miércoles, 19 de marzo de 2008

LA ADORACIÓN A BAAL, ANTIGUA Y MODERNA

LA ADORACIÓN A BAAL, ANTIGUA Y MODERNA
Por Stephen C. Perks

Esta misma fórmula se encuentra en la descripción del reinado de Joás: “En el séptimo año de Jehú comenzó a reinar Joás, y reinó cuarenta años en Jerusalén. El nombre de su madre fue Sibia, de Beerseba. Y Joás hizo lo recto ante los ojos de Jehová todo el tiempo que le dirigió el sacerdote Joiada. Con todo eso, los lugares altos no se quitaron, porque el pueblo aún sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos” (2 Reyes 12:1-3), y nuevamente en las descripciones de los reinados de Amasías (2 Reyes 14:1-4), Azarías (Uzías) (2 Reyes 15:1-4), y Jotán (2 Reyes 15:32-35). Y luego tenemos a Acab, quién fracasó completamente en hacer lo correcto a los ojos del Señor, siguiendo a los reyes de Israel “y aun hizo pasar por fuego a su hijo, según las prácticas abominables de las naciones que Jehová echó de delante de los hijos de Israel” (2 Reyes 16:3). Acab fue entonces sucedido por el rey reformador Ezequías quién, se nos dice, no solo “hizo lo recto ante los ojos del Señor, conforme a todas las cosas que había hecho David su padre” sino también que “quitó los lugares altos, y quebró las imágenes, y cortó los símbolos de Asera, e hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces le quemaban incienso los hijos de Israel” (2 Reyes 18:1-5). Y luego sigue un vivo reporte de su celo por el Señor.

¿Qué estaba pasando aquí? Seis buenos reyes de Judá quienes habían servido al Señor pero fallaron en quitar los lugares altos, ¡seguidos por un rey que se alejó completamente de Dios! ¿Cómo puede ser que los reyes descritos como buenos, que hicieron lo recto a los ojos del Señor, pudieran fallar en condenar la falsa adoración y no quitaran los lugares altos en los que se practicaba esta adoración? ¿Cómo podían tales reyes condonar, o al menos hacerse de la vista gorda a los rituales y sacrificios que eran contrarios a la verdadera religión revelada al pueblo de Israel?

La respuesta es que había en ese tiempo una forma de religión sincretista practicada en Judá e Israel, un culto Jehová-Baal híbrido en el que la gente creía que al adorar en los lugares altos, al hacer estos sacrificios y realizar estas actividades de culto, estaban adorando correctamente al verdadero Dios de Israel. No estaban conscientes de que su adoración era corrupta. Estaban practicando una forma de adoración que era una abominación al Señor, creyendo que era adoración aceptable al Dios de Israel. Estaban envueltos en una forma muy severa de sincretismo religioso en el que los antiguos cultos de fertilidad de Canaán estaban siendo fundidos con la adoración a Jehová.

Aunque los hijos de Israel se habían vuelto a la adoración de los dioses de los Cananeos no mucho después de su conquista de Canaán en tiempo de los jueces, el problema con el que nos encontramos en I y II de Reyes parece haber tenido sus orígenes inmediatos en la apostasía de Salomón (1 Reyes 11:1ss.), quién siguió a Astoret, la diosa de los Sidonios y Milcom, un ídolo abominable de los Amonitas (v. 5), y quien también edificó un lugar alto en el Monte de los Olivos en las afueras de Jerusalén para Quemos, el ídolo detestable de los Moabitas y para Moloc, un ídolo de los Amonitas (v. 7), que no fue destruido sino hasta el reinado de Josías (2 Reyes 22:13ss.). Astoret, la principal deidad femenina de los Cananeos, era una diosa de la fertilidad y de la muerte/guerra asociados con Baal (Jueces 2:13; 3:7;1 6:28), la principal deidad masculina de los Cananeos,2 aunque el término plural Baalim era un término general para los dioses falsos.3 Quemos era el dios de los Moabitas (Núm. 21:29; Jueces 11:24), cuyo rito probablemente incluía sacrificios humanos (2 Reyes 2:27).

Los lugares altos eran los sitios de los ritos de las religiones paganas de los Cananeos. Estaban edificados sobre colinas cerca de árboles verdes y consistían de altares sobre elevadas plataformas para sacrificios, inciensos, etc., fuera al aire libre o en el interior de edificios.

Después de la muerte de Salomón su hijo Roboam reinó en Judá y Jeroboam reinó sobre Israel. Ambos fueron malos reyes. Jeroboam erigió ídolos, becerros de oro, en Betel y en Dan, en un intento por reemplazar el Templo de Jerusalén con centros más locales de adoración para las diez tribus (1 Reyes 12:28-29). Pero bajo Roboam el pueblo Judá también se alejó de Dios y siguió el camino establecido por Salomón en su idolatría: “Y Roboam, hijo de Salomón, reinó en Judá... Judá hizo lo malo ante los ojos del Señor, y le provocaron a celos más que todo lo que sus padres le habían provocado con los pecados que habían hecho.

Porque ellos también edificaron para sí lugares altos, pilares sagrados y Aseras en toda colina alta y bajo todo árbol frondoso. Hubo también en la tierra sodomitas de cultos paganos. Hicieron conforme a todas las abominaciones de las naciones que el Señor había echado delante de los hijos de Israel” (1 Reyes 14:21-24) LBLA.

El ejemplo establecido por Salomón se atrincheró muy bien en Judá durante el reino de su hijo Roboam. El resultado fue que la religión de Jehová se tornó confusa, o más bien se fundió, con la religión de los Cananeos practicada en los lugares altos, y esta religión sincretista se volvió dominante, a tal punto que aún cuando los reyes posteriores se volvieron a Jehová y buscaron servirle fielmente fueron incapaces de reconocer que la adoración en los lugares altos era una corrupción – o al menos, si no entendían esto, se había atrincherado tanto sobre el pueblo que fueron incapaces de extirparlo de la tierra.han sido explicadas planteando que no eran lugares altos dedicados a ídolos paganos con los que se practicaba la antigua religión Cananea, sino más bien sitios ilegales para la adoración a Jehová. Véase por ejemplo Keil y Delitzcsch sobre 1 Reyes 15:9-24 (Comentario del Primer Libro de Reyes, p. 218), encuentro esto poco convincente. No dudo que los Israelitas imaginaban que adoraban a Jehová – este es precisamente mi punto – pero habían fundido su adoración con la adoración pagana que ocurría en los lugares altos. Aún si fuera el caso que se pudiese hacer una distinción entre la adoración ilegal a Jehová y aquella de los Baales, al fin, de todas maneras, llegaríamos al mismo punto. W. C. Allen, quien acepta la legitimidad de la adoración de Jehová en los lugares altos antes de la construcción del Templo, comenta que “en la adoración de los lugares altos se hallaba al acecho un peligro que eventualmente produjo su derrumbamiento... Muchos de los lugares altos importantes habían sido los sitios de santuarios Cananeos (Dt. 12:2, 30; Núm. 33:52). Junto con el lugar de adoración los Israelitas también habían tomado los símbolos de la adoración, los Mazzébahs y los Ashérahs. ¿Qué era más probable que las tendencias lascivas que habían caracterizado las antiguas formas de adoración que pudieran yacer bajo estos símbolos externos, negándose a ser expulsados, brotaran de tiempo en tiempo con nuevo vigor? O, nuevamente, ¿qué era más probable, que Jehová pudiera ser rebajado al nivel de los dioses Cananeos de cuyos santuarios Él había tomado posesión, y cuyo nombre Él algunas veces asumía, y así se confundía con ellos tanto en la adoración externa como en las características morales?

(“Lugares Altos” en A Dictionary of the Bible de Hastings, [Edimburgo: T. and T. Clark, 1899], Vol. II, p.382a). M. H. Pope acierta cuando escribe, “Los Israelitas absorbieron las maneras Cananitas y aprendieron a identificar a su dios con Baal, cuyas lluvias traían fertilidad a la tierra. Un rasgo característico del culto de fertilidad era la relación sexual sagrada por parte de sacerdotes y sacerdotisas y otras personas especialmente consagradas, prostitutas sagradas de ambos sexos, con la intención de emular y estimular a las deidades que otorgaban fertilidad. El culto agrícola enfatizaba el sacrificio o la comida común en la cual los dioses,

El término Baal significa dueño o señor.

En el clima creado por la apostasía de Salomón y la de su hijo Roboam, parece que la gente cayó otra vez en la identificación de Jehová,su Dios, como su Baal y confundieron su adoración con la adoración del Baal de los Cananeos, como habían hecho en el tiempo de los Jueces. Era improbable que una clara distinción entre Jehová y Baal hubiese sido entendida en el clima de la religión folclórica que dominaba sus vidas. Para esta gente la adoración de Baal era la adoración de Jehová y viceversa. Una forma sincretista de religión se había vuelto dominante.

