Por Stephen C. Perks
Esta misma fórmula se encuentra en la descripción del reinado de Joás: “En el séptimo año de Jehú comenzó a reinar Joás, y reinó cuarenta años en Jerusalén. El nombre de su madre fue Sibia, de Beerseba. Y Joás hizo lo recto ante los ojos de Jehová todo el tiempo que le dirigió el sacerdote Joiada. Con todo eso, los lugares altos no se quitaron, porque el pueblo aún sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos” (2 Reyes 12:1-3), y nuevamente en las descripciones de los reinados de Amasías (2 Reyes 14:1-4), Azarías (Uzías) (2 Reyes 15:1-4), y Jotán (2 Reyes 15:32-35). Y luego tenemos a Acab, quién fracasó completamente en hacer lo correcto a los ojos del Señor, siguiendo a los reyes de Israel “y aun hizo pasar por fuego a su hijo, según las prácticas abominables de las naciones que Jehová echó de delante de los hijos de Israel” (2 Reyes 16:3). Acab fue entonces sucedido por el rey reformador Ezequías quién, se nos dice, no solo “hizo lo recto ante los ojos del Señor, conforme a todas las cosas que había hecho David su padre” sino también que “quitó los lugares altos, y quebró las imágenes, y cortó los símbolos de Asera, e hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces le quemaban incienso los hijos de Israel” (2 Reyes 18:1-5). Y luego sigue un vivo reporte de su celo por el Señor.
¿Qué estaba pasando aquí? Seis buenos reyes de Judá quienes habían servido al Señor pero
La respuesta es que había en ese tiempo una forma de religión sincretista practicada en Judá e Israel, un culto Jehová-Baal híbrido en el que la gente creía que al adorar en los lugares altos, al hacer estos sacrificios y realizar estas actividades de culto, estaban adorando correctamente al verdadero Dios de Israel. No estaban conscientes de que su adoración era corrupta. Estaban practicando una forma de adoración que era una abominación al Señor, creyendo que era adoración aceptable al Dios de Israel. Estaban envueltos en una forma muy severa de sincretismo religioso en el que los antiguos cultos de fertilidad de Canaán estaban siendo fundidos con la adoración a Jehová.
Aunque los hijos de Israel se habían vuelto a la adoración de los dioses de los Cananeos no mucho después de su conquista de Canaán en tiempo de los jueces, el problema con el que nos encontramos en I y II de Reyes parece haber tenido sus orígenes inmediatos en la apostasía de Salomón (1 Reyes 11:1ss.), quién siguió a Astoret, la diosa de los Sidonios y Milcom, un ídolo abominable de los Amonitas (v. 5), y quien también edificó un lugar alto en el Monte de los Olivos en las afueras de Jerusalén para Quemos, el ídolo detestable de los Moabitas y para Moloc, un ídolo de los Amonitas (v. 7), que no fue destruido sino hasta el reinado de Josías (2 Reyes 22:13ss.). Astoret, la principal deidad femenina de los Cananeos, era una diosa de la fertilidad y de la muerte/guerra asociados con Baal (Jueces 2:13; 3:7;1 6:28), la principal deidad masculina de los Cananeos,2 aunque el término plural Baalim era un término general para los dioses falsos.3 Quemos era el dios de los Moabitas (Núm. 21:29; Jueces 11:24), cuyo rito probablemente incluía sacrificios humanos (2 Reyes 2:27).
Los lugares altos eran los sitios de los ritos de las religiones paganas de los Cananeos. Estaban edificados sobre colinas cerca de árboles verdes y consistían de altares sobre elevadas plataformas para sacrificios, inciensos, etc., fuera al aire libre o en el interior de edificios.
Después de la muerte de Salomón su hijo Roboam reinó en Judá y Jeroboam reinó sobre Israel. Ambos fueron malos reyes. Jeroboam erigió ídolos, becerros de oro, en Betel y en Dan, en un intento por reemplazar el Templo de Jerusalén con centros más locales de adoración para las diez tribus (1 Reyes 12:28-29). Pero bajo Roboam el pueblo Judá también se alejó de Dios y siguió el camino establecido por Salomón en su idolatría: “Y Roboam, hijo de Salomón, reinó en Judá... Judá hizo lo malo ante los ojos del Señor, y le provocaron a celos más que todo lo que sus padres le habían provocado con los pecados que habían hecho.
Porque ellos también edificaron para sí lugares altos, pilares sagrados y Aseras en toda colina alta y bajo todo árbol frondoso. Hubo también en la tierra sodomitas de cultos paganos. Hicieron conforme a todas las abominaciones de las naciones que el Señor había echado delante de los hijos de Israel” (1 Reyes 14:21-24) LBLA.
El ejemplo establecido por Salomón se atrincheró muy bien en Judá durante el reino de su hijo Roboam. El resultado fue que la religión de Jehová se tornó confusa, o más bien se fundió, con la religión de los Cananeos practicada en los lugares altos, y esta religión sincretista se volvió dominante, a tal punto que aún cuando los reyes posteriores se volvieron a Jehová y buscaron servirle fielmente fueron incapaces de reconocer que la adoración en los lugares altos era una corrupción – o al menos, si no entendían esto, se había atrincherado tanto sobre el pueblo que fueron incapaces de extirparlo de la tierra.
(“Lugares Altos” en A Dictionary of the Bible de Hastings, [Edimburgo: T. and T. Clark, 1899], Vol. II, p.382a). M. H. Pope acierta cuando escribe, “Los Israelitas absorbieron las maneras Cananitas y aprendieron a identificar a su dios con Baal, cuyas lluvias traían fertilidad a la tierra. Un rasgo característico del culto de fertilidad era la relación sexual sagrada por parte de sacerdotes y sacerdotisas y otras personas especialmente consagradas, prostitutas sagradas de ambos sexos, con la intención de emular y estimular a las deidades que otorgaban fertilidad. El culto agrícola enfatizaba el sacrificio o la comida común en la cual los dioses,
El término Baal significa dueño o señor.
En el clima creado por la apostasía de Salomón y la de su hijo Roboam, parece que la gente cayó otra vez en la identificación de Jehová,su Dios, como su Baal y confundieron su adoración con la adoración del Baal de los Cananeos, como habían hecho en el tiempo de los Jueces. Era improbable que una clara distinción entre Jehová y Baal hubiese sido entendida en el clima de la religión folclórica que dominaba sus vidas. Para esta gente la adoración de Baal era la adoración de Jehová y viceversa. Una forma sincretista de religión se había vuelto dominante.
Los profetas reprendieron al pueblo por esta idolatría. Por ejemplo, Oseas, después de denunciar al pueblo por su idolatría con los Baales, proclama la salvación del Señor y dice, “Sucederá en aquel día — declara el Señor — que me llamarás Ishí [i.e., “mi marido”]; y no me llamarás más Baalí [i.e., “mi señor”]. Porque quitaré de su boca los nombres de los Baales, y nunca más serán mencionados por sus nombres.” (Oseas 2:16-17)
Ahora, puede parecer bastante sorprendente para nosotros que el pueblo de Israel fallara en reconocer su idolatría, que pudieran caer en un estado en el que genuinamente creyeran que estaban adorando a Dios al practicar los cultos Cananeos en los lugares altos, y que los buenos reyes que buscaron hacer lo recto a los ojos del Señor fuesen incapaces de hacer algo sobre esto, y quizás aún ellos mismos fallaran en reconocer el problema completamente.
Nos parece a nosotros tan obvio que tal idolatría es contraria a la verdadera adoración de Dios.Bueno, puede parecer obvio para nosotros, pero no lo parecía a la mayor parte del pueblo de Israel en ese tiempo. Y debemos detenernos y pensar antes de señalar con el dedo, y preguntarnos a nosotros mismos si somos, a nuestra propia manera, en nuestro propio día, culpables de compromisos tan serios como estos; en realidad si, con la mayor revelación que nosotros tenemos, nuestros propios compromisos no son, de hecho, pecados más graves. El hecho es que reconocemos los ídolos y pecados de épocas pasadas y de otras culturas más fácilmente de lo que reconocemos aquellos de nuestra propia época y cultura. Esta es la razón por la cual el sincretismo es tan peligroso. Fallamos en reconocerlo por lo que es. Y hacemos esto porque estamos tan comprometidos inconscientemente con la cosmovisión que caracteriza a nuestra sociedad y que produce tan religión idolátrica. Esto es verdad para nosotros como lo fue para los antiguos Israelitas. Pero es superficial felicitarnos nosotros mismos al atacar y abominar a los ídolos de épocas pasadas y de otras culturas, especialmente si fallamos en reconocer y desafiar a los ídolos de nuestra propia época y cultura. El atacar
ídolos del pasado no nos ayudará ahora en nuestras vidas Cristianas. Necesitamos tratar con
aquellos compromisos que nos afectan a nosotros mismos.
