sábado, 29 de marzo de 2008

Templo y Palacio de Dios Nuestro Señor

Escritos Espirituales de Claret

Templo y Palacio de Dios Nuestro Señor

Miguel Angel Corral cmf

0. Introducción

Adentrarse en la espiritualidad de San Antonio María Claret ha sido para mí el haber encontrado un "tesoro", aún sin conocer del todo y con muchas perlas preciosas aún escondidas. Ha sido toda una aventura recorrer las páginas de el libro preparado por Jesús Bermejo cmf (1) sobre los Escritos Espirituales de este santo, encontrando una espiritualidad evangélica centrada en la vocación al ministerio apostólico, una espiritualidad que nace desde la lectura de la Palabra de Dios, tantas veces citada en estas páginas, una espiritualidad que recoge las experiencias de tantos y tantos místicos y ascetas, una espiritualidad encarnada en el apostolado y siempre apegada a la mano de Jesús y de María, una espiritualidad, en fin, de todo un Misionero Apostólico.

Entre las cosas que llaman la atención en el P. Claret, hay que contar su convicción profunda sobre la universal vocación a la santidad, por lo cual, entre todos sus escritos espirituales se puede distinguir varios bloques: uno dedicado a la espiritualidad seglar, pues estuvo dedicado toda su vida y todas sus energías a suscitar personas, movimientos y familias religiosas capaces de impulsar la renovación cristiana de la sociedad de su tiempo; otro, dedicado a la espiritualidad sacerdotal, puesto que en ellos, los sacerdotes, veía la salvación de la sociedad de su tiempo, por lo cual habría que darles formación, promoción y renovación; uno más dedicado a la espiritualidad misionera, puesto que él mismo ha sido, ante todo y sobre todo, un gran misionero, quizás el más grande de los tiempos modernos; y, finalmente, otro dedicado a la espiritualidad mariana puesto que la presencia de María en su vida es una realidad omnipresente.

En el presente trabajo, me referiré a la espiritualidad seglar, puesto que es una de las líneas que más han tenido importancia en la reflexión pastoral de los últimos años, el de darle su lugar a los laicos y, sobre todo, hacer con otros lo que solos no podemos. Recuperamos histórica y vivencialmente la experiencia de San Antonio María Claret, quien hizo y no dejo de hacerlo nunca en todas partes y en cualquier circunstancia, avivar en los seglares, hombres y mujeres, la conciencia de su vocación a la santidad, consiguiéndolo por medio de sus misiones populares, multitudinarias y fervientes; con sus ejercicios espirituales y con sus publicaciones, numerosísimas, y difundidas hasta hace unos cuantos años con gran entusiasmo.

Será necesario, antes de entrar al estudio sobre el opúsculo titulado "El templo y palacio de Dios nuestro Señor", precisar lo que entendía el P. Claret sobre la santidad, dado que la doctrina expuesta en los escritos sobre la espiritualidad seglar y en otros muchos era siempre la misma: la vocación universal a la santidad, que consiste en el amor a Dios y a los hermanos, y que se expresa en el cumplimiento de los deberes del propio estado y se alimenta con la oración, la práctica sacramental, el cultivo de las virtudes y el ejercicio del bien.

1. Palabras iniciales sobre el opúsculo

Este opúsculo (2), publicado por la Librería Religiosa en 1866, posee un carácter marcadamente autobiográfico. Corresponde a una época de plena madurez espiritual. El P. Claret había recibido en 1861 la "gracia grande" de la conservación de las especies sacramentales en su cuerpo de una comunión a otra -gracia de especial intimidad con el Señor en el misterio de su pasión y de su gloria-. El año 1864 fue un año muy significativo en su vida, sobre todo por dos razones fundamentales: porque fue un año de grandes persecusiones y porque experimentó en su corazón de un modo más íntimo la fuerza del amor de Dios, que tomó como materia de examen particular.

Al escribir este opúsculo, el Santo nos descubre un poco más su intimidad, caracterizada en este año 1866 por una experiencia viva y gozosa de la presencia de Dios y de la presencia de Cristo en su corazón.

Pero "el templo y palacio de Dios nuestro Señor" no es autobiográfico, en el sentido de que las ideas que en él expresa sean originales del Santo. Para redactar los primeros capítulos recurre a las fuentes habituales de su espiritualidad: la Biblia y las vidas de los santos preferidos. Incluso en los últimos capítulos, que son más personales, se inspira en varios autores que le eran familiares. Sintiéndose en esos años movido a cultivar el recogimiento y la presencia de Dios de un modo muy íntimo y personal, ha buscado en esas obras, que ya conocía a fondo y que había citado muchas veces, ideas y afectos para alimentar ese fuego que le ardía dentro y le iba quemando por dentro hasta la plena transformación.