Los profetas reprendieron al pueblo por esta idolatría. Por ejemplo, Oseas, después de denunciar al pueblo por su idolatría con los Baales, proclama la salvación del Señor y dice, “Sucederá en aquel día — declara el Señor — que me llamarás Ishí [i.e., “mi marido”]; y no me llamarás más Baalí [i.e., “mi señor”]. Porque quitaré de su boca los nombres de los Baales, y nunca más serán mencionados por sus nombres.” (Oseas 2:16-17)

Ahora, puede parecer bastante sorprendente para nosotros que el pueblo de Israel fallara en reconocer su idolatría, que pudieran caer en un estado en el que genuinamente creyeran que estaban adorando a Dios al practicar los cultos Cananeos en los lugares altos, y que los buenos reyes que buscaron hacer lo recto a los ojos del Señor fuesen incapaces de hacer algo sobre esto, y quizás aún ellos mismos fallaran en reconocer el problema completamente.

Nos parece a nosotros tan obvio que tal idolatría es contraria a la verdadera adoración de Dios.Bueno, puede parecer obvio para nosotros, pero no lo parecía a la mayor parte del pueblo de Israel en ese tiempo. Y debemos detenernos y pensar antes de señalar con el dedo, y preguntarnos a nosotros mismos si somos, a nuestra propia manera, en nuestro propio día, culpables de compromisos tan serios como estos; en realidad si, con la mayor revelación que nosotros tenemos, nuestros propios compromisos no son, de hecho, pecados más graves. El hecho es que reconocemos los ídolos y pecados de épocas pasadas y de otras culturas más fácilmente de lo que reconocemos aquellos de nuestra propia época y cultura. Esta es la razón por la cual el sincretismo es tan peligroso. Fallamos en reconocerlo por lo que es. Y hacemos esto porque estamos tan comprometidos inconscientemente con la cosmovisión que caracteriza a nuestra sociedad y que produce tan religión idolátrica. Esto es verdad para nosotros como lo fue para los antiguos Israelitas. Pero es superficial felicitarnos nosotros mismos al atacar y abominar a los ídolos de épocas pasadas y de otras culturas, especialmente si fallamos en reconocer y desafiar a los ídolos de nuestra propia época y cultura. El atacar

ídolos del pasado no nos ayudará ahora en nuestras vidas Cristianas. Necesitamos tratar con

aquellos compromisos que nos afectan a nosotros mismos.

Y este es el punto de nuestro estudio de este período de la historia de Judá. Las Escrituras nos

son dadas para que podamos aprender de ellas. No penséis que el sincretismo simplemente

fue algo serio que se manifestó en la historia de los reyes de Israel y que está más allá de la

Iglesia hoy. No lo está. El sincretismo con la falsa religión es tan problema para los Cristianos

en Inglaterra hoy como lo fue para los Israelitas de aquel entonces. Por ejemplo, el

Catolicismo Romano es una religión sincretista, una fusión de ideas Cristianas y paganas.

Aquellos que se adhieren a ella creen genuinamente que están adorando y sirviendo a Dios

fielmente al seguir esta religión, e.g., al orar a María y a los santos, etc. Se han sumergido en

la cosmovisión que valida estas prácticas – usualmente totalmente inconscientes de esta

inmersión desde su primera infancia. Y así, cada vez que se encuentran con argumentos en

contra de estas prácticas son capaces de explicar y justificar sus creencias y acciones a sí

mismos en términos de su cosmovisión. Pueden justificar sus creencias y prácticas porque su

cosmovisión es más importante, más fundamental, más vital para sus vidas, sea que lo sepan

o no, que cualquier argumento particular contra la fe Católica Romana o cualquiera de sus

doctrinas particulares; ella valida su entendimiento total del significado de la vida; es lo que

provee el terreno de todo argumento y por lo tanto forma un complejo de concepciones y

presuposiciones que son la base de todo pensamiento racional y no-racional. Claro, pueden

estar ignorantes del todo del rol fundamental que su cosmovisión juega en la manera como

piensan acerca de la fe y la vida en general, ignorantes incluso del mismo concepto de

cosmovisión. Pero esto no importa. Su falta de conciencia de esto solamente significará que

la cosmovisión por la cual viven será más efectiva en eliminar cualquier clase de desafío a su

entendimiento de la fe Cristiana.

Ahora, no soy un Católico Romano y no pretendo tratar aquí con el Catolicismo Romano.

Más bien quiero tratar con la forma prevaleciente de idolatría Protestante. Menciono la

religión Católica Romana porque simplemente es una ilustración de sincretismo que es

probable que los Protestantes entiendan. La mayoría de Protestantes, al menos los

Reformados y las personas evangélicas, estarán de acuerdo en que la religión Católica

Romana combina elementos tanto del Cristianismo como del paganismo.

Pero necesitamos darnos cuenta que exactamente el mismo tipo de problema existe para los

Protestantes, y para los Cristianos Reformados y evangélicos hoy en Inglaterra, porque

exactamente como el antiguo Israelita y el Católico Romano, hemos absorbido con toda

probabilidad desde nuestra temprana infancia una cosmovisión que es fundamentalmente y

en principio contraria a la fe Cristiana. Como resultado interpretamos la fe de tal manera que

la moldeamos en conformidad con esta cosmovisión, distorsionándola en el proceso. El

mismo proceso de racionalización ocurre, y es así porque en el proceso estamos inconscientes

a la manera en que nuestra cosmovisión afecta nuestro entendimiento de la fe. Mientras

menos conscientes estemos de la importancia que nuestra cosmovisión juega en nuestro

entendimiento de la fe y de la vida en general, más efectivos seremos en legitimar y

racionalizar nuestra idolatría, en conciliar la fe con creencias y prácticas que son contrarias al

evangelio. De esta forma fallaremos en confrontar nuestros propios ídolos. Y los ídolos sí

existen en el mundo evangélico y Reformado, y exactamente el mismo proceso de

racionalización ocurre cuando los evangélicos son confrontados con sus ídolos como cuando

los Católicos Romanos son confrontados con los de ellos, o aún cuando los antiguos Israelitas

eran confrontados con su idolatría. No hay diferencia en el proceso de acomodación, el

proceso de sincretización; sólo difieren los ídolos. Por consiguiente, en la misma forma, que

no parece obvio para el Católico Romano que el dogma Católico Romano es sincretista o que

está engranado en una corrupción de la verdadera fe y de la adoración verdadera a Dios en su

vida, y exactamente en la misma forma que no parecía obvio al antiguo Israelita que estaba

envuelto en una corrupción de la verdadera adoración de Jehová, así también no parece obvio

para el evangélico cuando está involucrado en idolatría. Así, los modernos evangélicos en

Inglaterra hoy están a menudo tan indispuestos a confrontar su propia idolatría como lo

estaban los antiguos Israelitas y como lo está el Católico Romano – y creo que el

evangelicalismo moderno está hoy abrevándose profundo de la idolatría sincretista en

Inglaterra.

El moderno Cristiano evangélico bien puede escandalizarse frente a la sugerencia de que su

evangelicalismo es una corrupción de la fe, una religión sincretista en la que cree que está

sirviendo al verdadero Dios mientras al mismo tiempo está profundamente envuelto en una

vida de idolatría. Pero este es precisamente mi argumento, y la religión pagana de la que

hablo es el humanismo secular. Ahora, sospecho que al oír esto algunos probablemente

pensarán “Oh, humanismo secular, ¿es eso de lo que está hablando?” Los Cristianos se han

vuelto extremadamente indiferentes acerca del humanismo secular, y no lo toman más

seriamente que la idea de un diablo con cuernos y horca, de hecho quizás menos seriamente.

Pero este es precisamente mi punto. No se piensa del humanismo secular como una religión

pagana. Pero es una religión, y es la religión que gobierna la mayor parte de nuestras vidas, y

los evangélicos están usualmente tan comprometidos con la mayor parte de sus premisas

básicas como lo están los no-creyentes porque entienden la religión Cristiana en términos de

la definición que de ella hace el humanismo secular, i.e., como una creencia que es relevante

solo a un área bastante estrecha de sus vidas. De hecho el compromiso evangélico con el

humanismo secular es, en su propia manera, tan malo como cada parte del compromiso

Católico Romano con el paganismo y el compromiso del antiguo Israelita con los cultos de

fertilidad de Canaán, y esta forma de sincretismo es en cada parte tan sutil, quizás más sutil y

subliminal que las otras, y por lo tanto mucho más traicioneras. Los evangélicos, e incluyo a

los Reformados en el uso del término, están tan convencidos que solo ellos tienen la verdad,

toda la verdad y nada más que la verdad, que solo ellos conocen y entienden el evangelio.