Y este es el punto de nuestro estudio de este período de la historia de Judá. Las Escrituras nos
son dadas para que podamos aprender de ellas. No penséis que el sincretismo simplemente
fue algo serio que se manifestó en la historia de los reyes de Israel y que está más allá de la
Iglesia hoy. No lo está. El sincretismo con la falsa religión es tan problema para los Cristianos
en Inglaterra hoy como lo fue para los Israelitas de aquel entonces. Por ejemplo, el
Catolicismo Romano es una religión sincretista, una fusión de ideas Cristianas y paganas.
Aquellos que se adhieren a ella creen genuinamente que están adorando y sirviendo a Dios
fielmente al seguir esta religión, e.g., al orar a María y a los santos, etc. Se han sumergido en
la cosmovisión que valida estas prácticas – usualmente totalmente inconscientes de esta
inmersión desde su primera infancia. Y así, cada vez que se encuentran con argumentos en
contra de estas prácticas son capaces de explicar y justificar sus creencias y acciones a sí
mismos en términos de su cosmovisión. Pueden justificar sus creencias y prácticas porque su
cosmovisión es más importante, más fundamental, más vital para sus vidas, sea que lo sepan
o no, que cualquier argumento particular contra la fe Católica Romana o cualquiera de sus
doctrinas particulares; ella valida su entendimiento total del significado de la vida; es lo que
provee el terreno de todo argumento y por lo tanto forma un complejo de concepciones y
presuposiciones que son la base de todo pensamiento racional y no-racional. Claro, pueden
estar ignorantes del todo del rol fundamental que su cosmovisión juega en la manera como
piensan acerca de la fe y la vida en general, ignorantes incluso del mismo concepto de
cosmovisión. Pero esto no importa. Su falta de conciencia de esto solamente significará que
la cosmovisión por la cual viven será más efectiva en eliminar cualquier clase de desafío a su
entendimiento de la fe Cristiana.
Ahora, no soy un Católico Romano y no pretendo tratar aquí con el Catolicismo Romano.
Más bien quiero tratar con la forma prevaleciente de idolatría Protestante. Menciono la
religión Católica Romana porque simplemente es una ilustración de sincretismo que es
probable que los Protestantes entiendan. La mayoría de Protestantes, al menos los
Reformados y las personas evangélicas, estarán de acuerdo en que la religión Católica
Romana combina elementos tanto del Cristianismo como del paganismo.
Pero necesitamos darnos cuenta que exactamente el mismo tipo de problema existe para los
Protestantes, y para los Cristianos Reformados y evangélicos hoy en Inglaterra, porque
exactamente como el antiguo Israelita y el Católico Romano, hemos absorbido con toda
probabilidad desde nuestra temprana infancia una cosmovisión que es fundamentalmente y
en principio contraria a la fe Cristiana. Como resultado interpretamos la fe de tal manera que
la moldeamos en conformidad con esta cosmovisión, distorsionándola en el proceso. El
mismo proceso de racionalización ocurre, y es así porque en el proceso estamos inconscientes
a la manera en que nuestra cosmovisión afecta nuestro entendimiento de la fe. Mientras
menos conscientes estemos de la importancia que nuestra cosmovisión juega en nuestro
entendimiento de la fe y de la vida en general, más efectivos seremos en legitimar y
racionalizar nuestra idolatría, en conciliar la fe con creencias y prácticas que son contrarias al
evangelio. De esta forma fallaremos en confrontar nuestros propios ídolos. Y los ídolos sí
existen en el mundo evangélico y Reformado, y exactamente el mismo proceso de
racionalización ocurre cuando los evangélicos son confrontados con sus ídolos como cuando
los Católicos Romanos son confrontados con los de ellos, o aún cuando los antiguos Israelitas
eran confrontados con su idolatría. No hay diferencia en el proceso de acomodación, el
proceso de sincretización; sólo difieren los ídolos. Por consiguiente, en la misma forma, que
no parece obvio para el Católico Romano que el dogma Católico Romano es sincretista o que
está engranado en una corrupción de la verdadera fe y de la adoración verdadera a Dios en su
vida, y exactamente en la misma forma que no parecía obvio al antiguo Israelita que estaba
envuelto en una corrupción de la verdadera adoración de Jehová, así también no parece obvio
para el evangélico cuando está involucrado en idolatría. Así, los modernos evangélicos en
Inglaterra hoy están a menudo tan indispuestos a confrontar su propia idolatría como lo
estaban los antiguos Israelitas y como lo está el Católico Romano – y creo que el
evangelicalismo moderno está hoy abrevándose profundo de la idolatría sincretista en
Inglaterra.
El moderno Cristiano evangélico bien puede escandalizarse frente a la sugerencia de que su
evangelicalismo es una corrupción de la fe, una religión sincretista en la que cree que está
sirviendo al verdadero Dios mientras al mismo tiempo está profundamente envuelto en una
vida de idolatría. Pero este es precisamente mi argumento, y la religión pagana de la que
hablo es el humanismo secular. Ahora, sospecho que al oír esto algunos probablemente
pensarán “Oh, humanismo secular, ¿es eso de lo que está hablando?” Los Cristianos se han
vuelto extremadamente indiferentes acerca del humanismo secular, y no lo toman más
seriamente que la idea de un diablo con cuernos y horca, de hecho quizás menos seriamente.
Pero este es precisamente mi punto. No se piensa del humanismo secular como una religión
pagana. Pero es una religión, y es la religión que gobierna la mayor parte de nuestras vidas, y
los evangélicos están usualmente tan comprometidos con la mayor parte de sus premisas
básicas como lo están los no-creyentes porque entienden la religión Cristiana en términos de
la definición que de ella hace el humanismo secular, i.e., como una creencia que es relevante
solo a un área bastante estrecha de sus vidas. De hecho el compromiso evangélico con el
humanismo secular es, en su propia manera, tan malo como cada parte del compromiso
Católico Romano con el paganismo y el compromiso del antiguo Israelita con los cultos de
fertilidad de Canaán, y esta forma de sincretismo es en cada parte tan sutil, quizás más sutil y
subliminal que las otras, y por lo tanto mucho más traicioneras. Los evangélicos, e incluyo a
los Reformados en el uso del término, están tan convencidos que solo ellos tienen la verdad,
toda la verdad y nada más que la verdad, que solo ellos conocen y entienden el evangelio.
Están minuciosamente convertidos a su propia secta. Pero la gente más dura de convertirse
son aquellos que están minuciosamente convencidos de que ya están convertidos.
Para ser justos, déjeme decir que en algunas áreas el evangelicalismo sí tiene un justo
entendimiento del evangelio – y no estoy, por ningún medio, afirmando que los evangélicos
no sean Cristianos porque son evangélicos y que el evangelicalismo es una forma corrupta de
la fe mucho más de lo que afirmaría que un Católico Romano no es un Cristiano solamente
porque es un Católico Romano y que el Catolicismo Romano es una forma corrupta de la fe.
Pero el entendimiento evangélico de la fe está limitado a un área bastante estrecha girando
alrededor de ciertos aspectos soteriológicos en lo general. Y este es el problema. El
evangelicalismo moderno tiene una comprensión de algunos elementos de la fe Cristiana.
Pero falla en reconocer la necesidad de una vida cambiada, excepto en unas pocas
circunstancias. Virtualmente el todo del evangelicalismo gira alrededor de la vida devocional
de uno (el “tiempo quieto” de uno) y la vida de la iglesia. Cuando alguien es convertido es
aquí donde el cambio ocurre. Él puede seguir con el resto de su vida como hacía antes de
haberse vuelto Cristiano, a menos que quizás se haya mantenido como productor de
pornografía o vendedor de drogas. El evangelicalismo es muy dualista en su entendimiento de
la fe. Uno puede ser perfectamente un buen evangélico y al mismo tiempo un leal partidario
de los ideales del humanismo secular en la mayoría de las cosas – algunas veces aún en sus
más viciosas manifestaciones (e.g., socialismo, evolución y aún aborto – ¡sí, aún eso!) – sin
darse cuenta que hay una contradicción fundamental entre la fe Cristiana y el humanismo
secular. Uno puede ser un evangélico comprometido y practicante y un buen humanista
secular practicante al mismo tiempo. Y el problema es rara vez entendido, mucho menos
abordado, en las iglesias o la literatura evangélica.
