domingo, 30 de marzo de 2008

ZAQUEO QUIERE VER A JESÚS

ZAQUEO QUIERE VER A JESÚS

Señor, Tu me estas llamando.

Y yo tengo miedo de decirte que sí.

Tu me buscas y yo trato de esquivarte.

Tu quieres apoderarte de mi, y yo me resisto,

y así no acabo de entender

que es lo que deseas de mi.

Tu esperas una entrega completa.

Es cierto, y yo a veces estoy dispuesto a realizarla

en la medida de mis fuerzas.

Tu gracia me empuja por dentro

y en esos momentos todo me parece fácil.

Pero bien pronto me planto, vacilo,

apenas me doy cuenta de lo que tengo que sacrificar

delante de una dolorosa ruptura definitiva.

Señor, sufro en ansia, combato en la noche.

Dame fuerzas para no rehusar.

Ilumíname en la elección de lo que Tú deseas.

Estoy dispuesto, Señor.

J. LEBRET

ZAQUEO

Entró Jesús en Jericó y empezó a atravesar la ciudad. En esto un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de recaudadores y muy rico, trataba de distinguir a Jesús, pero la gente se lo impedía porque era bajo de estatura... Para verlo, se adelantó corriendo y se subió a una higuera...

(Lucas, 19, 1-10)

Jesús, Zaqueo quería distinguirte, verte, pero la gente se lo impedía... ¿Sabes, Jesús?, eso mismo me pasa a mi muchas veces: la gente me impide verte. No sé verte, conocerte, entre la multitud de los que me ofrecen otras cosas...

Entre tanto jaleo en el que vivo metido, no hay medio de verte... Jesús, al menos me cuesta mucho... Me tapan, no te veo... Claro, Jesús, que me tendría que subir, marchar corriendo como Zaqueo, escapar de todas esas cosas de ahí abajo que me impiden verte... Abajo, a ras de tierra, no se ve nada... Jesús, quiero subir, para poder verte...

Subir al árbol de la oración diaria donde se te ve, subir al árbol de tu Palabra, donde se te oye, subir al árbol de tus Sacramentos, donde se te percibe y regalas el banquete de tu gracia, subir al árbol del silencio donde se te siente...

Entre esta multitud de cosas que no me dejan pasar, no te veo, no te distingo...

Tengo que subir, subir...

ESTE OJO ESTA FATAL

Dijo el Ojo un día:

—Veo más allá de estos valles una montaña elevada por la niebla azul. ¿Verdad que es hermosa?

El Oído se puso a escuchar, y después de haber escuchado atentamente durante un tiempo dijo:

—Pero, ¿Dónde esta esa montaña? ¡no la oigo!

Entonces habló la Mano y dijo:

—En vano trato de palparla o tocarla; no encuentro montaña alguna.

La Nariz dijo:

—No hay ninguna montaña. No puedo olerla.

Entonces el Ojo se volvió hacia otro lado, y todos comenzaron a discutir la extraña alucinación del Ojo. Y decían:

—A este Ojo debe pasarle algo.

Fuente:

www.marianistas.org

No hay comentarios:

Buscar este blog