Están minuciosamente convertidos a su propia secta. Pero la gente más dura de convertirse

son aquellos que están minuciosamente convencidos de que ya están convertidos.

Para ser justos, déjeme decir que en algunas áreas el evangelicalismo sí tiene un justo

entendimiento del evangelio – y no estoy, por ningún medio, afirmando que los evangélicos

no sean Cristianos porque son evangélicos y que el evangelicalismo es una forma corrupta de

la fe mucho más de lo que afirmaría que un Católico Romano no es un Cristiano solamente

porque es un Católico Romano y que el Catolicismo Romano es una forma corrupta de la fe.

Pero el entendimiento evangélico de la fe está limitado a un área bastante estrecha girando

alrededor de ciertos aspectos soteriológicos en lo general. Y este es el problema. El

evangelicalismo moderno tiene una comprensión de algunos elementos de la fe Cristiana.

Pero falla en reconocer la necesidad de una vida cambiada, excepto en unas pocas

circunstancias. Virtualmente el todo del evangelicalismo gira alrededor de la vida devocional

de uno (el “tiempo quieto” de uno) y la vida de la iglesia. Cuando alguien es convertido es

aquí donde el cambio ocurre. Él puede seguir con el resto de su vida como hacía antes de

haberse vuelto Cristiano, a menos que quizás se haya mantenido como productor de

pornografía o vendedor de drogas. El evangelicalismo es muy dualista en su entendimiento de

la fe. Uno puede ser perfectamente un buen evangélico y al mismo tiempo un leal partidario

de los ideales del humanismo secular en la mayoría de las cosas – algunas veces aún en sus

más viciosas manifestaciones (e.g., socialismo, evolución y aún aborto – ¡sí, aún eso!) – sin

darse cuenta que hay una contradicción fundamental entre la fe Cristiana y el humanismo

secular. Uno puede ser un evangélico comprometido y practicante y un buen humanista

secular practicante al mismo tiempo. Y el problema es rara vez entendido, mucho menos

abordado, en las iglesias o la literatura evangélica.

Como ejemplos para ilustrar este punto quiero mencionar tres áreas de la vida en las que el

humanismo secular afecta significativamente el entendimiento evangélico de la fe Cristiana.

De hecho, uno podría decir que probablemente la mayoría de evangélicos en Inglaterra hoy

siguen la religión del humanismo secular la mayor parte de sus vidas; el Cristianismo es para

ellos meramente un culto, su hobby personal de adoración.8 En términos de su entendimiento

de la vida más allá de las cuatro paredes de la iglesia y de los asuntos que se relacionan

particularmente con el ministerio de la iglesia – i.e., asuntos “espirituales” – el humanismo

secular es la religión es la religión que domina sus vidas. Es la religión del humanismo

secular en cuyos términos viven, se mueven y tienen su existencia.

(1) La primera área que quiero discutir es la ciencia, y en particular la evolución. Sé que el

mundo evangélico está dividido con respecto al tema de la evolución, que aunque muchos

evangélicos son evolucionistas una gran cantidad no lo son, y que ha habido un esfuerzo

concertado por parte de muchos evangélicos para combatir los efectos de la teoría evolutiva.

Elogio y apoyo tales esfuerzos. Sin embargo, hay dos puntos que necesitan decirse sobre esto,

y lo que tengo que decir va más allá de la teoría específica de la evolución.

Primero, no es cierto que todos los evangélicos, ni aún todos los evangélicos conservadores,

rechazan la teoría de la evolución. Muchos evangélicos encuentran inaceptable la falta de

respetabilidad intelectual que el rechazo a la teoría de la evolución trae consigo entre los

humanistas seculares. Creen que pueden ser fieles a las Escrituras y al mismo tiempo aceptar

los descubrimientos de la “ciencia” – o más bien, lo que los humanistas seculares afirman

que son los descubrimientos de la ciencia (la evolución, claro, no es una teoría científica; es

una religión definida y defendida por la fe no por hechos, aunque es aceptada generalmente

por los no-creyentes y por muchos evangélicos como una teoría científica.) Como resultado la

“evolución teísta” – una religión híbrida si alguna vez hubo una – es ahora muy común entre

evangélicos.

Por ejemplo, en una iglesia evangélica escuché que “Esta iglesia está demasiado educada

como para creer en ridiculeces como la tierra plana y la creación de seis días.” Este

comentario fue hecho por un post-graduado en física que cree genuinamente que hay un

registro fósil completo con formas intermedias que comprueban la teoría de la evolución. En

la misma iglesia, en el contexto de una discusión sobre la cuestión de la ordenación de

homosexuales, alguien más, un profesor de biología y miembro del Sínodo Nacional de la

Iglesia de Inglaterra, afirmó que la orientación homosexual no puede ser natural. Elogio su

posición. Pero su razón para sostenerla fue asombrosa y en nada Cristiana. La razón que dio

no fue que la homosexualidad es condenada en las Escrituras Cristianas. No. La razón por la

que rechazaba las prácticas homosexuales era que los homosexuales quedarían

automáticamente eliminados en el proceso evolutivo. Ahora, es dudoso que un evolucionista

no-Cristiano hallara convincente este argumento. Es un argumento que parece tener poco

mérito desde una perspectiva evolucionista. No hay evidencia de que la homosexualidad sea

un problema genético. Pero lo que es revelador acerca de esta declaración es que un

evangélico convencido necesite respaldar su conciencia con lo que es, en el mejor de los

casos, un pobre argumento evolucionista en lugar de las Escrituras Cristianas, especialmente

en vista del hecho de que la homosexualidad es un asunto moral, no un asunto científico.

Parece que aún las cuestiones morales han de ser resueltas por una apelación a la “ciencia”

humanista secular entre algunos evangélicos.

Claro, esta es solo una evidencia anecdótica (aunque estos no son ejemplos aislados). Pero

esta iglesia es una de las principales iglesias evangélicas en su área y la principal

congregación evangélica de la Iglesia de Inglaterra en el área. Si como un visitante al área uno

fuese a la librería Cristiana y preguntase por una lista de iglesias evangélicas en el área esta

iglesia estaría de primero en la lista. El pastor tiene una sólida reputación por ser evangélico y

comprometido con la Biblia como la palabra inspirada de Dios. Esto solamente muestra la

naturaleza truncada y altamente sincrética del evangelicalismo moderno. El evangelio del

evangelicalismo es tan estrecho que la evolución es una posición aceptable, incluso

respetable, sobre lo que es una doctrina Bíblica fundamental: la creación. Muchos

evangélicos no harán de esto un punto que merezca consideración por parte de la iglesia. Sin

embargo, la evolución es una de las concesiones más vulgares e intelectualmente

indefendible para con la cosmovisión humanista secular.

Segundo, no obstante, hay más de esto con lo que nos encontramos inicialmente porque

las presuposiciones que sostienen este compromiso con el humanismo secular son con

mucha frecuencia aceptadas aún por aquellos evangélicos que rechazan la teoría

específica de la evolución. Incluso creacionistas fogueados a menudo aceptan las

concepciones y presuposiciones sobre las cuales descansa la evolución, y esto significa,

desafortunadamente, que están luchando contra los evolucionistas en sus propios

términos. La concepción humanista secular de lo que constituye “ciencia” establece los

términos del combate y las reglas del debate y los creacionistas inconscientemente las

siguen. Pero esta es una batalla que los creacionistas nunca ganarán mientras éste sea el

caso. ¿Qué quiero decir?

La suposición que sostiene la mayor parte de la literatura y el debate creacionista es la

neutralidad del método científico tal y como es concebido y articulado por el sistema

científico humanista secular. En otras palabras, la suposición que sostiene el argumento

creacionista es el mismo que sostiene el argumento evolucionista, a saber, la neutralidad de

los hechos, la idea de que los hechos hablan por sí mismos y que cuando todos los hechos

están disponibles, los hombres razonables aceptarán la evidencia presentada por los hechos.

Todo lo que tenemos que hacer para probar el caso contra la evolución es juntar suficiente

evidencia de la posición creacionista y la gente tendrá que aceptarla como la verdad. ¿Por

qué? Porque la “ciencia” – i.e., el conocimiento reunido por medio de procesos científicos –

explica todo correctamente. En otras palabras, la razón humana autónoma, divorciada de la

presuposición de que todo en el cosmos encuentra su significado en términos del acto

creativo del Dios de las Escrituras Cristianas, puede explicar el todo de la existencia. No

estoy aquí hablando acerca de las creencias de los creacionistas con respecto a la creación

sino acerca de su aceptación del concepto humanista secular de la neutralidad del método

científico. Al aceptar esto los creacionistas están tratando ganarle a los humanistas seculares

en su propio juego, i.e. la ciencia autónoma (i.e., neutral religiosamente).