Como ejemplos para ilustrar este punto quiero mencionar tres áreas de la vida en las que el
humanismo secular afecta significativamente el entendimiento evangélico de la fe Cristiana.
De hecho, uno podría decir que probablemente la mayoría de evangélicos en Inglaterra hoy
siguen la religión del humanismo secular la mayor parte de sus vidas; el Cristianismo es para
ellos meramente un culto, su hobby personal de adoración.8 En términos de su entendimiento
de la vida más allá de las cuatro paredes de la iglesia y de los asuntos que se relacionan
particularmente con el ministerio de la iglesia – i.e., asuntos “espirituales” – el humanismo
secular es la religión es la religión que domina sus vidas. Es la religión del humanismo
secular en cuyos términos viven, se mueven y tienen su existencia.
(1) La primera área que quiero discutir es la ciencia, y en particular la evolución. Sé que el
mundo evangélico está dividido con respecto al tema de la evolución, que aunque muchos
evangélicos son evolucionistas una gran cantidad no lo son, y que ha habido un esfuerzo
concertado por parte de muchos evangélicos para combatir los efectos de la teoría evolutiva.
Elogio y apoyo tales esfuerzos. Sin embargo, hay dos puntos que necesitan decirse sobre esto,
y lo que tengo que decir va más allá de la teoría específica de la evolución.
Primero, no es cierto que todos los evangélicos, ni aún todos los evangélicos conservadores,
rechazan la teoría de la evolución. Muchos evangélicos encuentran inaceptable la falta de
respetabilidad intelectual que el rechazo a la teoría de la evolución trae consigo entre los
humanistas seculares. Creen que pueden ser fieles a las Escrituras y al mismo tiempo aceptar
los descubrimientos de la “ciencia” – o más bien, lo que los humanistas seculares afirman
que son los descubrimientos de la ciencia (la evolución, claro, no es una teoría científica; es
una religión definida y defendida por la fe no por hechos, aunque es aceptada generalmente
por los no-creyentes y por muchos evangélicos como una teoría científica.) Como resultado la
“evolución teísta” – una religión híbrida si alguna vez hubo una – es ahora muy común entre
evangélicos.
Por ejemplo, en una iglesia evangélica escuché que “Esta iglesia está demasiado educada
como para creer en ridiculeces como la tierra plana y la creación de seis días.” Este
comentario fue hecho por un post-graduado en física que cree genuinamente que hay un
registro fósil completo con formas intermedias que comprueban la teoría de la evolución. En
la misma iglesia, en el contexto de una discusión sobre la cuestión de la ordenación de
homosexuales, alguien más, un profesor de biología y miembro del Sínodo Nacional de la
Iglesia de Inglaterra, afirmó que la orientación homosexual no puede ser natural. Elogio su
posición. Pero su razón para sostenerla fue asombrosa y en nada Cristiana. La razón que dio
no fue que la homosexualidad es condenada en las Escrituras Cristianas. No. La razón por la
que rechazaba las prácticas homosexuales era que los homosexuales quedarían
automáticamente eliminados en el proceso evolutivo. Ahora, es dudoso que un evolucionista
no-Cristiano hallara convincente este argumento. Es un argumento que parece tener poco
mérito desde una perspectiva evolucionista. No hay evidencia de que la homosexualidad sea
un problema genético. Pero lo que es revelador acerca de esta declaración es que un
evangélico convencido necesite respaldar su conciencia con lo que es, en el mejor de los
casos, un pobre argumento evolucionista en lugar de las Escrituras Cristianas, especialmente
en vista del hecho de que la homosexualidad es un asunto moral, no un asunto científico.
Parece que aún las cuestiones morales han de ser resueltas por una apelación a la “ciencia”
humanista secular entre algunos evangélicos.
Claro, esta es solo una evidencia anecdótica (aunque estos no son ejemplos aislados). Pero
esta iglesia es una de las principales iglesias evangélicas en su área y la principal
congregación evangélica de la Iglesia de Inglaterra en el área. Si como un visitante al área uno
fuese a la librería Cristiana y preguntase por una lista de iglesias evangélicas en el área esta
iglesia estaría de primero en la lista. El pastor tiene una sólida reputación por ser evangélico y
comprometido con la Biblia como la palabra inspirada de Dios. Esto solamente muestra la
naturaleza truncada y altamente sincrética del evangelicalismo moderno. El evangelio del
evangelicalismo es tan estrecho que la evolución es una posición aceptable, incluso
respetable, sobre lo que es una doctrina Bíblica fundamental: la creación. Muchos
evangélicos no harán de esto un punto que merezca consideración por parte de la iglesia. Sin
embargo, la evolución es una de las concesiones más vulgares e intelectualmente
indefendible para con la cosmovisión humanista secular.
Segundo, no obstante, hay más de esto con lo que nos encontramos inicialmente porque
las presuposiciones que sostienen este compromiso con el humanismo secular son con
mucha frecuencia aceptadas aún por aquellos evangélicos que rechazan la teoría
específica de la evolución. Incluso creacionistas fogueados a menudo aceptan las
concepciones y presuposiciones sobre las cuales descansa la evolución, y esto significa,
desafortunadamente, que están luchando contra los evolucionistas en sus propios
términos. La concepción humanista secular de lo que constituye “ciencia” establece los
términos del combate y las reglas del debate y los creacionistas inconscientemente las
siguen. Pero esta es una batalla que los creacionistas nunca ganarán mientras éste sea el
caso. ¿Qué quiero decir?
La suposición que sostiene la mayor parte de la literatura y el debate creacionista es la
neutralidad del método científico tal y como es concebido y articulado por el sistema
científico humanista secular. En otras palabras, la suposición que sostiene el argumento
creacionista es el mismo que sostiene el argumento evolucionista, a saber, la neutralidad de
los hechos, la idea de que los hechos hablan por sí mismos y que cuando todos los hechos
están disponibles, los hombres razonables aceptarán la evidencia presentada por los hechos.
Todo lo que tenemos que hacer para probar el caso contra la evolución es juntar suficiente
evidencia de la posición creacionista y la gente tendrá que aceptarla como la verdad. ¿Por
qué? Porque la “ciencia” – i.e., el conocimiento reunido por medio de procesos científicos –
explica todo correctamente. En otras palabras, la razón humana autónoma, divorciada de la
presuposición de que todo en el cosmos encuentra su significado en términos del acto
creativo del Dios de las Escrituras Cristianas, puede explicar el todo de la existencia. No
estoy aquí hablando acerca de las creencias de los creacionistas con respecto a la creación
sino acerca de su aceptación del concepto humanista secular de la neutralidad del método
científico. Al aceptar esto los creacionistas están tratando ganarle a los humanistas seculares
en su propio juego, i.e. la ciencia autónoma (i.e., neutral religiosamente).
Pero esto es ingenuo. La ciencia no lo explica todo. De hecho, no explica nada de manera
independiente a un conjunto de presuposiciones religiosas que dan contexto y significado al
entendimiento de los hechos por parte del científico. El debate entre evolución y creación no
es un debate entre hecho y fe; es un debate entre dos fe contradictorias con respecto a cómo
han de interpretarse los hechos.9 Pero esto no es obvio a partir del debate evolución /
creación. En verdad, creo que hay ahora “creacionistas científicos” que no afirman basar del
todo su aproximación a este asunto sobre el testimonio de la Escritura sino que
explícitamente afirman tratar con el tema sobre los méritos del caso “científico” por sí
mismo. Esto es fútil, porque en realidad lo que está involucrado en tal aproximación no es un
intento por resolver el debate en términos de duros hechos científicos sino más bien una
capitulación a las presuposiciones religiosas del humanismo secular. Esta aceptación de las
presuposiciones humanistas seculares en mucho del método creacionista está, en sí misma,
contribuyendo al problema de cómo entendemos los orígenes humanos, y no está resolviendo
el problema.