En tiempos de dispersión como los que estamos viviendo, poco propicios al recogimiento interior, este opúsculo puede ayudar a todos los cristianos, y a cualquier lector, a sentir el latido de Dios en lo más hondo del alma.

El opúsculo está dividido en siete capítulos, como sigue:

Capítulo I. Dios hace su habitación en el alma amante, según dice el Evangelio y explican los expositores.
Capítulo II. Dios hace su habitación en el alma amante, según enseña Santa Teresa de Jesús.
Capítulo III. Retiro interior según la enseñanza de la Beata Margarita Alacoque.
Capítulo IV. Retiro interior según la enseñanza de Santa Catalina de Siena, adoctrinada por el mismo Jesucristo.
Capítulo V. Imitación de las virtudes de Jesucristo.
Capítulo VI. Continúa la misma materia.
Capítulo VII. Amor del prójimo.

2. Ideas fuerza del texto

2.1 Sagrada Escritura

San Antonio María Claret ha sido siempre muy aficionado a la lectura de la Biblia (3). A ella consagraba cada día al menos un rato, por lo cual no es de sorprender que el texto del que nos ocupamos ahora este lleno de citas, entre las cuales entresacamos las explicadas por él y a las que les dedica más reflexión y acercamiento, pensando ante todo en su propia vida y en la vida de todos los seglares.

Para introducirnos en el tema, utiliza el pasaje de Lc. 10,38-42 referido a la visita de Jesús a la casa de María y Marta, figuras de la vida activa o exterior, que es vida buena y de la vida contemplativa o interior que es mejor, según lo explica él, añadiendo que "es verdad que Jesucristo dijo que María había escogido la mejor parte, pero no dijo lo mejor, porque aquél, ha escogido lo mejor que ha sabido a la vez juntar las dos" (4). Con esto, pone de manifiesto su interés por que cada uno de los cristianos sea una casa en que se hospede Jesucristo, y que éste halle en dicha casa la vida contemplativa de María y la vida activa de Marta.

Haciendo alusión a la cita de Jn.14,15.21.23 sobre el amor de los discípulos hacia Jesús, afirma que en recompensa a ese amor y a esa fidelidad, será el cariño de toda la Santísima Trinidad, que habitará en él de un modo muy particular, y hará que cada cristiano trabaje para cumplir la voluntad de Dios, recibiendo tres bienes:

Ser amado del Padre celestial.
El Padre y el Hijo, y, por consiguiente, el Espíritu Santo, morarán dentro de él y estarán en su alma rigiéndola, regalándola y teniendo especial cuidado de ella.
Cristo se les manifestará así en esta vida por la luz de la fe.

Apoyándose en el texto de San Pablo de 1Cor.3,16, comienza su reflexión sobre el templo de Dios, donde habita el Espíritu Santo no sólo por gracia, fe, esperanza, caridad y otros dones suyos, sino también por sí mismo, en quienes de un modo nuevo y especial habita, obra y se complace. Y más adelante, cuando habla sobre el retiro interior, reforzará esta idea con aquél texto de Lc.17,21 que hace referencia a que el Reino de Dios está dentro de nosotros, por lo que debemos pedir insistentemente que venga a nosotros su Reino (cfr.Mt.6,10), a fin de que no reine en nosotros ningún otro que Dios.

Claret describe en el capítulo V sobre la imitación de las virtudes de Jesucristo, como Jesucristo al ver que un alma ha fabricado el retiro interior o soledad espiritual, dice las palabras del profeta Oseas: "He aquí que yo la atraeré, la llevaré a la soledad y le hablaré al corazón" (Os.2,14). Ya en este lenguaje de relación, también recuerda el texto de Mt.11,29 sobre la esposa que aprende de él, que es manso y humilde de corazón, para recordar más tarde el mandamiento del amor referido en Lc.10,27 (Cfr. Mt.22,37-39; Mc.12,30-31). Comentando Mt.11,29, se refiere a los dos tipos de humildad de que hablaba San Bernardo, una de entendimiento y otra de corazón, y dice que en nosotros deben estar las dos especies de humildad, puesto que la primera sin la segunda es falsa y engañosa. Además, la humildad de corazón, hija de la caridad, no se puede conseguir sino por la oración y por la sujeción a las cosas inferiores y dependencia a todas las personas. El verdadero humilde, dice Claret, no piensa sino tres cosas: su nada, los pecados que ha cometido en todo su vida y las penas eternas del infierno que ha merecido.