Pero esto es ingenuo. La ciencia no lo explica todo. De hecho, no explica nada de manera

independiente a un conjunto de presuposiciones religiosas que dan contexto y significado al

entendimiento de los hechos por parte del científico. El debate entre evolución y creación no

es un debate entre hecho y fe; es un debate entre dos fe contradictorias con respecto a cómo

han de interpretarse los hechos.9 Pero esto no es obvio a partir del debate evolución /

creación. En verdad, creo que hay ahora “creacionistas científicos” que no afirman basar del

todo su aproximación a este asunto sobre el testimonio de la Escritura sino que

explícitamente afirman tratar con el tema sobre los méritos del caso “científico” por sí

mismo. Esto es fútil, porque en realidad lo que está involucrado en tal aproximación no es un

intento por resolver el debate en términos de duros hechos científicos sino más bien una

capitulación a las presuposiciones religiosas del humanismo secular. Esta aceptación de las

presuposiciones humanistas seculares en mucho del método creacionista está, en sí misma,

contribuyendo al problema de cómo entendemos los orígenes humanos, y no está resolviendo

el problema.

Los hechos no hablan por sí mismos. Ellos son siempre interpretados y explicados por seres

humanos con teorías acerca de la naturaleza y significado de la vida que son necesariamente

religiosas, y esto es así para el humanista secular no menos que para el Cristiano. En tanto

que nuestro testimonio al no-Creyente en lo que respecta a la creación sigue esta corriente, la

Biblia no nos dice que sabemos que el mundo fue creado porque la evidencia muestra que

este es el caso, no nos dice que el método “científico” tal y como es concebido por el

humanismo secular comprueba la creación ex nihilo por parte de Dios. Más bien, nos dice

que por fe sabemos que los mundos fueron creados (Heb. 11:3). En otras palabras, la fe es el

fundamento del verdadero conocimiento, y por lo tanto no importa cuánta evidencia

pongamos frente al no-Creyente, él no aceptará la posición creacionista. Siempre encontrará

una razón para rechazarla. Su fe – i.e. su negación de la existencia del Dios de la Biblia y su

compromiso a interpretar todas las cosas en términos de su negación – significa que no puede

aceptar los “hechos” que el creacionista ponga ante él sin primero convertirse a la fe

Cristiana. En tanto permanezca en su pecado siempre interpretará los hechos de una manera

diferente. Esta es la forma como el pecado original afecta la manera en que razonamos acerca

del mundo.

Mucho del método creacionista asume la validez de las presuposiciones humanistas seculares

acerca de lo que constituye el propio método científico, a saber, que podemos averiguar la

verdad al examinar los hechos en términos de principios racionales neutrales (i.e. autónomos)

sin referencia al Dios que creó el cosmos y cuya interpretación definitiva de los hechos es

absolutamente esencial para un correcto entendimiento de él. Sin embargo, el humanismo

secular es una religión. Esto significa que fallamos en entender la importancia de nuestra fe

para la empresa científica. La concepción humanista secular del método científico asume que

los hechos, interpretados sin referencia a Dios, i.e. el conocimiento tal y como es concebido

por el razonamiento humano autónomo, es el fundamento de la fe, e.g., la creencia en la

creación ex nihilo por parte del Dios de la Biblia. La Biblia lo pone exactamente de la otra

forma. Nos dice que la fe es el fundamento del conocimiento (Heb. 11:3): “El principio de la

sabiduría es el temor de Jehová (Pr. 1:7). La teoría humanista secular de la ciencia es la

misma esencia del pecado original – a saber, la idea de que el hombre determinará para sí

mismo lo que constituye la verdad sin referencia a Dios y su palabra. Es locura para los

Cristianos seguir este método.

Ahora, mi propósito aquí no es criticar al creacionismo como tal. Pero soy crítico del método

que a menudo usa, porque en principio este método concede todo el argumento al humanista

secular antes que cualquier “hecho” haya sido discutido. Este es un punto acerca de cómo

sabemos lo que sabemos, la teoría del conocimiento, y mientras los Cristianos estén

engañados acerca de cuál es la correcta teoría Cristiana del conocimiento permanecerán

desvalidos en el debate sobre evolución / creación, y en ese debate fallarán,

inconscientemente, en dar toda la gloria a Dios.

Pero el problema no se detiene con el debate evolución / creación. Mientras esta teoría del

conocimiento humanista secular incorrecta sea aceptada por los Cristianos, como

generalmente ocurre, continuará teniendo un efecto sobre todas las otras áreas del

conocimiento, áreas que están menos obviamente relacionadas a asuntos de creencia

Cristiana, pero que son no menos importantes para la práctica de la vida Cristiana. Y esto me

trae a mi segundo punto de ilustración del compromiso evangélico con el humanismo secular:

(2) La Educación. El compromiso evangélico con la educación humanista secular es quizás el

más serio de todos. Hay tres razones para esto:

Primero, la educación secular opera en términos de las mismas concepciones religiosas que

sostienen la teoría de la evolución y todas las otras ciencias humanistas seculares, a saber, que

el mundo existe y puede entenderse sin referencia a Dios y su acto creativo como la fuente de

todo significado. Esta presuposición religiosa es, en principio, una negación del Dios de la

Biblia y una aseveración de la autonomía humana de Dios. Es la concepción del pecado

original, que el hombre puede determinar por sí mismo lo que constituye la verdad sin

referencia a la palabra de Dios. Esta presuposición subyace el humanismo secular en todas las

áreas. Por lo tanto, el humanismo secular es una religión que directamente y en principio

contradice la fe Cristiana. Y la educación secular en todos los tópicos procede sobre esta

suposición.

Claro, el humanista secular aceptará la validez de la pregunta “¿Existe Dios?” Por tanto,

puede parecer que el humanismo secular no es en principio contrario a la fe Cristiana, que

está preparado para escuchar con justicia al Cristianismo. Pero esta pregunta misma en

principio niega la existencia del Dios Cristiano. Cualquier dios que sea objeto de tal pregunta

no puede ser el Dios de la Biblia, sino solo un dios de hechura humana. El dios planteado por

esta pregunta no es el Dios de la fe Cristiana porque el Dios de la fe Cristiana es el Dios quien

no puede, con posibilidad, no existir. Esto podría parecer un punto sutil pero es una distinción

esencial. Los humanistas seculares pueden aceptar a un dios según su propia hechura – un

dios hecho a la imagen del hombre – pero tal dios es un ídolo, no el Dios de la Escritura.

Plantear la pregunta “¿Existe Dios?” es, en principio, negar al Dios de la Biblia desde el

mismo comienzo. Dios es la fuente de toda posibilidad, no el producto de ella. Dios

permanece detrás de todo lo que es posible. No es posible que el Dios de la Biblia exista; es

necesariamente el caso que Él exista. Nada más sería posible sin el Dios de la Biblia. Este

punto es esencia para nuestro entendimiento de la realidad, y por tanto debe ser una

presuposición absoluta de la teoría Cristiana del conocimiento y de toda ciencia y

conocimiento verdaderos.

Pero esta es la misma antítesis de la teoría humanista secular del conocimiento. Las

diferencias entre las teorías del conocimiento humanista secular y Cristiana no son asuntos

menores, desacuerdos sobre el significado de unas pocas cosas, diferentes interpretaciones de

asuntos de los que no tenemos suficiente evidencia para hacer mejores juicios. La diferencia

entre el humanismo secular y el Cristianismo es una diferencia que existe en el nivel más

profundo y colorea el todo del conocimiento y la vida humanas. En principio, los dos

sistemas son diametralmente opuestos.10 Por tanto, es locura para el Cristiano imaginar que

pueden sujetar a sus hijos a una educación humanista secular sin que tenga el más profundo

efecto en su entendimiento de la fe.

Segundo, el sistema secular de escuelas (del Estado) es responsable – i.e. afirma ser

responsable y requiere de sus maestros que sean responsables – por el desarrollo intelectual,

físico, psicológico y espiritual del niño; y este desarrollo ocurre en términos de la

presuposición humanista secular que el mundo existe y puede ser entendido sin referencia a

Dios y a su palabra. En otras palabras, lo que el niño obtiene en la escuela es una completa

cosmovisión, un adoctrinamiento completo en términos de una religión que niega, en

principio, al Dios de la Biblia. El niño no obtiene simplemente lecciones en asignaturas

específicas desde un punto de vista religiosamente neutral. El humanismo secular afirma ser

neutral; pero tal neutralidad es imposible. La educación que el niño obtiene en la escuela

toma lugar en términos de la religión del humanismo secular, una religión que en principio y

práctica niega al Dios de la Biblia. Esta es una educación en términos de una cosmovisión

completa. Y la socialización de los niños Cristianos en la sociedad humanista secular de la

escuela hace bien difícil para los padres Cristianos quebrar el molde intelectual y espiritual en

el que los niños Cristianos son puestos por las escuelas seculares. La escuela provee el ethos

completo de la vida para estos niños. El Estado reclama a estos niños y en la escuela los

moldea a su propia imagen, una imagen que niega que el hombre fue creado a imagen de

Dios.