Los hechos no hablan por sí mismos. Ellos son siempre interpretados y explicados por seres
humanos con teorías acerca de la naturaleza y significado de la vida que son necesariamente
religiosas, y esto es así para el humanista secular no menos que para el Cristiano. En tanto
que nuestro testimonio al no-Creyente en lo que respecta a la creación sigue esta corriente, la
Biblia no nos dice que sabemos que el mundo fue creado porque la evidencia muestra que
este es el caso, no nos dice que el método “científico” tal y como es concebido por el
humanismo secular comprueba la creación ex nihilo por parte de Dios. Más bien, nos dice
que por fe sabemos que los mundos fueron creados (Heb. 11:3). En otras palabras, la fe es el
fundamento del verdadero conocimiento, y por lo tanto no importa cuánta evidencia
pongamos frente al no-Creyente, él no aceptará la posición creacionista. Siempre encontrará
una razón para rechazarla. Su fe – i.e. su negación de la existencia del Dios de la Biblia y su
compromiso a interpretar todas las cosas en términos de su negación – significa que no puede
aceptar los “hechos” que el creacionista ponga ante él sin primero convertirse a la fe
Cristiana. En tanto permanezca en su pecado siempre interpretará los hechos de una manera
diferente. Esta es la forma como el pecado original afecta la manera en que razonamos acerca
del mundo.
Mucho del método creacionista asume la validez de las presuposiciones humanistas seculares
acerca de lo que constituye el propio método científico, a saber, que podemos averiguar la
verdad al examinar los hechos en términos de principios racionales neutrales (i.e. autónomos)
sin referencia al Dios que creó el cosmos y cuya interpretación definitiva de los hechos es
absolutamente esencial para un correcto entendimiento de él. Sin embargo, el humanismo
secular es una religión. Esto significa que fallamos en entender la importancia de nuestra fe
para la empresa científica. La concepción humanista secular del método científico asume que
los hechos, interpretados sin referencia a Dios, i.e. el conocimiento tal y como es concebido
por el razonamiento humano autónomo, es el fundamento de la fe, e.g., la creencia en la
creación ex nihilo por parte del Dios de la Biblia. La Biblia lo pone exactamente de la otra
forma. Nos dice que la fe es el fundamento del conocimiento (Heb. 11:3): “El principio de la
sabiduría es el temor de Jehová (Pr. 1:7). La teoría humanista secular de la ciencia es la
misma esencia del pecado original – a saber, la idea de que el hombre determinará para sí
mismo lo que constituye la verdad sin referencia a Dios y su palabra. Es locura para los
Cristianos seguir este método.
Ahora, mi propósito aquí no es criticar al creacionismo como tal. Pero soy crítico del método
que a menudo usa, porque en principio este método concede todo el argumento al humanista
secular antes que cualquier “hecho” haya sido discutido. Este es un punto acerca de cómo
sabemos lo que sabemos, la teoría del conocimiento, y mientras los Cristianos estén
engañados acerca de cuál es la correcta teoría Cristiana del conocimiento permanecerán
desvalidos en el debate sobre evolución / creación, y en ese debate fallarán,
inconscientemente, en dar toda la gloria a Dios.
Pero el problema no se detiene con el debate evolución / creación. Mientras esta teoría del
conocimiento humanista secular incorrecta sea aceptada por los Cristianos, como
generalmente ocurre, continuará teniendo un efecto sobre todas las otras áreas del
conocimiento, áreas que están menos obviamente relacionadas a asuntos de creencia
Cristiana, pero que son no menos importantes para la práctica de la vida Cristiana. Y esto me
trae a mi segundo punto de ilustración del compromiso evangélico con el humanismo secular:
(2) La Educación. El compromiso evangélico con la educación humanista secular es quizás el
más serio de todos. Hay tres razones para esto:
Primero, la educación secular opera en términos de las mismas concepciones religiosas que
sostienen la teoría de la evolución y todas las otras ciencias humanistas seculares, a saber, que
el mundo existe y puede entenderse sin referencia a Dios y su acto creativo como la fuente de
todo significado. Esta presuposición religiosa es, en principio, una negación del Dios de la
Biblia y una aseveración de la autonomía humana de Dios. Es la concepción del pecado
original, que el hombre puede determinar por sí mismo lo que constituye la verdad sin
referencia a la palabra de Dios. Esta presuposición subyace el humanismo secular en todas las
áreas. Por lo tanto, el humanismo secular es una religión que directamente y en principio
contradice la fe Cristiana. Y la educación secular en todos los tópicos procede sobre esta
suposición.
Claro, el humanista secular aceptará la validez de la pregunta “¿Existe Dios?” Por tanto,
puede parecer que el humanismo secular no es en principio contrario a la fe Cristiana, que
está preparado para escuchar con justicia al Cristianismo. Pero esta pregunta misma en
principio niega la existencia del Dios Cristiano. Cualquier dios que sea objeto de tal pregunta
no puede ser el Dios de la Biblia, sino solo un dios de hechura humana. El dios planteado por
esta pregunta no es el Dios de la fe Cristiana porque el Dios de la fe Cristiana es el Dios quien
no puede, con posibilidad, no existir. Esto podría parecer un punto sutil pero es una distinción
esencial. Los humanistas seculares pueden aceptar a un dios según su propia hechura – un
dios hecho a la imagen del hombre – pero tal dios es un ídolo, no el Dios de la Escritura.
Plantear la pregunta “¿Existe Dios?” es, en principio, negar al Dios de la Biblia desde el
mismo comienzo. Dios es la fuente de toda posibilidad, no el producto de ella. Dios
permanece detrás de todo lo que es posible. No es posible que el Dios de la Biblia exista; es
necesariamente el caso que Él exista. Nada más sería posible sin el Dios de la Biblia. Este
punto es esencia para nuestro entendimiento de la realidad, y por tanto debe ser una
presuposición absoluta de la teoría Cristiana del conocimiento y de toda ciencia y
conocimiento verdaderos.
Pero esta es la misma antítesis de la teoría humanista secular del conocimiento. Las
diferencias entre las teorías del conocimiento humanista secular y Cristiana no son asuntos
menores, desacuerdos sobre el significado de unas pocas cosas, diferentes interpretaciones de
asuntos de los que no tenemos suficiente evidencia para hacer mejores juicios. La diferencia
entre el humanismo secular y el Cristianismo es una diferencia que existe en el nivel más
profundo y colorea el todo del conocimiento y la vida humanas. En principio, los dos
sistemas son diametralmente opuestos.10 Por tanto, es locura para el Cristiano imaginar que
pueden sujetar a sus hijos a una educación humanista secular sin que tenga el más profundo
efecto en su entendimiento de la fe.
Segundo, el sistema secular de escuelas (del Estado) es responsable – i.e. afirma ser
responsable y requiere de sus maestros que sean responsables – por el desarrollo intelectual,
físico, psicológico y espiritual del niño; y este desarrollo ocurre en términos de la
presuposición humanista secular que el mundo existe y puede ser entendido sin referencia a
Dios y a su palabra. En otras palabras, lo que el niño obtiene en la escuela es una completa
cosmovisión, un adoctrinamiento completo en términos de una religión que niega, en
principio, al Dios de la Biblia. El niño no obtiene simplemente lecciones en asignaturas
específicas desde un punto de vista religiosamente neutral. El humanismo secular afirma ser
neutral; pero tal neutralidad es imposible. La educación que el niño obtiene en la escuela
toma lugar en términos de la religión del humanismo secular, una religión que en principio y
práctica niega al Dios de la Biblia. Esta es una educación en términos de una cosmovisión
completa. Y la socialización de los niños Cristianos en la sociedad humanista secular de la
escuela hace bien difícil para los padres Cristianos quebrar el molde intelectual y espiritual en
el que los niños Cristianos son puestos por las escuelas seculares. La escuela provee el ethos
completo de la vida para estos niños. El Estado reclama a estos niños y en la escuela los
moldea a su propia imagen, una imagen que niega que el hombre fue creado a imagen de
Dios.