Al final ya de su obra, en el capítulo sobre el amor al prójimo, cita a Lc.10,27 (cfr. Mt. 22, 37-39; Mc. 12, 30-31) sobre el mandamiento del amor, que es una síntesis, como lo dice él, del contenido de la ley y han dicho los profetas. Y lo desarrolla, afirmando que para que sea verdadero, constante y perfecto éste amor, el que lo practica debe hacer tres reflexiones: ¿quién es él? ¿Quién es su prójimo? Y que todo lo que hace a su prójimo lo hace a Dios y únicamente por Dios lo ha de hacer.

2.2 Citando a los santos de su preferencia

Es interesante cómo el P. Claret, cita de manera casi textual algunas obras de los santos de su preferencia, lo cual indica ineduliblemente, que son aquellos textos que ocuparon sus largos momentos de lectura, y que reflejan de cierta manera sus gustos y sus preocupaciones, y en cierta forma, su personalidad.

El capítulo II es una larga cita de Santa Teresa de Jesús de su libro Camino de perfección, quien afirma que es necesario para hablar con Dios mirarlo dentro de sí. La verdad central: que está el Señor dentro de nosotros y que allí debemos estarnos con él.

La forma de oración de oración que recomienda la santa es: el recogimiento, que recoge el alma todas las potencias y se entra dentro de sí con Dios, llegando a la oración de quietud. Para acostumbrarnos a tan buen proceder, recomienda Santa Teresa, que hagamos de cuenta que dentro de nosotros está un palacio de grandísima riqueza, todo su edificio de oro y piedras preciosas; en fin, como para tal Señor; y nosotros somos necesarios para que este edificio sea tal y que en este palacio esté el gran Rey, que ha tenido por bien ser nuestro huésped, y que su trono es nuestro corazón. Por lo cual hay que acordarse que tenemos tal huésped dentro de nosotros.

Posteriormente, en el capítulo III, se refiere especialmente a la Beata Margarita Alacoque y a todas sus enseñanzas sobre el retiro interior, quien recomienda hacer del corazón un oratorio para adorar en él y amar el Corazón de su divino Esposo.

Y Claret, al finalizar la cita de Margarita Alacoque, se refiere al alma cristiana que debe saber que nada hay más santo, nada más útil que el andar siempre en la presencia de Dios, puesto que la divina presencia librará de pecados y llenará de virtudes y la hará perfecta. De quien fuera muy devoto, y que incluso la pusiera como compatrona de los Misioneros Claretianos, se ocupa en el capítulo IV. Me refiero a Santa Catalina de Sena, de la que refiere Claret su enseñanza sobre el retiro interior, de donde entresacamos lo central de sus enseñanzas, recibidas del mismo Jesucristo según refiere en el texto (5):

El recogimiento interior es útil a los que viven en medio de los quehaceres domésticos.
Jesucristo le dijo que dentro de su alma edificara una celda, en que podría retirarse y de donde nadie la podría quitar ni estorbar.
La verdadera soledad, según explica Claret, no está habitar la cueva más oculta si se queda en el mundo el corazón. Para el distraído, el desierto es un mundo; para el recogido, el mundo es un desierto.

2.3 Su huella personal

Cuando me refiero a su huella personal hago alusión a que en los capítulo del V al VII, San Antonio refleja la espiritualidad que él está viviendo cuando escribe este opúsculo, y que por este motivo se considera como un ideario autobiográfico sobre su espiritualidad. Y nuevamente aquí nos encontramos con infinidad de citas biblícas, de las que ya hemos hecho alusión más arriba, y que ahora solo resumimos como los puntos más centrales de esta parte (6).

Elabora una confesión de fe, para poder afirmar después la unión hipostática de la naturaleza humana con la divina por medio de la encarnación del Hijo, por quien el hombre recibió los innumerables beneficios que graciosamente había recibido de Dios, y que son como los cuatro ríos que salieron del paraíso:

Un amor encendidísimo a Dios.
Un agradecimiento grandísimo a tales beneficios.
Una humillación profundísima en su presencia viendo la nada que de sí tenía.
Un ofrecimiento prontísimo de obedecerle en todo cuanto quisiese.