Esto no significa que los maestros en las escuelas Estatales están constantemente negando de

manera absoluta que el Dios Cristiano existe o contradiciendo constantemente la verdad de la

fe Cristiana directamente. Eso no funcionaría tan bien en cada caso. No es que los maestros

deliberadamente nieguen la fe (aunque, claro, algunos lo hacen). El problema existe en un

nivel más fundamental que este, el nivel de la concepción y la presuposición acerca de la

naturaleza y significado del mundo y la vida, y debido a que estas concepciones son

subliminales no necesitan ser articuladas en una manera explícita para ser efectivas dando

forma al entendimiento de uno. De hecho, una cosmovisión opera más efectivamente al nivel

de presuposición, subliminalmente. La mayoría de maestros probablemente no pensarían en

articular sus concepciones religiosas directamente en el curso de la enseñanza de las

matemáticas o ciencias, por ejemplo. Pero al enseñar estas asignaturas su entendimiento de

ellas todavía será guiado por sus concepciones religiosas (e.g. concepciones humanistas

seculares), que operan debajo del nivel del pensamiento crítico la mayor parte del tiempo. Es

debido a que la negación de Dios existe en este nivel subliminal, pre-crítico, al menos la

mayor parte del tiempo, que es tan efectivo. Si negamos la fe abiertamente frente a un

creyente él descartará el argumento que levantamos contra Dios o encontrará alguna falta en

él. Pero si hacemos que el creyente acepte inconscientemente un conjunto de concepciones o

presuposiciones que niegan la fe y le enseñan a pensar sobre la mayor parte de las áreas de la

vida en términos de estas concepciones, el resultado será que en su vida de pensamiento y en

sus acciones negará, sin darse cuenta de ello, al Dios de la fe Cristiana en todas aquellas áreas

donde no es consciente del conflicto. Y dado el estrecho entendimiento del evangelio entre

los evangélicos, las áreas donde estas concepciones operarán serán de gran alcance. Será un

humanista practicante a pesar de su profesión de fe en Cristo como salvador de su alma. De

hecho, puede bien ser un humanista convencido y consistente a través de la mayor parte de su

vida, siendo la excepción las áreas que él considera “espirituales.” Esto solamente confirmará

su entendimiento de la fe como confinada a una esfera limitada definida no por la palabra de

Dios sino por la filosofía, la cosmovisión, del humanismo secular, que será la religión por la

cual vive su vida la mayor parte del tiempo.

Y esto es precisamente lo que ha pasado. Esta es la razón por la cual los evangélicos son

usualmente dualistas en su fe. Dividen la realidad en “espiritual” y “secular.” Dios es

relevante en lo primero, pero no en lo segundo. Y las Escrituras son leídas en términos de esta

concepción, esta falsa dicotomía. Por tanto, aún maestros de Escuelas Cristianas, a menudo

no son inmunes de las concepciones del humanismo secular acerca de la vida y en su propia

enseñanza inconscientemente se adhieren a la cosmovisión humanista secular.

Esta situación es traicionera. Uno no puede sujetar a sus hijos a tal educación y al mismo

tiempo protegerles de la influencia de estas presuposiciones humanistas seculares. Su

cosmovisión será influenciada por la religión del humanismo secular de la que beben en la

escuela. Si se vuelven Cristianos todavía se adherirán a una forma híbrida de religión, una

forma de Cristianismo fuertemente comprometida con el humanismo secular. Uno puede

matricular a sus hijos en una escuela de la Iglesia de Inglaterra o aún una escuela privada

donde hay un compromiso nominal con la fe Cristiana; pero estas operarán muy

probablemente en términos de un entendimiento dualista de la fe, y de esta forma, en

términos de una cosmovisión y un entendimiento de la vida, su educación generalmente será

una educación humanista secular. No imagines que habrás resuelto este problema meramente

matriculando a tus hijos en una escuela de la Iglesia de Inglaterra. De hecho, algunas personas

piensan que estas escuelas son peores, no mejores que las ordinarias escuelas Estatales,

debido a las tendencias extremadamente liberales y de corrección política dentro de la Iglesia

de Inglaterra en general.

El sistema de educación en Inglaterra, en el sector Estatal y también en el privado está, en su

mayor parte, firmemente ligado con la religión del humanismo secular. Nuestro sistema de

educación es un sistema humanista secular.11

Tercero, el compromiso con el humanismo secular en la educación de nuestros niños por

parte de los Cristianos tiene un efecto de largo plazo que debilita seriamente la influencia de

la fe Cristiana en la sociedad. Mientras los Cristianos permanezcan ligados al sistema de

educación secular dejan un legado de sincretismo para las futuras generaciones. Debido a que

los niños Cristianos beben subliminalmente la cosmovisión del humanismo secular en la

escuela, reforzado a través de los medios masivos de comunicación (TV, etc.) y a través de la

socialización en el grupo de iguales humanista secular, su sistema inmunológico espiritual,

por así decirlo, es seriamente dañado. Fuera de los asuntos específicamente “espirituales” que

podrían ser discutidos en el hogar o en la iglesia no pueden distinguir entre Cristianismo y

humanismo secular y no pueden discernir lo que significa ser un Cristiano y como esto difiere

de ser un humanista secular en la mayor parte de las cosas más de lo que el antiguo Israelita

podría distinguir entre la adoración de Jehová y la adoración de Baal, porque la cosmovisión

de la que han bebido moldea su entendimiento de la fe Cristiana en términos de sus

presuposiciones básicas acerca de la naturaleza y significado de la vida. Son incapaces de

hacer las distinciones necesarias. Son mantenidos cautivos por una forma de religión híbrida.

Si alguna vez se dan cuenta que existe un problema encontrarán difícil clasificar el problema,

y liberarse ellos mismos de su cosmovisión humanista. Pero la probabilidad es que nunca se

vuelvan conscientes del problema. Esta es la razón por la cual la adoración de Baal continuó

por tanto tiempo en el antiguo Israel. Se engranó en la forma de pensar de la nación a escala

folclórica. Las reformas en Jerusalén entre los sacerdotes y los reyes rara vez tocaron cómo la

gente vivía en el nivel local.

Y así es con los evangélicos hoy. Sus hijos no van más allá de donde han llegado sus padres.

Pero la cultura del humanismo secular no permanece quieta. Avanza, presiona, anulando

despiadadamente el residuo de las virtudes Cristianas en la sociedad y estrechando aún más el

entendimiento Cristiano del ámbito de su fe Cristiana. Debido a que el Cristiano acepta las

presuposiciones básicas del humanismo secular fracasa en resistir los estragos que el

humanismo secular hace sobre la forma en que piensa y la vida que vive. Como resultado la

influencia de la religión Cristiana disminuye aún más y la repaganización de nuestra sociedad

continúa sin restricciones de ningún tipo. La relación entre el crecimiento del humanismo

secular y la decadencia del Cristianismo en nuestra sociedad se está volviendo ahora

exponencial, y esto puede verse no solamente en el “mundo” sino también en la Iglesia.

Sin embargo, el predominio de esta cosmovisión humanista secular domina mucho más que

el sistema científico [el establishment, N. del T.] y el sistema educativo. Y esto me trae al

último punto de ilustración.

(3) Totalitarismo o Estatismo. La moderna confianza en la educación del Estado es

solamente un ejemplo de un problema más generalizado, a saber, la dependencia de la

sociedad en un Estado cada vez más creciente. Esto se manifiesta de muchas maneras, pero

quizás las dos vacas sagradas más obvias de esta religión sean el sistema educativo y el

Servicio Nacional de Salud.12

Vivimos hoy en una sociedad en la que el Estado está creciendo exponencialmente en

tamaño. Ha llegado a dominar nuestra sociedad. Esto es así en la mayor parte de las áreas de

la vida. Por ejemplo, el Estado moderno continúa gastando hasta el 50% del PIB (Producto

Interno Bruto).13 No solamente en la política, sino también en la educación, la salud, la

economía, la familia (e.g. beneficencia Estatal), los medios de entretenimiento y de

comunicación masiva (licencias, etc.), aún en el ocio y el mundo de los deportes (e.g. el

intento de prohibir la cacería de la zorra), el Estado ejerce una influencia dominante por

control directo y regulación y también a través de la influencia indirecta que tiene sobre la

sociedad, e.g. a través del poder de gastar que puede aplicar y su habilidad para restringir

actividades que considere indeseables por medio de la imposición de impuestos y la

extensión de licencias. El Estado es ahora virtualmente el controla-todo. De hecho, en

principio afirma control completo, sea que siempre escoja o no ejercer ese control. No hay