Esto no significa que los maestros en las escuelas Estatales están constantemente negando de
manera absoluta que el Dios Cristiano existe o contradiciendo constantemente la verdad de la
fe Cristiana directamente. Eso no funcionaría tan bien en cada caso. No es que los maestros
deliberadamente nieguen la fe (aunque, claro, algunos lo hacen). El problema existe en un
nivel más fundamental que este, el nivel de la concepción y la presuposición acerca de la
naturaleza y significado del mundo y la vida, y debido a que estas concepciones son
subliminales no necesitan ser articuladas en una manera explícita para ser efectivas dando
forma al entendimiento de uno. De hecho, una cosmovisión opera más efectivamente al nivel
de presuposición, subliminalmente. La mayoría de maestros probablemente no pensarían en
articular sus concepciones religiosas directamente en el curso de la enseñanza de las
matemáticas o ciencias, por ejemplo. Pero al enseñar estas asignaturas su entendimiento de
ellas todavía será guiado por sus concepciones religiosas (e.g. concepciones humanistas
seculares), que operan debajo del nivel del pensamiento crítico la mayor parte del tiempo. Es
debido a que la negación de Dios existe en este nivel subliminal, pre-crítico, al menos la
mayor parte del tiempo, que es tan efectivo. Si negamos la fe abiertamente frente a un
creyente él descartará el argumento que levantamos contra Dios o encontrará alguna falta en
él. Pero si hacemos que el creyente acepte inconscientemente un conjunto de concepciones o
presuposiciones que niegan la fe y le enseñan a pensar sobre la mayor parte de las áreas de la
vida en términos de estas concepciones, el resultado será que en su vida de pensamiento y en
sus acciones negará, sin darse cuenta de ello, al Dios de la fe Cristiana en todas aquellas áreas
donde no es consciente del conflicto. Y dado el estrecho entendimiento del evangelio entre
los evangélicos, las áreas donde estas concepciones operarán serán de gran alcance. Será un
humanista practicante a pesar de su profesión de fe en Cristo como salvador de su alma. De
hecho, puede bien ser un humanista convencido y consistente a través de la mayor parte de su
vida, siendo la excepción las áreas que él considera “espirituales.” Esto solamente confirmará
su entendimiento de la fe como confinada a una esfera limitada definida no por la palabra de
Dios sino por la filosofía, la cosmovisión, del humanismo secular, que será la religión por la
cual vive su vida la mayor parte del tiempo.
Y esto es precisamente lo que ha pasado. Esta es la razón por la cual los evangélicos son
usualmente dualistas en su fe. Dividen la realidad en “espiritual” y “secular.” Dios es
relevante en lo primero, pero no en lo segundo. Y las Escrituras son leídas en términos de esta
concepción, esta falsa dicotomía. Por tanto, aún maestros de Escuelas Cristianas, a menudo
no son inmunes de las concepciones del humanismo secular acerca de la vida y en su propia
enseñanza inconscientemente se adhieren a la cosmovisión humanista secular.
Esta situación es traicionera. Uno no puede sujetar a sus hijos a tal educación y al mismo
tiempo protegerles de la influencia de estas presuposiciones humanistas seculares. Su
cosmovisión será influenciada por la religión del humanismo secular de la que beben en la
escuela. Si se vuelven Cristianos todavía se adherirán a una forma híbrida de religión, una
forma de Cristianismo fuertemente comprometida con el humanismo secular. Uno puede
matricular a sus hijos en una escuela de la Iglesia de Inglaterra o aún una escuela privada
donde hay un compromiso nominal con la fe Cristiana; pero estas operarán muy
probablemente en términos de un entendimiento dualista de la fe, y de esta forma, en
términos de una cosmovisión y un entendimiento de la vida, su educación generalmente será
una educación humanista secular. No imagines que habrás resuelto este problema meramente
matriculando a tus hijos en una escuela de la Iglesia de Inglaterra. De hecho, algunas personas
piensan que estas escuelas son peores, no mejores que las ordinarias escuelas Estatales,
debido a las tendencias extremadamente liberales y de corrección política dentro de la Iglesia
de Inglaterra en general.
El sistema de educación en Inglaterra, en el sector Estatal y también en el privado está, en su
mayor parte, firmemente ligado con la religión del humanismo secular. Nuestro sistema de
educación es un sistema humanista secular.11
Tercero, el compromiso con el humanismo secular en la educación de nuestros niños por
parte de los Cristianos tiene un efecto de largo plazo que debilita seriamente la influencia de
la fe Cristiana en la sociedad. Mientras los Cristianos permanezcan ligados al sistema de
educación secular dejan un legado de sincretismo para las futuras generaciones. Debido a que
los niños Cristianos beben subliminalmente la cosmovisión del humanismo secular en la
escuela, reforzado a través de los medios masivos de comunicación (TV, etc.) y a través de la
socialización en el grupo de iguales humanista secular, su sistema inmunológico espiritual,
por así decirlo, es seriamente dañado. Fuera de los asuntos específicamente “espirituales” que
podrían ser discutidos en el hogar o en la iglesia no pueden distinguir entre Cristianismo y
humanismo secular y no pueden discernir lo que significa ser un Cristiano y como esto difiere
de ser un humanista secular en la mayor parte de las cosas más de lo que el antiguo Israelita
podría distinguir entre la adoración de Jehová y la adoración de Baal, porque la cosmovisión
de la que han bebido moldea su entendimiento de la fe Cristiana en términos de sus
presuposiciones básicas acerca de la naturaleza y significado de la vida. Son incapaces de
hacer las distinciones necesarias. Son mantenidos cautivos por una forma de religión híbrida.
Si alguna vez se dan cuenta que existe un problema encontrarán difícil clasificar el problema,
y liberarse ellos mismos de su cosmovisión humanista. Pero la probabilidad es que nunca se
vuelvan conscientes del problema. Esta es la razón por la cual la adoración de Baal continuó
por tanto tiempo en el antiguo Israel. Se engranó en la forma de pensar de la nación a escala
folclórica. Las reformas en Jerusalén entre los sacerdotes y los reyes rara vez tocaron cómo la
gente vivía en el nivel local.
Y así es con los evangélicos hoy. Sus hijos no van más allá de donde han llegado sus padres.
Pero la cultura del humanismo secular no permanece quieta. Avanza, presiona, anulando
despiadadamente el residuo de las virtudes Cristianas en la sociedad y estrechando aún más el
entendimiento Cristiano del ámbito de su fe Cristiana. Debido a que el Cristiano acepta las
presuposiciones básicas del humanismo secular fracasa en resistir los estragos que el
humanismo secular hace sobre la forma en que piensa y la vida que vive. Como resultado la
influencia de la religión Cristiana disminuye aún más y la repaganización de nuestra sociedad
continúa sin restricciones de ningún tipo. La relación entre el crecimiento del humanismo
secular y la decadencia del Cristianismo en nuestra sociedad se está volviendo ahora
exponencial, y esto puede verse no solamente en el “mundo” sino también en la Iglesia.
Sin embargo, el predominio de esta cosmovisión humanista secular domina mucho más que
el sistema científico [el establishment, N. del T.] y el sistema educativo. Y esto me trae al
último punto de ilustración.
(3) Totalitarismo o Estatismo. La moderna confianza en la educación del Estado es
solamente un ejemplo de un problema más generalizado, a saber, la dependencia de la
sociedad en un Estado cada vez más creciente. Esto se manifiesta de muchas maneras, pero
quizás las dos vacas sagradas más obvias de esta religión sean el sistema educativo y el
Servicio Nacional de Salud.12
Vivimos hoy en una sociedad en la que el Estado está creciendo exponencialmente en
tamaño. Ha llegado a dominar nuestra sociedad. Esto es así en la mayor parte de las áreas de
la vida. Por ejemplo, el Estado moderno continúa gastando hasta el 50% del PIB (Producto
Interno Bruto).13 No solamente en la política, sino también en la educación, la salud, la
economía, la familia (e.g. beneficencia Estatal), los medios de entretenimiento y de
comunicación masiva (licencias, etc.), aún en el ocio y el mundo de los deportes (e.g. el
intento de prohibir la cacería de la zorra), el Estado ejerce una influencia dominante por
control directo y regulación y también a través de la influencia indirecta que tiene sobre la
sociedad, e.g. a través del poder de gastar que puede aplicar y su habilidad para restringir
actividades que considere indeseables por medio de la imposición de impuestos y la
extensión de licencias. El Estado es ahora virtualmente el controla-todo. De hecho, en
principio afirma control completo, sea que siempre escoja o no ejercer ese control. No hay
área de la vida donde el Estado no sea percibido como competente para actuar y regular para
la vida del individuo y la sociedad. Este Estado hinchado y desmedido no es una influencia
benigna en nuestra sociedad. El Estado ha conseguido esta posición de dominancia en la
sociedad restringiendo la libertad y la responsabilidad individual y por descartar mucho de
nuestro tradicional entendimiento de la ley común de cómo la sociedad debiera ser gobernada
– i.e. por la norma de la ley.14 Esta abolición de la libertad y la responsabilidad es moralmente
perniciosa. Al quitarle a la gente su libertad y sus responsabilidades individuales, familiares y
sociales el Estado también hace obsoleta la virtud. De hecho, el título de un libro publicado
en 1995 es muy interesante en este sentido: Los Hijos de Saturno: Cómo el Estado devora la
libertad, la prosperidad y la virtud.15 Este título dice mucho, en mi opinión, acerca de cómo
somos gobernados hoy. El Estado se ha vuelto tan grande y su influencia tan penetrante que
virtualmente no hay áreas de la vida ahora donde su influencia no sea determinante en la
manera como vivimos en alguna medida. Pero al librarnos de nuestra libertad nos libera
también de nuestra obligación, y esto nos deja con una ética social que carece de cualquier
virtud real. Después de todo, si ya no soy responsable por ayudar a mi vecino porque el
Estado lo hace por mí ya no tengo la oportunidad de practicar las virtudes Cristianas – y eso
significa que ya no tengo la oportunidad de practicar la fe Cristiana en su plenitud. Por
ejemplo, si soy cargado pesadamente de impuestos por el Estado para apoyar sus propios
programas de beneficencia humanista secular que apenas tengo dinero para cuidar de mi
propia familia sin volverme dependiente del Estado, me faltan los medios necesarios para
ayudar a los menos afortunados que yo aún si tengo el deseo de hacerlo.
