Teología de la Muerte de Dios
Información de carácter general
Bibliografía
H G Alderman, El don de Nietzsche (1977); D B Allison, ed., El nuevo Nietzsche: Estilos ocntemporáneos de Interpretación (1985); P Bergman, Nietzsche (1987); J A Bernstein, La Filosofía moral de Nietzsche (1987); H Bloom, ed., Friedrich Nietzsche (1987); F C Copleston Friedrich Nietzsche: Filósofo de la Cultura (1975); A C Danto, Nietzsche como Filósofo (1965); V Durr, et al., eds., Nietzsche: Literatura y Valores (1988); E Heller, La Importancia de Nietzsche (1989); R J Hollingdale, Nietzsche: el hombre y su filosofía (1973); W Kaufmann, Nietzsche: Filósofo, Psicólogo, Anticristo (1975); B Magnus, El Imperativo Existencial dde Nietzsche (1978); K M May, Nietzsche y el espíritu de la tragedia (1990); A Nehemas, Nietzsche: La vida como Literatura (1985); R Solomon, ed., Nietzsche (1973); T B Strong, Friedrich Nietzsche y la política de la Transfiguración (1976); M Warren, Nietzsche y el pensamiento político (1988).
Teología de la Muerte de Dios
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Historia
Los teólogos de mediados del siglo XX no asociados al movimiento también contribuyeron al clima de opinión del que emergió la teología de la muerte de Dios. Rudolf Bultmann consideró todos los elementos de la visión supernaturalista, teísta, del mundo, como mitológicos, y propuso desmitologizar la Escritura, de modo que pudiera dar su mensaje a la persona moderna.
Paul Tillich, un antisupernaturalista confeso, sostuvo que la única declaración no simbólica que se podría hacer sobre Dios era que El es el ser mismo. Está más allá de de la esencia y de la existencia, por lo que discutir que Dios exista es negarlo; más adecuado es afirmar que Dios no existe. En el mejor de los casos Tillich era panteísta, pero su pensamiento bordea el ateísmo. Dietrich Bonhoeffer (ya sea que se le entienda bien o no) también contribuyó al clima de opinión con algunas declaraciones fragmentarias pero tentadoras en Cartas y Ensayos desde la Prisión. Escribió del mundo y del hombre llegados a la "adultez", del "cristianismo sin religión", del "mundo sin Dios" y de librarse del "Dios de las brechas (discontinuidades)" y seguir adelante tan bien como antes. No siempre es claro qué quiso decir Bonhoeffer, pero al menos proporcionó un vocabulario que teólogos radicales posteriores pudieron explotar.
Está claro pues que, por muy sorprendente que fuera la idea de la muerte de Dios cuando la proclamaron a mediados de los 60, no representó una desviación tan radical respecto de ideas y vocabulario filosófico y teológico recientes, como a primera vista parecería.
Naturaleza
Thomas J J Altizer creía que Dios efectivamente había muerto. Pero Altizer usó a menudo en lenguaje exagerado y dialéctico, de vez en cuando con pesados tintes de misticismo oriental; a veces es difícil saber qué quiso decir cuando habló en opuestos dialécticos tales como "Dios ha muerto, gracias a Dios!". Pero aparentemente el verdadero sentido de la creencia de Altizer de que Dios había muerto debe encontrarse en su creencia en la inmanencia de Dios. Decir que Dios ha muerto es decir que ha dejado de existir como ser transcendental, supranatural, y se ha vuelto plenamente enteramente inmanente al mundo. El resultado es una identidad esencial entre lo humano y lo divino. Dios murió en Cristo en este sentido, y el proceso ha continuado desde entonces. Altizer sostiene que con su doctrina de la resurrección y la ascensión la iglesia trató de revivir a Dios y devolverlo al cielo, pero ahora las doctrinas tradicionales sobre Dios y Cristo deben ser rechazadas porque después de diecinueve siglos el hombre ha descubierto que Dios no existe. Ahora los cristianos deben incluso querer la muerte de Dios por la cual lo transcendente llega a ser inmanente.
Para William Hamilton la defunción de Dios describe el acontecimiento que muchas han experimentado durante los úlitmos doscientos años. Ya no aceptan la realidad de Dios o el significado del lenguaje acerca de El. Las explicaciones no teístas han sustituído a las teístas. Esta tendencia es irreversible, y cada uno debe hacerse a la idea del deceso histórico-cultural de Dios; hay que aceptar que Dios ha fallecido y considerar el mundo secular como normativo intelectualmente y bueno éticamente. Hamilton era sin duda un optimista acerca del mundo, porque lo era acerca de lo que la humanidad podría hacer y hacía para solucionar sus problemas.
Habitualmente se asocia a Paul van Buren con la teología de la muerte de Dios, aunque él mismo negó esta conexión. Pero su negación parece vacía a la luz de su libro El Significado Secular del Evangelio y de su artículo "La educación cristiana post mortem Dei": en aquél acepta el empiricismo y la posición de Bultmann de que la Biblia tiene una visión mitológica del mundo, insostenible para la gente moderna; y en éste propone un enfoque de la educación cristiana que supone, no la existencia de Dios sino Su defunción, y que "Dios se ha ido".
A Van Buren le preocupaban los aspectos lingüísticos de la existencia y de la muerte de Dios: aceptó la premisa de la filosofía analítica empírica de que el conocimiento y el significado verdaderos sólo se pueden transmitir por un lenguaje empíricamente comprobable. Éste es el principio fundamental de los secularistas modernos y es la única opción viable en esa era.. Si sólo el lenguaje empíricamnte comprobable tiene significado, ipso facto todo el lenguaje que se refiere a, o supone, la realidad de Dios, no tiene sentido, ya que la existencia de Dios no se puede verificar mediante cualquiera de los cinco sentidos. El teísmo, o creencia en Dios, no sólo es intelectualmente insostenible, es sin sentido. En El Significado Secular del Evangelio, van Buren intenta reinterpretar la fe cristiana sin referencia a Dios. En vano busca uno en el libro siquiera una pista de que van Buren no sea un secularista que intenta traspasar los valores éticos cristianos a ese juego de lenguaje; con todo, en su último libro, La Elección del Camino, hay un decidido cambio.
En retrospectiva, resulta claro que no hubo una única teología de la muerte de Dios, sino varias. Su importancia real fue que las teologías modernas, al abandonar los elementos esenciales de la creencia cristiana en Dios, condujeron lógicamente a lo que en realidad fueron antiteologías. Cuando las teologías de la muerte de Dios salieron de la escena, la adscripción al secularismo permaneció y se manifestó en otras formas de teología secular a fines de los años 60 y 70.
S N Gundry
Bibliography T J J Altizer, Evangelio del Ateísmo Cristiano; T J J Altizer and W Hamilton, La Teología Radical y la muerte de Dios; S N Gundry and A F Johnson, eds., Problemas de la Teología Contemporánea; K Hamilton, Dios ha muerto: anatomía de una consigna; P M van Buren, "Educación Cristiana Post Mortem Dei," RelEd 60; G Vahanian, Ningún otro Dios.
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