área de la vida donde el Estado no sea percibido como competente para actuar y regular para

la vida del individuo y la sociedad. Este Estado hinchado y desmedido no es una influencia

benigna en nuestra sociedad. El Estado ha conseguido esta posición de dominancia en la

sociedad restringiendo la libertad y la responsabilidad individual y por descartar mucho de

nuestro tradicional entendimiento de la ley común de cómo la sociedad debiera ser gobernada

– i.e. por la norma de la ley.14 Esta abolición de la libertad y la responsabilidad es moralmente

perniciosa. Al quitarle a la gente su libertad y sus responsabilidades individuales, familiares y

sociales el Estado también hace obsoleta la virtud. De hecho, el título de un libro publicado

en 1995 es muy interesante en este sentido: Los Hijos de Saturno: Cómo el Estado devora la

libertad, la prosperidad y la virtud.15 Este título dice mucho, en mi opinión, acerca de cómo

somos gobernados hoy. El Estado se ha vuelto tan grande y su influencia tan penetrante que

virtualmente no hay áreas de la vida ahora donde su influencia no sea determinante en la

manera como vivimos en alguna medida. Pero al librarnos de nuestra libertad nos libera

también de nuestra obligación, y esto nos deja con una ética social que carece de cualquier

virtud real. Después de todo, si ya no soy responsable por ayudar a mi vecino porque el

Estado lo hace por mí ya no tengo la oportunidad de practicar las virtudes Cristianas – y eso

significa que ya no tengo la oportunidad de practicar la fe Cristiana en su plenitud. Por

ejemplo, si soy cargado pesadamente de impuestos por el Estado para apoyar sus propios

programas de beneficencia humanista secular que apenas tengo dinero para cuidar de mi

propia familia sin volverme dependiente del Estado, me faltan los medios necesarios para

ayudar a los menos afortunados que yo aún si tengo el deseo de hacerlo.

Esto tiene una conexión muy práctica sobre la vida Cristiana y sobre la vida de nuestra

sociedad. El tipo de sociedad producida por una ética de libertad individual vinculada a un

fuerte sentido de familia y responsabilidad social, tal como la ética social de la fe Cristiana, es

muy diferente de aquella producida por la ética del socialismo con su insistencia del derecho

de cada uno a la igualdad basada en programas de beneficencia de un Estado anónimo. Esto

solamente puede ser alcanzado descartando el octavo mandamiento, “No robarás,” por parte

del Estado, quien asume el derecho de representar a Robin Hood, un rol que la Biblia nunca

da al Estado. Incluso en ministerios eclesiásticos se puede ver la perniciosa influencia del

Estado. Por ejemplo, en una población donde hay un pequeño pero creciente problema de

vagabundos y gente sin hogar me dirigí a los líderes de una iglesia del centro de la población

para discutir la posibilidad de proveer algún tipo de ministerio Cristiano a estas personas

basado en la ética Cristiana del trabajo (e.g. 2 Tes. 3:10). Se me dijo que ya había un

programa dirigido por otra iglesia que proveía comidas de bajo precio para las personas (de

cualquier forma esto no era lo que yo estaba proponiendo.) Cuando pregunté si era un

programa Cristiano (i.e. dirigido según los principios Cristianos) se me informó que no era

posible ser abiertamente evangelístico (que, nuevamente, no era por lo que estaba

preguntando, aunque tales ministerios deben ser evangelísticos) porque el consejo local

proveía la mayor parte de los fondos y no se permitía que el ministerio fuera evangelístico.

Esto es absurdo. Incluso ministerios de la iglesia están ahora siendo financiados por el

Estado. Como la institución que financia estos ministerios el Estado demanda que se refrenen

de ser abiertamente Cristianos o evangelísticos. Y los Cristianos parecen pensar que están

cumpliendo sus responsabilidades como individuos e iglesias al apoyar este tipo de

programas financiados por el Estado. ¿Qué dice esto acerca de la Iglesia hoy? Dice que

estamos comprometidos por nuestro sincretismo con la religión prevaleciente de la época, el

humanismo secular, y por nuestro enamoramiento con su principal ídolo, el Estado moderno.

Hoy nuestra sociedad, incluyendo a los Cristianos, en su mayor parte mira al estado buscando

la mayoría de aquellas cosas que en una sociedad Cristiana uno debiese buscar de Dios,

incluyendo la seguridad, la salud, la prosperidad, la paz, etc. Estas cosas, nos dice la Biblia,

son bendiciones de Dios derramadas sobre un pueblo obediente. Pero ya no vemos a Dios en

busca de estas cosas; vemos al todopoderoso Estado, y miramos al Estado moderno como

bendiciéndonos con su abundancia de estas cosas. En nuestra nación el Estado es visto como

estando allí para proveerle a la sociedad de todas aquellas bendiciones que debiésemos buscar

de Dios. Si esto no es idolatría, no sé entonces qué cosa es. Hemos convertido al Estado en

una religión, en un ídolo, y esto es particularmente un problema para los Cristianos entre

quienes el socialismo como una ideología y camino de vida es muy fuerte.

Es verdad, claro, que el Estado (i.e. el gobierno civil) sí tiene una esfera legítima de

operación. Estoy lejos de abogar por cualquier clase de anarquía social. El Estado es una

institución ordenada por Dios.16 Pero no ha sido ordenado por Dios para hacer desaparecer y

usurpar las funciones de cualquier otra institución ordenada por Dios, ni para quitarnos

nuestra libertad; más bien, debe existir para preservar nuestra libertad bajo Dios y proteger a

estas otras instituciones ordenadas por Dios – e.g. la familia y la iglesia – para que puedan

servir a Dios obedientemente según Su voluntad. Pero esto no es lo que hace el Estado

moderno. En lugar de hacer esto virtualmente ha arrasado o usurpado las funciones legítimas

de estas otras instituciones ordenadas por Dios por su desmesurado control de la sociedad y el

individuo. Como resultado su función adecuada, la de mantener la ley y el orden según el

entendimiento Cristiano de la justicia, ha sido severamente comprometida. Cada vez más el

Estado moderno ya no pronuncia justicia, ya no es un terror para aquellos que hacen el mal

(Rom. 13:4), sino que a menudo consiente y apoya sus malos hechos (el aborto es el ejemplo

más obsceno y vicioso, pero hay muchos otros, incluyendo el tratamiento indulgente a los

criminales y la persecución del inocente que se enfada con la corrupción del gobierno y su

ideología encarnada en las excesivas regulaciones modernas, y este problema existe en casi

cualquier nivel de la sociedad desde regulaciones de edificación hasta el derecho de

protegerse uno mismo de ser asaltado por un criminal.) En lugar de hacer justicia el Estado

moderno mira su rol como distribuidor de educación religiosamente neutral, cuidado de salud

religiosamente neutral, beneficencia religiosamente neutral. Pero tal neutralidad religiosa es

imposible; lo que obtenemos es educación humanista secular, cuidado de salud humanista

secular, beneficencia humanista secular; y los valores religiosos de este Estado humanista

secular están mostrándose más y más como contradictorios a los valores de la fe Cristiana. En

lugar de la libertad de vivir nuestras vidas bajo Dios a su servicio, practicando las virtudes

Cristianas, tenemos el controla-todo, el todopoderoso Estado humanista secular dirigiendo

nuestras vidas por nosotros según su propia ideología religiosa. Pero este Estado falla

sobresalientemente en hacer justicia tal y como es entendida en términos de la cosmovisión

Cristiana. En pocas palabras, el moderno Estado secular se ha vuelto en mucho un dios, un

ídolo, al que la gente mira – aún en busca de fertilidad en las inmorales clínicas de fertilidad

del SNS – como cualquier ídolo del mundo antiguo. El sacrificio humano es practicado tanto

en los tipos antiguos y modernos de idolatría.

¿Cómo ha surgido esta situación? La respuesta a esta pregunta nos lleva al corazón de la

condición humana. Hemos llegado aquí porque hemos, como sociedad, rehusado reconocer

los atributos de la deidad y hemos rehusado reconocer que estos atributos pertenecen al Dios

de las Escrituras Cristianas, y solamente a Él. Hemos, para usar las palabras de Pablo,

“adorado y servido a la criatura antes que al Creador.” (Rom. 1:25) – y debiésemos observar

el juicio que Pablo dice que es la suerte de una sociedad que hace esto, a saber, la plaga de la

homosexualidad, que Pablo aclara en este pasaje no ser la causa de la ira de Dios sobre la

sociedad sino una manifestación de ella; en otras palabras la creciente cultura

homosexualizada con la que tenemos que vivir es parte del juicio de Dios sobre la nación por

su idolatría.

