha enviado” “he venido al mundo”.

Pero la revelación del Misterio Trinitario era prácticamente un imposible -digamos- para aquellos judíos formados en la noción del Dios Uno y Único del Sinaí. Era inconcebible para ellos la noción de Trinidad de Personas en Dios, como lo sigue siendo hoy para un judío. O lo es también para un musulmán.

Sin embargo, la revelación de ese Misterio fue tan clara y tan honda, que en sólo 3 años produjo un cambio asombroso en el interior de aquellos discípulos judíos. En el año 27, cuando conocen a Jesús, piensan en clave del Dios del Sinaí: YAHWEH. En el año 30 (Pentecostés), piensan, rezan, y obran en clave Trinitaria. Basta ver el anuncio del Kerigma por San Pedro ese día a los judíos; y la práctica desde entonces del bautismo trinitario (“en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo); o leer las Cartas de San Pablo absolutamente trinitarias.

La Comunidad de los discípulos es Trinitaria el día de Pentecostés. Y es en esta perspectiva, en la que esa Comunidad afirma “JESÚS, ES EL KYRIOS”

Como es sabido, Kyrios era el término griego que traducía el Adonais hebreo, usado en el Viejo Testamento para designar a Dios evitando el YAHWEH que procuraban no usar por respeto. Al decir ellos “Jesús es Kyrios”, están afirmando “es Yahweh junto con el Padre”.

Cuando Jesús va afirmando de sí mismo “atributos divinos”, “cometidos divinos”, identidad con el Padre, incluso designarse con la expresión “Yo Soy”, siempre lo está haciendo en esa perspectiva: Él es el Hijo Trinitario del Padre, que ha sido enviado por éste para la gran obra de Dios.

Jesús mismo se presenta de ese modo a Nicodemo (Jn 3, 1-17) Aquel “Maestro de Israel” -como el mismo Jesús lo designa- (probablemente un Escriba) comienza aceptándolo como “Profeta de Dios”. Pero Jesús le enseña claramente que Él “ha bajado del Cielo”. Y concluye con estas rotundas palabras: “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca”.

Con mayor claridad aún, y en tono de afirmación coloquial (habitual), dirá a los Apóstoles: “Salí del Padre y vine al mundo; de nuevo dejo el mundo y vuelvo al Padre” (Jn 16, 28).

Así pues, en ese contexto de “consustancialidad con el Padre”, y de “enviado por el Padre” va haciendo Jesús las afirmaciones sobre su divinidad. No dirá nunca “Yo soy Dios” o algo semejante. Sino “el Padre y Yo somos uno”; “realizo las Obras de mi Padre”; “el Padre me ha enviado”; etc.

http://conocerbienajesucristo.wordpress.com/2008/02/01/jesus-el-hijo-de-dios-1/

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