Esto tiene una conexión muy práctica sobre la vida Cristiana y sobre la vida de nuestra
sociedad. El tipo de sociedad producida por una ética de libertad individual vinculada a un
fuerte sentido de familia y responsabilidad social, tal como la ética social de la fe Cristiana, es
muy diferente de aquella producida por la ética del socialismo con su insistencia del derecho
de cada uno a la igualdad basada en programas de beneficencia de un Estado anónimo. Esto
solamente puede ser alcanzado descartando el octavo mandamiento, “No robarás,” por parte
del Estado, quien asume el derecho de representar a Robin Hood, un rol que la Biblia nunca
da al Estado. Incluso en ministerios eclesiásticos se puede ver la perniciosa influencia del
Estado. Por ejemplo, en una población donde hay un pequeño pero creciente problema de
vagabundos y gente sin hogar me dirigí a los líderes de una iglesia del centro de la población
para discutir la posibilidad de proveer algún tipo de ministerio Cristiano a estas personas
basado en la ética Cristiana del trabajo (e.g. 2 Tes. 3:10). Se me dijo que ya había un
programa dirigido por otra iglesia que proveía comidas de bajo precio para las personas (de
cualquier forma esto no era lo que yo estaba proponiendo.) Cuando pregunté si era un
programa Cristiano (i.e. dirigido según los principios Cristianos) se me informó que no era
posible ser abiertamente evangelístico (que, nuevamente, no era por lo que estaba
preguntando, aunque tales ministerios deben ser evangelísticos) porque el consejo local
proveía la mayor parte de los fondos y no se permitía que el ministerio fuera evangelístico.
Esto es absurdo. Incluso ministerios de la iglesia están ahora siendo financiados por el
Estado. Como la institución que financia estos ministerios el Estado demanda que se refrenen
de ser abiertamente Cristianos o evangelísticos. Y los Cristianos parecen pensar que están
cumpliendo sus responsabilidades como individuos e iglesias al apoyar este tipo de
programas financiados por el Estado. ¿Qué dice esto acerca de la Iglesia hoy? Dice que
estamos comprometidos por nuestro sincretismo con la religión prevaleciente de la época, el
humanismo secular, y por nuestro enamoramiento con su principal ídolo, el Estado moderno.
Hoy nuestra sociedad, incluyendo a los Cristianos, en su mayor parte mira al estado buscando
la mayoría de aquellas cosas que en una sociedad Cristiana uno debiese buscar de Dios,
incluyendo la seguridad, la salud, la prosperidad, la paz, etc. Estas cosas, nos dice la Biblia,
son bendiciones de Dios derramadas sobre un pueblo obediente. Pero ya no vemos a Dios en
busca de estas cosas; vemos al todopoderoso Estado, y miramos al Estado moderno como
bendiciéndonos con su abundancia de estas cosas. En nuestra nación el Estado es visto como
estando allí para proveerle a la sociedad de todas aquellas bendiciones que debiésemos buscar
de Dios. Si esto no es idolatría, no sé entonces qué cosa es. Hemos convertido al Estado en
una religión, en un ídolo, y esto es particularmente un problema para los Cristianos entre
quienes el socialismo como una ideología y camino de vida es muy fuerte.
Es verdad, claro, que el Estado (i.e. el gobierno civil) sí tiene una esfera legítima de
operación. Estoy lejos de abogar por cualquier clase de anarquía social. El Estado es una
institución ordenada por Dios.16 Pero no ha sido ordenado por Dios para hacer desaparecer y
usurpar las funciones de cualquier otra institución ordenada por Dios, ni para quitarnos
nuestra libertad; más bien, debe existir para preservar nuestra libertad bajo Dios y proteger a
estas otras instituciones ordenadas por Dios – e.g. la familia y la iglesia – para que puedan
servir a Dios obedientemente según Su voluntad. Pero esto no es lo que hace el Estado
moderno. En lugar de hacer esto virtualmente ha arrasado o usurpado las funciones legítimas
de estas otras instituciones ordenadas por Dios por su desmesurado control de la sociedad y el
individuo. Como resultado su función adecuada, la de mantener la ley y el orden según el
entendimiento Cristiano de la justicia, ha sido severamente comprometida. Cada vez más el
Estado moderno ya no pronuncia justicia, ya no es un terror para aquellos que hacen el mal
(Rom. 13:4), sino que a menudo consiente y apoya sus malos hechos (el aborto es el ejemplo
más obsceno y vicioso, pero hay muchos otros, incluyendo el tratamiento indulgente a los
criminales y la persecución del inocente que se enfada con la corrupción del gobierno y su
ideología encarnada en las excesivas regulaciones modernas, y este problema existe en casi
cualquier nivel de la sociedad desde regulaciones de edificación hasta el derecho de
protegerse uno mismo de ser asaltado por un criminal.) En lugar de hacer justicia el Estado
moderno mira su rol como distribuidor de educación religiosamente neutral, cuidado de salud
religiosamente neutral, beneficencia religiosamente neutral. Pero tal neutralidad religiosa es
imposible; lo que obtenemos es educación humanista secular, cuidado de salud humanista
secular, beneficencia humanista secular; y los valores religiosos de este Estado humanista
secular están mostrándose más y más como contradictorios a los valores de la fe Cristiana. En
lugar de la libertad de vivir nuestras vidas bajo Dios a su servicio, practicando las virtudes
Cristianas, tenemos el controla-todo, el todopoderoso Estado humanista secular dirigiendo
nuestras vidas por nosotros según su propia ideología religiosa. Pero este Estado falla
sobresalientemente en hacer justicia tal y como es entendida en términos de la cosmovisión
Cristiana. En pocas palabras, el moderno Estado secular se ha vuelto en mucho un dios, un
ídolo, al que la gente mira – aún en busca de fertilidad en las inmorales clínicas de fertilidad
del SNS – como cualquier ídolo del mundo antiguo. El sacrificio humano es practicado tanto
en los tipos antiguos y modernos de idolatría.
¿Cómo ha surgido esta situación? La respuesta a esta pregunta nos lleva al corazón de la
condición humana. Hemos llegado aquí porque hemos, como sociedad, rehusado reconocer
los atributos de la deidad y hemos rehusado reconocer que estos atributos pertenecen al Dios
de las Escrituras Cristianas, y solamente a Él. Hemos, para usar las palabras de Pablo,
“adorado y servido a la criatura antes que al Creador.” (Rom. 1:25) – y debiésemos observar
el juicio que Pablo dice que es la suerte de una sociedad que hace esto, a saber, la plaga de la
homosexualidad, que Pablo aclara en este pasaje no ser la causa de la ira de Dios sobre la
sociedad sino una manifestación de ella; en otras palabras la creciente cultura
homosexualizada con la que tenemos que vivir es parte del juicio de Dios sobre la nación por
su idolatría.
Esta apostasía espiritual ha sido sutil en la manera en que ha progresado. Pero comenzó en la
Iglesia (y recuerde también que el problema homosexual ha sido en mucho un problema
clero/iglesia desde el principio como ha sido un problema en cualquier otro camino de la vida
– Dios ha respondido a la apostasía de la iglesia; y ha contestado con un liderazgo afeminado
con un clero cada vez más homosexual.) El estado de nuestra sociedad hoy es la consecuencia
de la apostasía de la Iglesia y enfrentamos como Iglesia y como nación el juicio de Dios sobre
esa apostasía: “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero
comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?”
(1 Ped. 4:17).