Esta apostasía espiritual ha sido sutil en la manera en que ha progresado. Pero comenzó en la

Iglesia (y recuerde también que el problema homosexual ha sido en mucho un problema

clero/iglesia desde el principio como ha sido un problema en cualquier otro camino de la vida

– Dios ha respondido a la apostasía de la iglesia; y ha contestado con un liderazgo afeminado

con un clero cada vez más homosexual.) El estado de nuestra sociedad hoy es la consecuencia

de la apostasía de la Iglesia y enfrentamos como Iglesia y como nación el juicio de Dios sobre

esa apostasía: “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero

comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?”

(1 Ped. 4:17).

Para explicar esto necesitamos mirar a uno de los asuntos doctrinales más importantes de la

fe Cristiana, una doctrina que tiene consecuencias sociales importantes y de gran alcance,

pero que es rara vez entendida en estos días como si no tuviese en absoluto consecuencias

sociales, a saber la doctrina de la soberanía de Dios, la predestinación.

El hombre es una criatura adoradora. Él adorará a alguien o a algo porque fue creado para ser

así. No puede negar la realidad de esto más de lo que pueda negarse a sí mismo el aire que

respira. Por supuesto, lo puede negar con simples palabras; pero no puede negar la realidad de

esto en sus acciones. Nunca se da el caso que el hombre escoja no adorar. Y por adoración no

quiero decir meramente palabras y símbolos. La adoración es mucho más que eso. La

adoración es la dedicación de la vida de uno en servicio al objeto adorado. Y tal adoración es

ineludible para la humanidad. Toda acción humana es adoración. No hay acción conocida

para el hombre que no sea un acto de adoración o que no halle su contexto en la actitud de

adoración. El hombre adora con cada respiración que realiza. La pregunta es, “¿A quién o a

qué adora?” Podemos pervertir el significado de la adoración que ofrecemos al ofrecerla

incorrectamente o al darla al objeto equivocado. De hecho, esta es la condición total del

hombre fuera de Cristo. El no-Creyente adora a sus dioses diariamente no menos que el

Creyente, pero los dioses que él adora son dioses falsos, ídolos. No le da al Dios de la

Escritura la adoración que legítimamente le pertenece a Él y solo a Él. En lugar de ello adora

algún otro objeto u objetos y les asigna todos los atributos de deidad a estos objetos, que son

meramente criaturas, i.e. aspectos del orden creado, sea un bloque de madera o piedra, un

demonio, o una ideología de su propia invención, su propia razón humana autónoma.

¿Pero qué ocurre en una época como la nuestra donde Dios es considerado como muerto,

donde la gente dice que ya no cree en Dios? ¿Qué les ocurre, en una edad secular, a los

atributos de deidad? Realmente es bastante simple. Son secularizados. Y esto es lo que ha

pasado en nuestra sociedad hoy. Los atributos de deidad han sido secularizados, despojados

de su asociación con la deidad, y adscritos a algo o a alguien diferente del Dios de la Biblia.

El atributo particular en cuestión aquí es el de la soberanía de Dios, porque es este atributo de

deidad el que más define el entendimiento de nuestra sociedad de una actitud hacia el Estado

secular. Y esta falsa adoración del Estado, esta ilegítima adscripción de un atributo de deidad

al moderno Estado secular, es una forma de idolatría con la cual la Iglesia moderna está

íntimamente involucrada.

La soberanía es un atributo de Dios. La predestinación es un concepto ineludible. Si negamos

que Dios es un Dios que predestina, esto no significa que el concepto de predestinación ha

sido dejado de lado. No lo ha sido. Es un hecho ineludible de la vida del hombre. La realidad

no tendría significado sin ella. Más bien, cuando la predestinación es negada como un

atributo de Dios es meramente transferida a alguien o a algo más. En una edad secular como

la nuestra el atributo es secularizado. En nuestra sociedad esta versión secularizada de la

soberanía de Dios, la predestinación de Dios, es un atributo del Estado, y debido a que el

Estado ostenta este atributo la gente cree que el Estado tiene el derecho y la obligación de

controlar y regular nuestras vidas y nuestra sociedad. Claro, el Estado en nuestra sociedad

ostenta este atributo en una forma secularizada. No afirma ser divino como lo hicieron los

antiguos Emperadores Romanos, o afirman ser el nexo entre Dios y el hombre como hicieron

los antiguos Faraones y similares. Pero aquí es donde la diferencia termina. La diferencia

existe solo en la forma secularizada en la cual este ídolo es adorado en nuestra época. La

aspiración por controlar y dominar, de jugar a Dios, es la misma.

El crecimiento del Estado y del “totalitarismo suave” en Gran Bretaña en el siglo veinte, que

fue enorme, el incremento del control del Estado sobre nuestras vidas completas y nuestra

sociedad es, creo yo, resultado de la negación de la nación del Dios Cristiano y la atribución

de un concepto secularizado de la soberanía de Dios al Estado. Hoy el Estado es nuestro

soberano – y ya no reconoce una ley superior por sobre la ley del hombre, que era el antiguo

concepto Cristiano de la norma de la ley. El crecimiento de esta influencia excesivamente

controladora del Estado y la pérdida de libertad y virtud que necesariamente la ha

acompañado, es una consecuencia de la apostasía espiritual de la nación, de nuestro abandono

de la perspectiva Bíblica de Dios y el Todopoderoso y predestinante Dios por un ídolo

secularizado. En esta doctrina secularizada de la predestinación vemos qué ocurre cuando

Dios es negado. Si Dios no es Señor, alguien o algo más lo será. Si Dios no gobierna nuestras

vidas y nuestro orden social por su ley, alguien más lo hará por medio de otra ley. La

soberanía de Dios será atribuida a un líder. Y, a diferencia del Dios de las Escrituras

Cristianas, cuyo yugo es fácil y cuya carga es ligera (Mt. 11:30), los ídolos son siempre

tiranos cuyas cargas aplastan y esclavizan a los hombres. Por ejemplo, ahora pagamos al

moderno Estado idolátrico más de cuatro veces en impuestos que lo que el Dios de toda la

creación requiere en diezmos; y perdemos nuestra libertad en el proceso, mientras Cristo nos

dice, “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Jn. 8:36). ¿Y aprenden

los Cristianos la lección? Claro que no. En lugar de ello argumentan que ahora no

necesitamos diezmar a Dios porque el moderno Estado desempeña muchas de las funciones

del diezmo antiguo. En verdad que lo hace – ¡para nuestra vergüenza! – pero éste no es un

Estado Cristiano; es un ídolo y un tirano. Somos esclavos de un tirano y fallamos en darnos

cuenta de ello.

El Estado afirma ahora el derecho de controlar, de predestinar a la sociedad según su propia

ideología apóstata, su propia idea del significado de la sociedad y de la vida humana.

Vivimos en un Estado predestinante, un Estado que usurpa el rol de Dios en la vida del

individuo, la familia, la sociedad en general y la nación como un todo. Y exactamente como

Dios se cansó de los Israelitas que continuamente cometían idolatría con los Baales de

Canaán, así creo que Dios se ha cansado ahora de la idolatría de esta nación; y exactamente

como fueron entregados a un juicio en Babilonia para castigarles por sus infidelidades a Dios,

así creo que ahora estamos siendo entregados a nuestra propia Babilonia: la Unión Europea.

Y he cesado de lamentarme por esto y he venido a verlo como la voluntad de Dios, el justo

juicio de Dios sobre nuestra nación. De cualquier manera dudo severamente que haya algo

digno de guardarse ya en este país. Pero dudo que seamos capaces de hacer algo al respecto,

si es que hubiera algo. La asimilación Europea es un proceso en el que creo que nuestro

pueblo y los políticos son incapaces de hacer algo al respecto. Casi ha tomado vida por sí

misma. Y si es el juicio de Dios sobre la nación entonces será vano resistir.

Sin embargo, hay un hecho muy interesante acerca de la cautividad en Babilonia por parte de

los Israelitas. Decididamente terminó con el problema de la adoración a Baal en Israel.

Después de la restauración no escuchamos ya más de este problema, de un culto sincrético

Jehová-Baal entre los Judíos. Solo podemos esperar y orar que nuestra propia cautividad al

Estado de la Unión Europea, que creo que tiene todavía que revelarse en toda su vanagloria y

tiranía, finalmente liberará a la Iglesia en esta tierra de su enamoramiento con el humanismo

secular y su ídolo moderno más querido, el Estado secular.