Con esto, Jesucristo se nos propone como modelo en su amor para con Dios, como en todo lo demás, a nosotros que estamos aquí en la tierra en estado de fe. Y para poder imitarlo, Claret ofrece una síntesis de cómo Jesucristo amó a su Padre y cómo debemos amarlo nosotros.

Claret pretende decirle al cristiano, al creyente lo que debe ser, o al menos, a lo que debe tender con ardor infatigable, si quiere amar a Dios como Jesucristo. Y la invitación es a amar, para ver cómo el amor, una vez dueño de nuestro corazón, se apoderá de todo lo demás, se apropia el uso y la dirección de nuestras facultades espirituales y corporales. Y termina, en el capítulo VII, con el amor al prójimo, para que todo esto no se quede encerrado en el interior del alma, sino que brote hacia fuera en amor, en un amor que lleva a sentir, incluso, las penas del prójimo, nos lleva ha alegrarnos de sus prosperidades, sin jamás envidiarlas, procurando remediar siempre sus necesidades. Para esto es necesario considerar las excelencias y prerrogativas de sus prójimos:

Que es una imagen de Dios.
Que es Hijo de Dios.
Que es hermano y amigo de Jesucristo.
Que su alma es esposa del Espíritu Santo.
Que es rescatado con la sangre de Jesucristo.
Que es destinado al reino del cielo.

Sin olvidar nunca que el verdadero motivo para amar al prójimo es el amor de Dios; es porque lo quiere, lo manda, lo exige como una prueba del amor que al mismo Dios decimos que tenemos.

3. Conclusión

Quisiera concluir recordando unas palabras de Claret mismo escribió como próposito para llevarlas a la vida práctica, y que resumen en sí, su experiencia espiritual en torno a todo lo aquí mencionado.

"Andaré continuamente en la presencia de Dios interiormente. Me acordaré de aquellas palabras del apóstol: Nescitis quia templum Dei estis? (1Cor.3,16). Vos enim estis templum Dei vivi (2Cor.6,16)... Me figuraré continuamente que mi alma es María y mi cuerpo Marta, y que Jesús se halla sentado en mi corazón, y le diré con el mayor afecto: Deus cordis mei, et pars mea Deus in aeternum (Ps.72,26). Deus meas et omnia. Símil del compás. (Mi alma y mi cuerpo son como las dos puntas de un compás y mi alma como una punta está fija en Jesús, que es mi centro, y que mi cuerpo, como la otra punta del compás, está describiendo el círculo de mis atribuciones" (7).

Con el texto anterior, entendemos la semejanza de la propia espiritualidad de San Antonio, y además, encontramos que no es otra cosa, que la espiritualidad recomendada a un seglar. Según Claret, el estado del alma que ama a Dios (en grado perfecto que es lo que él desea) se caracteriza, como hemos visto, por dos fenómenos: la presencia de la Santísima Trinidad que se manifiesta en ella, rigiéndola, regalándola y teniendo especial cuidado del alma, y, Cristo que se le revela particularmente por la luz de la fe muy esclarecida con la gracia de la contemplación.

Y, algo que no puede quedar callado, es como Claret, no deslinda la vida contemplativa de la actividad misionera, y quizá por ello, a él mismo se le llame el místico de la acción, al recomendar cosas prácticas para la vida, es decir, una espiritualidad que se hace vida, que toma cuerpo cuando actúa, que está encarnada en realidades muy concretas: con los hermanos, con los que sufren, con los trabajadores... Es una invitación a seguir a Jesús, a imitarlo en todas sus virtudes, a encendernos con el amor de la caridad que a él abrasaba y lo enviaba a anunciar a todos el Evangelio. Es en fin, un escrito espiritual que saca polvo, que no deja tranquilo a quien lo ha leído, y que compromete a ser instrumento de vida, de la presencia de Dios, que no está tan lejano, sino que está en el templo y palacio que cada uno llevamos, y que ofrecemos en Dios y por Dios a todos los hombres.

  1. BERMEJO Jesús, "San Antonio María Claret, Escritos Espirituales", Ed. Católica (BAC 471), Madrid 1985. Nos referiremos al texto con las siglas EE.

  2. Nos apoyamos sobre todo en: EE, pp.145-146.

  3. LOZANO, op.cit., p. 147.

  4. EE, pp. 146-147.

  5. Ibid., pp. 157-160.

  6. Ibid., pp. 160-172.

  7. Citado por: LOZANO, op.cit., pp.393-394, comentando el opúsculo al que aquí nos referimos.

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