Para explicar esto necesitamos mirar a uno de los asuntos doctrinales más importantes de la
fe Cristiana, una doctrina que tiene consecuencias sociales importantes y de gran alcance,
pero que es rara vez entendida en estos días como si no tuviese en absoluto consecuencias
sociales, a saber la doctrina de la soberanía de Dios, la predestinación.
El hombre es una criatura adoradora. Él adorará a alguien o a algo porque fue creado para ser
así. No puede negar la realidad de esto más de lo que pueda negarse a sí mismo el aire que
respira. Por supuesto, lo puede negar con simples palabras; pero no puede negar la realidad de
esto en sus acciones. Nunca se da el caso que el hombre escoja no adorar. Y por adoración no
quiero decir meramente palabras y símbolos. La adoración es mucho más que eso. La
adoración es la dedicación de la vida de uno en servicio al objeto adorado. Y tal adoración es
ineludible para la humanidad. Toda acción humana es adoración. No hay acción conocida
para el hombre que no sea un acto de adoración o que no halle su contexto en la actitud de
adoración. El hombre adora con cada respiración que realiza. La pregunta es, “¿A quién o a
qué adora?” Podemos pervertir el significado de la adoración que ofrecemos al ofrecerla
incorrectamente o al darla al objeto equivocado. De hecho, esta es la condición total del
hombre fuera de Cristo. El no-Creyente adora a sus dioses diariamente no menos que el
Creyente, pero los dioses que él adora son dioses falsos, ídolos. No le da al Dios de la
Escritura la adoración que legítimamente le pertenece a Él y solo a Él. En lugar de ello adora
algún otro objeto u objetos y les asigna todos los atributos de deidad a estos objetos, que son
meramente criaturas, i.e. aspectos del orden creado, sea un bloque de madera o piedra, un
demonio, o una ideología de su propia invención, su propia razón humana autónoma.
¿Pero qué ocurre en una época como la nuestra donde Dios es considerado como muerto,
donde la gente dice que ya no cree en Dios? ¿Qué les ocurre, en una edad secular, a los
atributos de deidad? Realmente es bastante simple. Son secularizados. Y esto es lo que ha
pasado en nuestra sociedad hoy. Los atributos de deidad han sido secularizados, despojados
de su asociación con la deidad, y adscritos a algo o a alguien diferente del Dios de la Biblia.
El atributo particular en cuestión aquí es el de la soberanía de Dios, porque es este atributo de
deidad el que más define el entendimiento de nuestra sociedad de una actitud hacia el Estado
secular. Y esta falsa adoración del Estado, esta ilegítima adscripción de un atributo de deidad
al moderno Estado secular, es una forma de idolatría con la cual la Iglesia moderna está
íntimamente involucrada.
La soberanía es un atributo de Dios. La predestinación es un concepto ineludible. Si negamos
que Dios es un Dios que predestina, esto no significa que el concepto de predestinación ha
sido dejado de lado. No lo ha sido. Es un hecho ineludible de la vida del hombre. La realidad
no tendría significado sin ella. Más bien, cuando la predestinación es negada como un
atributo de Dios es meramente transferida a alguien o a algo más. En una edad secular como
la nuestra el atributo es secularizado. En nuestra sociedad esta versión secularizada de la
soberanía de Dios, la predestinación de Dios, es un atributo del Estado, y debido a que el
Estado ostenta este atributo la gente cree que el Estado tiene el derecho y la obligación de
controlar y regular nuestras vidas y nuestra sociedad. Claro, el Estado en nuestra sociedad
ostenta este atributo en una forma secularizada. No afirma ser divino como lo hicieron los
antiguos Emperadores Romanos, o afirman ser el nexo entre Dios y el hombre como hicieron
los antiguos Faraones y similares. Pero aquí es donde la diferencia termina. La diferencia
existe solo en la forma secularizada en la cual este ídolo es adorado en nuestra época. La
aspiración por controlar y dominar, de jugar a Dios, es la misma.
El crecimiento del Estado y del “totalitarismo suave” en Gran Bretaña en el siglo veinte, que
fue enorme, el incremento del control del Estado sobre nuestras vidas completas y nuestra
sociedad es, creo yo, resultado de la negación de la nación del Dios Cristiano y la atribución
de un concepto secularizado de la soberanía de Dios al Estado. Hoy el Estado es nuestro
soberano – y ya no reconoce una ley superior por sobre la ley del hombre, que era el antiguo
concepto Cristiano de la norma de la ley. El crecimiento de esta influencia excesivamente
controladora del Estado y la pérdida de libertad y virtud que necesariamente la ha
acompañado, es una consecuencia de la apostasía espiritual de la nación, de nuestro abandono
de la perspectiva Bíblica de Dios y el Todopoderoso y predestinante Dios por un ídolo
secularizado. En esta doctrina secularizada de la predestinación vemos qué ocurre cuando
Dios es negado. Si Dios no es Señor, alguien o algo más lo será. Si Dios no gobierna nuestras
vidas y nuestro orden social por su ley, alguien más lo hará por medio de otra ley. La
soberanía de Dios será atribuida a un líder. Y, a diferencia del Dios de las Escrituras
Cristianas, cuyo yugo es fácil y cuya carga es ligera (Mt. 11:30), los ídolos son siempre
tiranos cuyas cargas aplastan y esclavizan a los hombres. Por ejemplo, ahora pagamos al
moderno Estado idolátrico más de cuatro veces en impuestos que lo que el Dios de toda la
creación requiere en diezmos; y perdemos nuestra libertad en el proceso, mientras Cristo nos
dice, “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Jn. 8:36). ¿Y aprenden
los Cristianos la lección? Claro que no. En lugar de ello argumentan que ahora no
necesitamos diezmar a Dios porque el moderno Estado desempeña muchas de las funciones
del diezmo antiguo. En verdad que lo hace – ¡para nuestra vergüenza! – pero éste no es un
Estado Cristiano; es un ídolo y un tirano. Somos esclavos de un tirano y fallamos en darnos
cuenta de ello.
El Estado afirma ahora el derecho de controlar, de predestinar a la sociedad según su propia
ideología apóstata, su propia idea del significado de la sociedad y de la vida humana.
Vivimos en un Estado predestinante, un Estado que usurpa el rol de Dios en la vida del
individuo, la familia, la sociedad en general y la nación como un todo. Y exactamente como
Dios se cansó de los Israelitas que continuamente cometían idolatría con los Baales de
Canaán, así creo que Dios se ha cansado ahora de la idolatría de esta nación; y exactamente
como fueron entregados a un juicio en Babilonia para castigarles por sus infidelidades a Dios,
así creo que ahora estamos siendo entregados a nuestra propia Babilonia: la Unión Europea.
Y he cesado de lamentarme por esto y he venido a verlo como la voluntad de Dios, el justo
juicio de Dios sobre nuestra nación. De cualquier manera dudo severamente que haya algo
digno de guardarse ya en este país. Pero dudo que seamos capaces de hacer algo al respecto,
si es que hubiera algo. La asimilación Europea es un proceso en el que creo que nuestro
pueblo y los políticos son incapaces de hacer algo al respecto. Casi ha tomado vida por sí
misma. Y si es el juicio de Dios sobre la nación entonces será vano resistir.
Sin embargo, hay un hecho muy interesante acerca de la cautividad en Babilonia por parte de
los Israelitas. Decididamente terminó con el problema de la adoración a Baal en Israel.
Después de la restauración no escuchamos ya más de este problema, de un culto sincrético
Jehová-Baal entre los Judíos. Solo podemos esperar y orar que nuestra propia cautividad al
Estado de la Unión Europea, que creo que tiene todavía que revelarse en toda su vanagloria y
tiranía, finalmente liberará a la Iglesia en esta tierra de su enamoramiento con el humanismo
secular y su ídolo moderno más querido, el Estado secular.
Es por esta razón que pienso que nuestra condición no es totalmente desesperanzadora,
aunque de veras parece ser considerablemente deprimente en el corto plazo. Podemos
aprender de esta debacle. Pero está comenzando a parecer que tendremos que aprender por el camino duro, igual que hizo el antiguo Israel. Quizás haya tiempo para hacer algo aún en el
corto plazo. De cualquier forma, podemos aprender de la situación que hemos traído sobre
nosotros mismos que manera que el futuro pueda ser diferente. Aunque es aquí donde está el
problema. No solo ha fracasado la Iglesia en desafiar esta idolatría. Ha estado a la vanguardia
promoviéndola. Igual que Aarón, después que Moisés subió a la montaña, que hizo un
becerro de oro y le dijo al pueblo “Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de
Egipto” (Ex. 32:4), así en nuestra época la Iglesia ha dicho “He aquí tu dios” y ha señalado al
Estado moderno y a la ideología del socialismo, afirmando que son “Cristianos.” El resultado,
como con todos los ídolos, es la esclavización de la nación. La Iglesia incluso ha condonado
el uso del robo por parte del Estado para financiar su usurpación de las prerrogativas de Dios
y de las funciones de otras instituciones ordenadas por Dios al promover la ideología de los
programas de redistribución y beneficencia Estatales.