Es por esta razón que pienso que nuestra condición no es totalmente desesperanzadora,

aunque de veras parece ser considerablemente deprimente en el corto plazo. Podemos

aprender de esta debacle. Pero está comenzando a parecer que tendremos que aprender por el camino duro, igual que hizo el antiguo Israel. Quizás haya tiempo para hacer algo aún en el

corto plazo. De cualquier forma, podemos aprender de la situación que hemos traído sobre

nosotros mismos que manera que el futuro pueda ser diferente. Aunque es aquí donde está el

problema. No solo ha fracasado la Iglesia en desafiar esta idolatría. Ha estado a la vanguardia

promoviéndola. Igual que Aarón, después que Moisés subió a la montaña, que hizo un

becerro de oro y le dijo al pueblo “Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de

Egipto” (Ex. 32:4), así en nuestra época la Iglesia ha dicho “He aquí tu dios” y ha señalado al

Estado moderno y a la ideología del socialismo, afirmando que son “Cristianos.” El resultado,

como con todos los ídolos, es la esclavización de la nación. La Iglesia incluso ha condonado

el uso del robo por parte del Estado para financiar su usurpación de las prerrogativas de Dios

y de las funciones de otras instituciones ordenadas por Dios al promover la ideología de los

programas de redistribución y beneficencia Estatales.

En resumen, hoy la Iglesia en Inglaterra está tan comprometida en su idolatría como lo

estaba el antiguo Israel en el tiempo de los reyes cuando los lugares altos se usaron para

adorar a Dios falsamente y al adorar falsos dioses por practicar los cultos de fertilidad de la

antigua Canaán. Nuestros lugares altos son intelectuales e ideológicos – pero el resultado es

el mismo, la negación de la voluntad de Dios para nuestras vidas y la adoración de un ídolo

antes que al Dios verdadero. Enviamos nuestros niños a ser sacrificados en los altares de la

educación humanista secular, creyendo que la concepción de “ciencia” humanista secular lo

explica todo; clamamos al Estado para que nos sane de nuestras enfermedades; requerimos a

nuestros vecinos, a través del pago de impuestos (el robo Estatal legalizado), a que ayuden a

aquellos menos afortunados que nosotros mismos en lugar de ser nosotros mismos buenos

vecinos; le adjudicamos al Estado secular el atributo de la soberanía de Dios y apelamos a él

para que controle nuestras vidas y nuestra sociedad según el evangelio del humanismo secular

en lugar de mirar hacia Dios. Y mientras nos felicitamos a nosotros mismos por tratar de

crear una “sociedad humanitaria” por medio de tal idolatría fallamos en ver que en todas éstas

áreas de la vida – e.g. la educación, la salud, la asistencia social – las virtudes Cristianas se

han vuelto obsoletas. Esta no es una sociedad Cristiana, ni la Iglesia que sigue tal idolatría es

una Iglesia Cristiana. Dios requiere algo más. Requiere que hagamos algo con respecto a esto.

Él nos llama a destruir nuestros ídolos, los ideológicos lugares altos que nos han dirigido

hacia esta situación. Hasta que lo hagamos, podemos haber salvado almas, pero habremos

malgastado nuestras vidas.


Notas:

1 El término Asheroth, traducido “arboledas” en la A.V. en Jueces 3:7 probablemente es equivalente a Ashtaroth, el plural de Astoret. Véase Keil y Delitzsch, Commentary on the Book of Judges, pp. 268s. y 292s.

2 Véanse los artículos “Asherah,” “Ashtaroth,” y “Astoret” en The Interpreter’s Dictionary of the Bible, y “Asherah” en el A Dictionary of the Bible de Hastings.

3 C. F. Keil y F. Delitzsch, Commentary on the Book of Judges, p. 268.

4 Véase “Chemosh” en el A Dictionary of the Bible de Hastings.

5 Véase “Lugares Altos” en The Interpreter’s Dictionary of the Bible, Vol. 2, p. 602ss.

6 Las referencias a los lugares altos no siendo quitados por aquellos reyes que mostraron su alianza a Jehová han sido explicadas planteando que no eran lugares altos dedicados a ídolos paganos con los que se practicaba la antigua religión Cananea, sino más bien sitios ilegales para la adoración a Jehová. Véase por ejemplo Keil y Delitzcsch sobre 1 Reyes 15:9-24 (Comentario del Primer Libro de Reyes, p. 218), encuentro esto poco convincente. No dudo que los Israelitas imaginaban que adoraban a Jehová – este es precisamente mi punto – pero habían fundido su adoración con la adoración pagana que ocurría en los lugares altos. Aún si fuera el caso que se pudiese hacer una distinción entre la adoración ilegal a Jehová y aquella de los Baales, al fin, de todas maneras, llegaríamos al mismo punto. W. C. Allen, quien acepta la legitimidad de la adoración de Jehová en los lugares altos antes de la construcción del Templo, comenta que “en la adoración de los lugares altos se hallaba al acecho un peligro que eventualmente produjo su derrumbamiento... Muchos de los lugares altos importantes habían sido los sitios de santuarios Cananeos (Dt. 12:2, 30; Núm. 33:52). Junto con el lugar de adoración los Israelitas también habían tomado los símbolos de la adoración, los Mazzébahs y los Ashérahs. ¿Qué era más probable que las tendencias lascivas que habían caracterizado las antiguas formas de adoración que pudieran yacer bajo estos símbolos externos, negándose a ser expulsados, brotaran de tiempo en tiempo con nuevo vigor? O, nuevamente, ¿qué era más probable, que Jehová pudiera ser rebajado al nivel de los dioses Cananeos de cuyos santuarios Él había tomado posesión, y cuyo nombre Él algunas veces asumía, y así se confundía con ellos tanto en la adoración externa como en las características morales? (“Lugares Altos” en A Dictionary of the Bible de Hastings, [Edimburgo: T. and T. Clark, 1899], Vol. II, p. 382a). M. H. Pope acierta cuando escribe, “Los Israelitas absorbieron las maneras Cananitas y aprendieron a identificar a su dios con Baal, cuyas lluvias traían fertilidad a la tierra. Un rasgo característico del culto de fertilidad era la relación sexual sagrada por parte de sacerdotes y sacerdotisas y otras personas especialmente consagradas, prostitutas sagradas de ambos sexos, con la intención de emular y estimular a las deidades que otorgaban fertilidad. El culto agrícola enfatizaba el sacrificio o la comida común en la cual los dioses, sacerdotes y pueblo participaban. El vino era consumido en grandes cantidades al agradecerle a Baal por la fertilidad de los viñedos. El vino también ayudaba a inducir un estático frenesí, y se llegaba al clímax por la auto-laceración, y algunas veces la auto-castración. El sacrificio de niños también era una característica de los ritos” (“Culto de Fertilidad” en The Interpreter’s Dictionary of the Bible [Nashville: Abingdon Press, 1962], Vol. 2, p. 265a). La Biblia provee abundante evidencia que fueron justamente estas prácticas en las que los hijos de Israel cayeron con frecuencia, trayendo sobre ellos, de esta forma, la ira de Jehová. Una clara distinción entre la adoración ilegítima de Jehová no contaminada por la corrupción de los cultos de Baal y Astoret hubiera sido bastante insignificante para la gente que adoraba en los lugares altos.

7 Del verbo ba’al, significando tener dominio sobre. La palabra puede ser usada con respecto a los hombres para significar posesión, e.g., de una casa, tierra o ganado. El verbo también significa tomar una esposa y así, Baal también significa esposo. Cuando se usa para un dios significa dueño. Baal era el dueño, el poseedor de la tierra, el dios de la tierra. La palabra también era aplicada al lugar que era poseído y así se usaba en nombres de lugares, e.g., Baal-hazor (“Señor de Azor”). (Léxico Hebreo y Caldeo de Gesenius, p. Cxxxss.)

8 Véase mi artículo “El Cristianismo como un Culto” en Christianity & Society, vol. IX, No. 4 (Octubre,1999), pp. 2-5.

9 “Por lo tanto, no la fe y la ciencia, sino dos sistemas científicos o si lo prefieres, dos elaboraciones científicas, están opuestas la una a la otra, cada una teniendo su propia fe. Tampoco podría decirse que es aquí la ciencia la que se opone a la teología, pues tenemos que tratar con dos formas absolutas de ciencia, cada una de ellas afirmando el dominio total del conocimiento humano, y ambas tienen una sugerencia acerca del Ser supremo, en sus planteamientos particulares, como el punto de partida para sus cosmovisiones.” (Abraham Kuyper, Conferencias sobre el Calvinismo [Grand Rapids, Michigan: Wm B. Eerdmans Publishing Company, 1931], p. 133, énfasis en el original).


Autor:

Stephen C. Perks es el Director de la Fundación Kuyper, un fideicomiso caritativo dedicado al avance de la religión Cristiana y el avivamiento de la civilización cristiana. Es el Editor de Christianity & Society, un diario trimestral para la
aplicación de los Principios Bíblicos a la sociedad contemporánea.Visite el Web site de la Fundación Kuyper en: http://www.kuyper.org

La sustancia de este ensayo fue una charla dada en Chichester el 26 de Mayo del 2,001.

No hay comentarios:

Buscar este blog