En resumen, hoy la Iglesia en Inglaterra está tan comprometida en su idolatría como lo
estaba el antiguo Israel en el tiempo de los reyes cuando los lugares altos se usaron para
adorar a Dios falsamente y al adorar falsos dioses por practicar los cultos de fertilidad de la
antigua Canaán. Nuestros lugares altos son intelectuales e ideológicos – pero el resultado es
el mismo, la negación de la voluntad de Dios para nuestras vidas y la adoración de un ídolo
antes que al Dios verdadero. Enviamos nuestros niños a ser sacrificados en los altares de la
educación humanista secular, creyendo que la concepción de “ciencia” humanista secular lo
explica todo; clamamos al Estado para que nos sane de nuestras enfermedades; requerimos a
nuestros vecinos, a través del pago de impuestos (el robo Estatal legalizado), a que ayuden a
aquellos menos afortunados que nosotros mismos en lugar de ser nosotros mismos buenos
vecinos; le adjudicamos al Estado secular el atributo de la soberanía de Dios y apelamos a él
para que controle nuestras vidas y nuestra sociedad según el evangelio del humanismo secular
en lugar de mirar hacia Dios. Y mientras nos felicitamos a nosotros mismos por tratar de
crear una “sociedad humanitaria” por medio de tal idolatría fallamos en ver que en todas éstas
áreas de la vida – e.g. la educación, la salud, la asistencia social – las virtudes Cristianas se
han vuelto obsoletas. Esta no es una sociedad Cristiana, ni la Iglesia que sigue tal idolatría es
una Iglesia Cristiana. Dios requiere algo más. Requiere que hagamos algo con respecto a esto.
Él nos llama a destruir nuestros ídolos, los ideológicos lugares altos que nos han dirigido
hacia esta situación. Hasta que lo hagamos, podemos haber salvado almas, pero habremos
malgastado nuestras vidas.
Notas:
1 El término Asheroth, traducido “arboledas” en la A.V. en Jueces 3:7 probablemente es equivalente a Ashtaroth, el plural de Astoret. Véase Keil y Delitzsch, Commentary on the Book of Judges, pp. 268s. y 292s.
2 Véanse los artículos “Asherah,” “Ashtaroth,” y “Astoret” en The Interpreter’s Dictionary of the Bible, y “Asherah” en el A Dictionary of the Bible de Hastings.
3 C. F. Keil y F. Delitzsch, Commentary on the Book of Judges, p. 268.
4 Véase “Chemosh” en el A Dictionary of the Bible de Hastings.
5 Véase “Lugares Altos” en The Interpreter’s Dictionary of the Bible, Vol. 2, p. 602ss.
6 Las referencias a los lugares altos no siendo quitados por aquellos reyes que mostraron su alianza a Jehová han sido explicadas planteando que no eran lugares altos dedicados a ídolos paganos con los que se practicaba la antigua religión Cananea, sino más bien sitios ilegales para la adoración a Jehová. Véase por ejemplo Keil y Delitzcsch sobre 1 Reyes 15:9-24 (Comentario del Primer Libro de Reyes, p. 218), encuentro esto poco convincente. No dudo que los Israelitas imaginaban que adoraban a Jehová – este es precisamente mi punto – pero habían fundido su adoración con la adoración pagana que ocurría en los lugares altos. Aún si fuera el caso que se pudiese hacer una distinción entre la adoración ilegal a Jehová y aquella de los Baales, al fin, de todas maneras, llegaríamos al mismo punto. W. C. Allen, quien acepta la legitimidad de la adoración de Jehová en los lugares altos antes de la construcción del Templo, comenta que “en la adoración de los lugares altos se hallaba al acecho un peligro que eventualmente produjo su derrumbamiento... Muchos de los lugares altos importantes habían sido los sitios de santuarios Cananeos (Dt. 12:2, 30; Núm. 33:52). Junto con el lugar de adoración los Israelitas también habían tomado los símbolos de la adoración, los Mazzébahs y los Ashérahs. ¿Qué era más probable que las tendencias lascivas que habían caracterizado las antiguas formas de adoración que pudieran yacer bajo estos símbolos externos, negándose a ser expulsados, brotaran de tiempo en tiempo con nuevo vigor? O, nuevamente, ¿qué era más probable, que Jehová pudiera ser rebajado al nivel de los dioses Cananeos de cuyos santuarios Él había tomado posesión, y cuyo nombre Él algunas veces asumía, y así se confundía con ellos tanto en la adoración externa como en las características morales? (“Lugares Altos” en A Dictionary of the Bible de Hastings, [Edimburgo: T. and T. Clark, 1899], Vol. II, p. 382a). M. H. Pope acierta cuando escribe, “Los Israelitas absorbieron las maneras Cananitas y aprendieron a identificar a su dios con Baal, cuyas lluvias traían fertilidad a la tierra. Un rasgo característico del culto de fertilidad era la relación sexual sagrada por parte de sacerdotes y sacerdotisas y otras personas especialmente consagradas, prostitutas sagradas de ambos sexos, con la intención de emular y estimular a las deidades que otorgaban fertilidad. El culto agrícola enfatizaba el sacrificio o la comida común en la cual los dioses, sacerdotes y pueblo participaban. El vino era consumido en grandes cantidades al agradecerle a Baal por la fertilidad de los viñedos. El vino también ayudaba a inducir un estático frenesí, y se llegaba al clímax por la auto-laceración, y algunas veces la auto-castración. El sacrificio de niños también era una característica de los ritos” (“Culto de Fertilidad” en The Interpreter’s Dictionary of the Bible [Nashville: Abingdon Press, 1962], Vol. 2, p. 265a). La Biblia provee abundante evidencia que fueron justamente estas prácticas en las que los hijos de Israel cayeron con frecuencia, trayendo sobre ellos, de esta forma, la ira de Jehová. Una clara distinción entre la adoración ilegítima de Jehová no contaminada por la corrupción de los cultos de Baal y Astoret hubiera sido bastante insignificante para la gente que adoraba en los lugares altos.
7 Del verbo ba’al, significando tener dominio sobre. La palabra puede ser usada con respecto a los hombres para significar posesión, e.g., de una casa, tierra o ganado. El verbo también significa tomar una esposa y así, Baal también significa esposo. Cuando se usa para un dios significa dueño. Baal era el dueño, el poseedor de la tierra, el dios de la tierra. La palabra también era aplicada al lugar que era poseído y así se usaba en nombres de lugares, e.g., Baal-hazor (“Señor de Azor”). (Léxico Hebreo y Caldeo de Gesenius, p. Cxxxss.)
8 Véase mi artículo “El Cristianismo como un Culto” en Christianity & Society, vol. IX, No. 4 (Octubre,1999), pp. 2-5.
9 “Por lo tanto, no la fe y la ciencia, sino dos sistemas científicos o si lo prefieres, dos elaboraciones científicas, están opuestas la una a la otra, cada una teniendo su propia fe. Tampoco podría decirse que es aquí la ciencia la que se opone a la teología, pues tenemos que tratar con dos formas absolutas de ciencia, cada una de ellas afirmando el dominio total del conocimiento humano, y ambas tienen una sugerencia acerca del Ser supremo, en sus planteamientos particulares, como el punto de partida para sus cosmovisiones.” (Abraham Kuyper, Conferencias sobre el Calvinismo [Grand Rapids, Michigan: Wm B. Eerdmans Publishing Company, 1931], p. 133, énfasis en el original).
Autor:
Stephen C. Perks es el Director de la Fundación Kuyper, un fideicomiso caritativo dedicado al avance de la religión Cristiana y el avivamiento de la civilización cristiana. Es el Editor de Christianity & Society, un diario trimestral para la
aplicación de los Principios Bíblicos a la sociedad contemporánea.Visite el Web site de la Fundación Kuyper en: http://www.kuyper.org
La sustancia de este ensayo fue una charla dada en Chichester el 26 de Mayo del 2,001.
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